domingo, 21 de marzo de 2010

SIN SABER QUE FUE DE DIOS

Todo lo que llaman eternidad

no es más que luz
en la quietud de los días
dónde se nos llueven
los gritos de los que el río
en su calma arrastró.
Así dispuestas
en la inmensidad
toda esas cruces,
pueden alumbrar sin saber
que fue de dios.

El agua entra
en los ojos de la noche
sumerge los párpados
que han visto el mar,
y les entrega la infinitud
que no es más que luz.
Toda esperanza habita
tras una blanca llama,
se revuelca en su salina,
y es en su transparencia
dónde se nublan las almas
que aún no sé nombrar
Nos limitamos a ver
lo que no existe
en la asfixia de la oscuridad
que entra con el permiso de nadie
para cumplir el deseo de la noche.


Todo lo que fuimos
se marcha con la luz
y sólo nos queda
el consuelo
de una manos abiertas
sacudiendo la luna.
Como encontrarme
en este cielo
donde se caen las palabras
de los que el alba durmió.
Como desnudarme
en este deseo final
que con ojos blancos
mira el milagro
sin cumplir.

M.G.Freites











SON FANTASMAS QUE SE BATEN ENTRE SÍ

Iré a casa cuando el mundo se cierre,
llevaré el olor de las ciudades
en mi vieja piel
aún sin mudar,
y una flor
para asesinar los recuerdos
que aún respiran.

El ladrido de algún fantasma
avisará de mi presencias,
y mis juguetes
aturdidos por los gritos
de los que se fueron
correrán a encontrarse
con mi sombra.


Este camino
para llegar a la casa
dónde mi infancia
aún sigue viva
se parece al cielo
que abandoné,
y toda esta gente sin rumbo,
ha visto lo que no podía ver.


Puedo adivinarlo
en esos ojos
que miran hacia atrás,
abiertos a la tempestad,
sin lugar para el sol.
A lo largo de la noche
son fantasmas
que se baten entre sí,
camino al cielo
dónde voy a arrojarme
en el aullido
de todos los muertos
que ya no reconocen
la distancia.

M.G.Freites,


EL PRESAGIO

Como la gran Babel
se yergue en la infinita construcción
hasta que la siniestra Inteligencia
decida detener
soberana omnipotencia,
fundamentada
en pliegos de la nada.

Y verán que muchos,
que no miles, sino millones
adherirán en semejante obra
para exponer sus vidas y
difamar las otras,
mientras sus caras se ocultan
por la nada.

¡Ay de sus confianzas!
De sus proyectos izados…
Cuando se destruya
la gran máquina
el esfuerzo y la memoria
se perderán en la nada.
Como la gran Babel
que dice llamarse Internet,
se derrumbará para aplastar aquellos
que alimentaron una Ilusión
en la virtualidad
de lo que nunca fue.




Autor: Darío Arístides Molina – “Píndaro”


sábado, 20 de marzo de 2010

EL DESEO CUMPLIDO DE LA MUERTE

Aquí estoy sin saber que decir,
como si el silencio, la lluvia
y ese cielo que dejó atrás,
llegaran hasta mí,
hasta mi cama que naufraga.


Un silencio oscuro
azota todas mis sombras,
las oculta
en los viejos muebles.
Ellas se esconden
aterradas,
sin saber que estoy aquí,
sin saber que decir, sin poder escribir,
con la mirada fija
en el cumplido deseo de la muerte.

M.G.Freites

viernes, 19 de marzo de 2010

UNA TARDE CON ALMADA

Nos costó encadenar al perro. Estaba Rabioso. Almada lo sujetó de las orejas y yo le puse la cadena. Por poco no nos muerde. El perro era oscuro, con unos ojos almendrados, estaba furioso ante los gritos del viejo, echaba una espuma blanca por la boca. Lo amarramos al tronco del algarrobo, le dimos un poco de agua, y entramos a la casucha a seguir tomando.
-Esta es la última vez que me mata los pollos, dijo Almada mientras servía un poco de vino de la botella verde de plástico.
Afuera los coyuyos con su chillido incendiaban la tarde. Tomé un sorbo de vino, y sentí asco. Almada al ver mi cara de repugnancia, amago una leve sonrisa y sin mirarme dijo:
-Aún estás fresco, para la sangre de burro.
Por la radio sonaba una ranchera llorona, y un locutor de voz pastosa interrumpía la música para anunciar una fiesta.
Durante un rato nos quedamos en silencio mirando por la ventana como el sol iba apagándose tras el follaje oscuro de los cipreses. Luego Almada me contó como se había hecho del perro.

