domingo, 2 de mayo de 2010

FUGACIDADES

Un hombre se quita su ropa, cierra los ojos y se deja conducir por un largo corredor, apenas iluminado.



“En la claridad de otros días ya muertos, yo era quién intentaba dulcemente una y otra vez jugar con lo trágico y sus voluntades”


Como se acaricia en la oscuridad a un amante y se lo invoca por todas partes, cuando la noche es lo suficientemente joven, desnudo, según su deseo lo prefiera, el hombre ahora es un punto, en esa camilla que se adentra en las sombras.


Lo único definitivo es este paisaje desolado, muchas veces presentido, en el que ellas lamen su rostro, para luego deshilvanar el hilo postrero, ahora sí con deseos de jugar en serio”
Rubén Rogelio Almada


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