-Me lo trajo el doctor Ansaldi. Es cruza con labrador. Vino cachorro. Travieso, lo hubieras visto. Parecía un resorte. Se lo lleve un tiempo al Pitanga, cuando me fui a trabajar al aserradero de Las Lajas. Lo habrá tenido casi un mes. Le mató una gallina que tenía echada. Se enfureció el Pitanga. Le dio una paliza, y lo trajo para acá, de vuelta. Cuando volví lo encontré atado ahí en el algarrobo. Apenas lo largué me mató la Candelaria. ¿Te acordás de la gatita negra con patas blancas que me dio tu tía? Esa. Estaba preñada. La despanzurró. Hace un mes me mató los pavitos, y ahora los pollos. Los hubieses vistos. Con lo que me costó criarlos. Me da tanta rabia.

Se quitó las alpargatas, y se calzó unos botines viejos de construcción.
-Lo vamos a llevar a que se junte con el doctor Ansaldi, dijo y salimos al patio. Estaba anocheciendo. Almada desató el perro, y tirándolo de la cadena tomo camino por un sendero angosto que se metía al monte.
- Agarrá ese alambre fardo, y acompáñame.
- ¿Lo vas a ahorcar?
- No, lo voy a acollarar con el doctor Ansaldi.

Caminamos Almada, el perro y yo, hasta que dimos con un claro en el campo, dónde se alzaba inmenso al cielo un tala
-¿Podés ir a la casa a buscar una soga? En el cajón que hay debajo de la mesa, hay una verde de plástico.
Le hice caso, y me dirigí a casa. No alcancé a volver, porqué cuando iba saliendo de la casa con la soga me encontré con Almada solo.
-Ya no hace falta pibe, dejala ahí nomás.
- ¿Y el perro?, pregunté
-¿Querés ir atrás a ver como están destrozados los pollos?
-No.
- Siempre uno cree que va a utilizar más cosas de las que lleva, pibe. Ese es el problema de ser viejo, no darse cuenta que uno puede arreglarse con lo mínimo.

Entramos a la casucha nuevamente. En un lavatorio de plástico se lavó las manos. Buscó entre los estantes una botella de vino. Arrimó la silla a dónde yo estaba y encendió la televisión. La noche se había cerrado, hermética, en torno a la casa, y el calor continuaba, sofocante. El conductor del programa de noticias anunció una pausa comercial. Almada se sirvió un vaso de vino. Vi en sus botines una mancha espesa de sangre. Un coágulo. Por la T.V pasaron un anuncio comercial de una 4x4.

-En una así se mató Ansaldi, dijo, tomó un trago de vino y se limpió la boca con el puño mugriento de su camisa.




UN RELATO ERÓTICO CASI EMO

LA CHICA DE LA TANGA DE ORO

 Asahina Tomoya ha tomado las riendas del sexy bar,  ya que el dueño se enfermo.  Para levantar el negocio, tiene su equipo de camareras pechugonas, a las cuáles obliga a cambiar sus habituales uniformes por unos más sexys. Tomoya se siente atraído por una de estas camareras, la recatada y pacata Akiho, la cual no tiene mucha experiencia con el sexo, de modo que  las otras camareras se reúnen para darle algunas lecciones en el arte del amor. Con ojos de voyeur Tomota, observa esta gran orgía lesbíca.
 Ruben.R.Almada “Jasmine Rouge ”

Ha llegado Ivana a casa. Los perros le lamen sus blancas piernas, y ella suelta una risita frágil, que parece un arrullo. Sus dientecitos brillan a través de los labios entreabiertos. Viste de domingo: blanca blusa, falda negra y zapatos de tacón que se hunden en la tierra blanda. Mi hermano está feliz, la besa en las mejillas, le acaricia la melena, y le pregunta por su novio:

-Nos peleamos hace un mes, era un idiota, dice por lo bajo y los ojos de mi hermano parecen encenderse en ligeros fogonazos de felicidad.
La tarde nublada parece inmóvil tras los árboles. Una hoja cae a sus pies. Por todos lados cuelgan sabanas húmedas, jeans mojados, y el vino se agua con un trozo de limón, dentro de la jarra de plástico naranja.
-¿Ariel, quien es la mina que está viviendo al lado?, me pregunta Papá.
-Una cualquiera debe ser, contesta Ivana, para colgar las tangas a la vista de todos. Por favor.


Callamos. El verano es un girasol marchito, sin pétalos ni aroma. La radio transmite un partido entre River y Unión de Santa Fé. Darío Cabrol, el número diez de los santafecinos casi hace un gol olímpico. Desde el living el deseo se anticipa en la mesa prolijamente servida. Una botella de Coca-cola roja y plateada, resplandece sobre el mantel cuadriculado, Carozzi.
No habíamos tenido noticias de Ivana, desde el verano pasado cuando fui de vacaciones con mis tíos a la costa. Acabábamos de cumplir quince años. Íbamos de un deseo a otro abriendo ventanas, cuerpos que nadie se preocupa en cerrar. La música no dejaba de sonar por todos lados. Boys and Girls de Blur. Ordinary World, de Duran Duran. Ese era nuestro palo. También Los Redonditos. En la disco ponían a Los Ratones. Recuerdo la noche en que salimos a bailar y regresamos borrachos en taxi al hotel. Ivana me miraba fijo, y chasqueaba su lengua bífida. Llovía. En su cartera llevaba una pistola de agua, un porro y un absurdo consolador. El taxista mascaba un chicle bazooka y echaba una miraba por el mirror retrovisor, preguntándose por el nonsense de la situación. Dos pendejos con una calentura bárbara, metiéndose mano. Después terminamos tirando en mi habitación. Pusimos el colchón en el piso para no despertar a mi hermano con quien compartía el cuarto. Días después mi hermano me confesó que había visto todo, y que bajo las sabanas se pajeó hasta morir, mientras nosotros la poníamos. A la mañana siguiente vino el novio de Ivana, un rugbier y se la llevo en su moto a otro balneario.
Ahora papá me pide que acompañe a Ivana al cuarto de huéspedes, y le ayude a subir las valijas .Nuestras miradas se cruzan, rabiosas de deseo perro. Un mechón rubio cae por su frente impura, y se mece con la brisa. Cuando se pone a desempacar le miro el culo. Es un culo en pleno crecimiento, pícaro, sugerente. Pienso sin dejar de mirarla, que quiero poseer ese culo, disciplinarlo, moldearlo. Mientras miro su culo voy minando mi mente de perversiones. Y así empieza a girar la rueda-simbolo de mis perversiones- la rueda que atasca mis buenos pensamientos, bajo un cielo raso que gotea cristales de sudor.
 El reloj se adormece ya sin horas desde el patio llega la voz de mamá llamándonos a comer.
Por un momento reina la confusión de una edad muerta a palos, dónde todos los hechos se aventuran a desmentir nuestras teorías.
El ruido que emiten las aletas del ventilador se parecen a un aleteo moribundo, digo y ella se da vuelta, regalándome una sonrisa.
Nos sentamos a la mesa. Hugo cuenta por decima vez, la historia de su hermano Ramón que el verano pasado se fue de viaje a Miami. El año que viene vamos a ir con mi mujer y los niños, dice Hugo. Ivana dice que Disneyworld es una mierda. Cuando cumplió quince fue con unas amigas y se aburrió enormemente. Hugo afirma que los dibujos animados de Disney son totalmente inofensivos, por qué no hay violencia, ni referencias políticas. Ya no se hacen dibujitos de ese estilo, dice Carmen la mujer de Hugo. Ivana me roza con su zapato la pierna, y me pide que la saque, que la lleve lejos de estos viejos absurdos y aburridos.


Vamos a mi cuarto a mirar videos en MTV. Están pasando uno de Red Hot Chili Pepper. Ella tararea la canción mientras acaricia con la yema de sus dedos mis piernas. Por primera vez, en mucho tiempo al sentir sus caricias me siento en paz conmigo mismo. Pienso en mi destino, en que después de todo, sea algo sencillo como acostarme con Ivana, penetrarla sin haberla amado nunca. Sujeto sus manos, las acaricio suavemente, ella responde con un beso. Recorre con la punta de su lengua la comisura de mis labios. Me mordisquea traviesamente mientras me acaricia el vientre hasta rozar con sus largas uñas mi cuello. Respondo estrujando sus pezones a través de la remera, y ella suspira, se entrega, balbucea cosas incoherentes. Busco algún recuerdo en mi memoria electrizada, y no encuentro nada, no encuentro nada en mí. Oigo los latidos de su corazón, a través de sus pechos que se agrandan, y se agrandan, hasta convertirse en tetas colosales que desbordan de placer. Sigo los latidos como quien persigue el son de un tambor en la arena caliente. Ella me clava los dientes en el cuello, y tira con fuerza. Siento un chispazo de dolor en mi cerebro, los oídos parecen sangrar. Ella ríe enloquecida, con los labios llenos de sangre. Le estoy dando por atrás, con fuerza, con rabia, domando ese culo que me ha quitado el sueño, arañando su espalda. Ivana, gime con la boca torcida, mientras vocifera un rosario de insultos.
Cuando el sol de la tarde, se pone en la ventana, reflejándose en el cristal, reúno todas mis fuerzas, invoco mis demonios, y eyaculo sacando el miembro, derramando el semen espeso en sus nalgas. De su boca afloran bocanadas de vapor que titilan, y yo dejo de embestir contra su cuerpo, falto de aire, falto de pudor.
Alguien desde la cocina , nos llama a tomar el té. Ella me mira con una sonrisa cómplice, y tras vestirse con rapidez sale arreglando su pelo. Yo me quedo en silencio, observando con la vista perdida, el hueco por el que las sombras con imprudencia empiezan a entrar a mi cuarto.



martes, 9 de marzo de 2010

HOTELES

Lo peor de los espejos es esa obsesión tan mía, qué ve más allá, pero que ya no te reflejan.
Lo peor de la distancia es que la siento más de lo que es, el conocer el valor real de los kilómetros, la noche de sopa del invierno, como único sustento.
Lo peor es saber que hoy regresé de otra ciudad (tu ciudad) y aun siento el aguijón, donde solo vos conocés lo que me mata y me hace bien.
Sólo me queda salir de noche y reservarme en una habitación de Hotel por calle Gutiérrez, pedir una cerveza y a esperar que crezcan los párrafos, en el musgo del insomnio.
Entonces, lo que compete a mis noches es el regreso no la estadía y el recuerdo del Hotel Buenos Aires y un amanecer gris…la espera en vela y en la cama, las gotas para dormir y el humo para soñar, las religiones muertas del deseo disecado.
Es por esto y mucho más que el gran enigma es qué hay más allá de este agónico diciembre, donde los días queman almanaques, si hay un despertar juntos o durmiendo en una cama, con soledades de una plaza.


Tal vez solo sean cartas que te escribe la nostalgia, las que te den las noticias de lo diario sinsentido pasajero…


Y recuerdo en cierta mesa de cierto bar de cierto pueblo cuando imaginamos jugando (vos, no yo) y borrachos treinta y tres años. Yo; por mi parte, te dije que a mi lado, pero resulta que vos no imaginás otra ciudad…
Tal vez (supongo) es por eso que hemos transitado los meandros de nuestras vidas, sabiendo que debe ser “hoy” y quizás “mañana”. ¿Y sabés qué? Yo tengo miedo de que no haya mañana porque a pesar de todo algo me lleva a vos…
A veces imagino, Gurrumina mía, lo que un ciego tiene ganas de volver a mirar y tengo ganas de que empecemos a mirar en una misma dirección.
Pero la guerra fría comienza cuando negociamos un nuevo regreso, este volver a dar las cartas que barajan los años, estos momentos de tachones y cuadernos y depresiones y este Patio por fin conocido…
Será por esto que te miro mientras dormís y es para llevarme frazadas para el invierno del próximo Enero. Por esto es que te despierto y es para llevarme ese momento a este híbrido presente.
Yo ansío la tranquilidad real de tu presencia, el espejo poniéndose tus aros, el correr del agua en el baño, el estuche de tus lentes en el gabinete, los vasos devenidos en ceniceros y el sonido de tu voz en el colchón pidiendo un rato más. Yo lo ansío, porque te amo.
Mariano Pareti

09/12/09 Tarde en Mendoza



















Fotografía: El Silencio, Film de Igmar Bergman.

domingo, 7 de marzo de 2010

EL OTRO QUE HAY EN MÍ

Nunca entenderás el otro que hay en mí. Ese ser extraño y singular que carcome lentamente mis pies cuando estoy aprendiendo nuevamente a caminar.
Yo construyo; él, se deleita en el Caos que me provoca cada noche. A veces pienso que me veo afectado a punto tal, que he considerado matarlo; pero, nos mataría a los dos al punto.
Mi albedrío está cercado por los límites que este personaje gótico me impone. Su reino es el Patio de casa y es allí donde corre y se divierte, donde trama eficazmente mi desdicha, conviviendo con los fantasmas del pasado. Como dije, él vive en el Patio, donde poda los cipreses y riega las petunias. A ciertas horas de la noche trato de escuchar del otro lado del muro. Cuando vienen visitas miro de reojo temiendo con angustia de que alguien vaya a la parte trasera de casa. Oculto, tristemente, su existencia pero también creo que es negarme a mí mismo.


A veces lo entiendo y pienso que él tampoco eligió su suerte y que es semejante a Asterión y que el destino lo confinó ahí. Y la causante fue su Madre…
Por eso también creo que desconozca la felicidad o al menos rechazarla. Él no tolera la idea de una nueva pérdida.
No voy a negar que pasáramos tardes de café y licor. Y lo observo (ya treinta años de esto) y medito cuando será el día en que desee ver el sol. Pero lo ignora, por eso no lo desea.
Mientras él me ayuda a tejer este nuevo relato, al mismo tiempo, muy sutilmente, desteje las relaciones que trato de nutrir. También debo decir que jamás lo he odiado. Solo siento una rara mezcla de pena y melancolía. Pena, porque es el guardián de mi centeno. Melancolía, porque hay alguien más que se aleja…
Entonces, mi vida se debate en reflexiones amargas cada día. Yo, por mi parte, debo volver al Patio y cuidarlo para que no salga como anoche.
Mariano Pareti

ESCUERZO

Sin asco uno de los dos debe reventar

como un escuerzo, querido.
Es la cruz quien selló esta suerte.
Todo ha sido desmesura.
Fuimos gigantes.
Ahora ya nuestros brazos no sostienen el peso de la gran pared.
Se derrumbó.


Dos ilusos hundidos en las ruinas de su desolación.
Eso somos, mi querido amigo.
Chongo mío, hemos fornicado amargamente sin fe.
El sexo entorpecido, húmedo y sucio, entra y sale.
Somos parte de la inercia.
Es tan siniestro jugar a quererse
cuando uno de los dos
sin asco debe reventar.

sábado, 6 de marzo de 2010

EL CALOR DEL HOGAR















Tu amor está dentro de un jarrón donde la abuela es polvo, y caminar es lo que te impulsa a morir.

La noche en que olvidaste la desnudez, y Genette pobló tus párpados por primera vez, todavía estabas un poco ebrio.
La noche anterior te habías masturbado mientras pensabas en el texto de Goodman que te faltaba leer, no te afeitaste porque la guita para la mercadería del super, estaba abierta en la página 33 sobre la mesa de luz.
Un wiskhy barato y un atado de cigarros. Caíste a el pozo y no quisiste salir. Encontraste al Jorge que todos llevamos adentro, esa tarde cuando te cansaste de ser líquido y te fuiste al deshidratado.


Ahora soñás ser Marcos, caminas por la ciudad, los faroles te guiñan, te entretenés con cualquier muerte, pensás que vivir es jugar a hundir su lengua con la tuya, patear una latita sin importar el ruido, acariciar sus pezones, mirar sangrar ángeles, fumar un cigarro mientras ella te derrite en tu placer, dejar gotear el tiempo, quedarte solo, lastimar tu alma, arrancar sus párpados, inventar un dios de cartulina que te condene y decir "paso" a cualquier prostituta que lama tu cuello.


Tal vez me encuentres en el fondo, los cuervos se habrán cansado de arrancarnos la piel, habremos gastado la oscuridad y el yugo en tu mirada. Reinoso y Almada también estarán ahí, el lucho con una mina entre sus brazos flacos, las paredes apestadas de su sexo, la dignidad encarnada en el culo de algún careta, la mina espantando demonios con el vaivén de su pie y el lucho escribiendo un poema entre sus pechos que nunca nadie leyó.


Walpurgis ni San Jorge llegaron. Píndaro estará dándole tutorías a Ceferino Namuncurá. El dedo se las habrá ingeniado para quedarse, seguramente al frente de un banco y esperándolo el perro Bobi y la gorda haciendo las ensaladas. Y yo acá, con los tímpanos sangrando por el rock and roll, con el olor a mierda hasta el cuello, la sonrisa dispuesta ante cualquier calamidad, con su figura tallada en mis manos, con el cuchillo que esa chica olvidó enterrado en mi pecho.


                                                                                                                                                   Patchu Lucero,
San Luis, 6 de febrero del 2010

LA BALADA DEL EQUILIBRISTA

              Mis sobrinos estan mirando los dibujitos, y uno de los personajes dice: " Los amigos no desaparecen, simplemente se vuelven parte de la invisibilidad para que surja algo nuevo". ¿Pero que surge? Seguro que no es el peso de la ausencia.Sería demasiado obvio, y la niñez es cualquier cosa menos obvia. Entonces me puse a pensar en mi primer amigo de Rock and Roll, Gastón, y recordé su casa.   
  La casa permanece deshabitada, oscura, huérfana de nuestras risas ebrias, con musgo en las paredes, rotos los cristales de las ventanas, el jardín repleto de malezas y escombros, en el patio se siguen amontonando volantes de publicidad. Gastón hace un tiempo renunció a la vida, se cansó de sangrar a oscuras atrapado en esos huesos carcomidos por la crudeza de los inviernos, se soñó capitán de nubes aquella mañana clara de julio y arropado por unos fríos copos de nieve buscó reposo en el lecho celeste. Malvivió sus últimos días en una villa de emergencia, estaba por ser padre por tercera vez, no había cumplido veinticinco años, ya no escribía poemas de amor ni entonaba dulces tonadas; sus musas con los pechos mustios y arrugados agonizaban envueltas en una cortina de humo, con los labios chorreados de lúpulo recorría las calles de la ciudad vendiendo baratijas, chucherías, anillitos con esmeraldas de plástico, cajitas musicales con melodías tristes.
  La última vez que nos vimos fue en “ El molinito azul” de madrugada, con unas copas de más y ese deseo amargo de quemar las naves, dar el gran bostezo y marcharse quien sabe a dónde. Ambos admirábamos el lascivo show que ofrecían las caderas de Pía y Maia, esas actrices de tobogán roto que ataviadas en plumas y lentejuelas, junto a un pajarraco apodado Bobby representaban con mucho humor lúbricas escenas de la vida conyugal. Gastón se veía tan bien, con los pies extendidos en una silla, con el mechón de pelo azabache cayendo por su frente y el vasito de tres plumas. Eran los últimos días de aquel fatídico año dos mil uno, plagado de catástrofes, en el que mi generación perdió en un abrir y cerrar de ojos la ingenuidad, y comenzó a vivir con los dientes apretados, convirtiéndonos poco a poco en huerfanitos que preferían elegir un nuevo disfraz antes que hundirse en la cruel realidad. El azar nos había juntado en ese antro de luces mortecinas, cuyos baños fueron testigos de picaduras letales y de fellatios ocasionales. En esa época Gastón vivía en un cuartucho de un ambiente, con las paredes empapeladas con fotografías de jugadores de fútbol, junto a Ivana el amor de su vida, la madre de su primer hijo; al fondo en un patio de tierra cómo única vegetación se alzaba una inmensa planta de cannabis sativa, a la cual mi amigo le prestaba especial dedicación. En el cuarto, había fotos polaroids de viejas estaciones de servicio por las que mia migo, sentía especial fascinación.
   Por aquel entonces yo había comenzado a tener una vida noctámbula, y al volver del colegio me quedaba dormido en el colectivo y aparecía en sitios alejados. Lo asombroso en aquellos días era encontrármelo a Gastón sentado a mi lado, leyendo algún comic, o cruzármelo de frente en cualquier calle, en diferentes barrios. A veces me ignoraba, hacía de cuentas que no me veía. En muchas oportunidades acaricié la idea paranoica de que me perseguía, de que se había obsesionado conmigo y secretamente urdía algún plan perverso. No era fácil mantenerse en pie, cotidianamente asistíamos a pequeñas muertes, habíamos comprendido lo trágico y sus voluntades, en el viento flotaba esa sensación de que muchos sueños se habían desbaratado para siempre; algunos amigos se habían extraviado en los laberintos azules de una secta y se habían auto condenado al encierro, a la oscuridad, otros salían a la calle temerosos con el rabo entre las piernas, sabiendo que los sabuesos de toxicomanía los tenían acorralados; en medio de tanta incertidumbre solo una certeza podíamos atisbar: no se podía confiar en nadie, ni siquiera en nuestros padres.
    Recuerdo que en ese tiempo usábamos como guarida, la casa de Nicolás Marzol, quien llevaba la delantera en cuanto a medallas y trofeos conquistados con su poesía sentimental, cuyos versos almibaraban el duro corazón de las señoras casadas y aburridas que asistían a los certámenes de poesía organizados por el gobierno. Nos instalábamos ahí, hasta que pasará la tormenta, luego retornábamos con la frente alta, en busca de las musas y los ruiseñores, convencidos de que éramos jóvenes y hermosos, casi inmortales.


¿ Qué es la poesía?- le pregunté un domingo de lluvia en San Francisco del Monte de Oro, después de jugar un partido de fútbol. Se puso de pie y recorrió con la mirada las paredes estropeadas de aquella casucha con techo de chapas de zinc que usábamos como vestuario, luego me abrazó y señalándome una mancha de humedad en el tirante, me dijo:-Ves, ese león brincando entre llamas, ese oscuro andrajo oscilando entre las dunas, ¿Podes ver esa muchedumbre de árabes enfurecidos que avanza entre una tormenta de arena, con antorcha en las manos? Bueno, eso puede ser poesía, así cómo también escribir: “Sobre tu esmeralda fría/ mi carne no quería/ quemar / mi corazón se volvía/ verde como la carne de la mar.
Después la huella vertiginosa de las desapariciones, cómo una madeja soltó sus corolarios de sufrimiento, la muerte no tuvo cuerpo, y desde las gradas vacías pájaros oscuros parecían aplaudir con su lóbrego aleteo. Su muerte se subió a mi garganta como un sollozo, ya no pude caminar, en mi oscura concavidad derramé mil lágrimas, tal vez la lívida luz de sus huesos me cubrió y la pálida dama se fue acercando y comencé a tener miedo.
 Crecimos casi sin querer y algo nos golpeó con rudeza. El pueblo ya no volvió a exhalar los mismos aromas, los días fueron como gitanas sin pies desnudándose en una fuente, nos fuimos preñando de alegrías indecorosas y los domingos ya no se coronaron de crisálidas ni hubo una sucesión de lunas dormidas sobre ascuas de topacio. Comenzamos a vivir épocas signadas por el abandono y el desamor, conocimos mujeres con pelambres de panteras enmohecidas, con más de una prohibición, un seno tímido y unos cuantos tiros en la espalda, con bragas colgadas como hiedras desde la ventana de un cuartel, nos hurtaron los robles ocres caramelos y las guitarras deshechas de polvo delataban el luto, en el que comenzamos a vivir, soñando con un ansiolítico del tamaño del sol que tapara tanto agujero abierto tan de prepo. Comprendimos que las posibilidades de un buen final eran nulas, que el mundo no era más que una libélula moribunda sin alas, ya no había luciérnagas en nuestras cabezas; de repente nuestros cuerpos se habían vuelto desobedientes, nuestros padres comenzaban a incubar raras enfermedades, las mascotas arrastraban su sarna por la tibieza de nuestros columpios, había derrumbes de babeles zurcidas con hilo dental y los blandos dedos se marchitaban al hundirse en secas delicias.


Gastón concebía a la muerte, como un arco iris oculto tras un abismo, y la esperaba con dudas, pero sin temores pues anhelaba que esa puerta lo llevara hacia otra luz, hacia otra orilla donde fuera imposible encontrarse con las cenizas de sí mismo. Todavía lo puedo ver herido, con una interminable bufanda roja cayéndole por el cuello como una serpiente encantada, con la sonrisa fluyendo de cada herida, de cada hematoma, lo veo regordete, pálido, habitando un cuerpo ajeno, extraviado en un drama brutal de envilecimiento y degradación, montado en las calles polvorientas de ese pueblo, que dio su estertor junto a nuestra infancia. Tal vez esa imagen teñida de sangre, consolada por una mueca dulce, sostenida en un mi mayor, sea cómo un tesoro hallado a un paso de mi perdida de intereses por bucear, una perla que con su fulgor nos incita a seguir buscando ese nido que en tierra abandonamos un día.


“A otros les brotan las coplas /como agua de manantial;/ pues a mí me pasa igual;
aunque las mías nada valen,/de la boca se me salen /como ovejas de corral.
Que en puertiando la primera,/ya la siguen los demás,/y en montones las de atrás
contra los palos se estrellan,/y saltan y se atropellan/ sin que se corten jamás.”
Martín Fierro, J. Hernández

m.g.f

Foto: Robert Frank

viernes, 5 de marzo de 2010

SIN HABER EMPEZADO POR QUERERNOS

El hombre descendio la escalera
sin mirarnos, cantando algo así:
" Días transparentes, días sin dientes
  yo cargo mi ataud, vos me das tu luz
  son tus huesos los que me pesan,
  son tus pechos los que me besan."
Iba tan distraído que no se dio cuenta
que yo estaba media desnuda,
y vos como siempre te hiciste el tonto,
no pensas en otra cosa que en estar dentro mío.
Entonces me dio ganas de hacer eso
que a vos te gusta tanto,
y me imaginé
que escribía
en la arena mojada,
mientras miraba tu espalda,
me imaginaba  que era feliz
mientras exprimía tu limón.
Ahora empujo con mi lengua
la punta de tu lengua,
y tu dedo se hunde
en mi boca sin abismo,
y mi sexo habla con tu sexo,
se cuentan mentiras,
se invitan a jugar,
y son los árboles
los que cobijan,
este encanto de penetrarnos
sin haber empezado
por querernos.

Annabelle Wolf- Naschel-Nació el 24 de Junio de 1990-Tiene en preparación un libro de relatos titulado "Amores descarnados".

jueves, 4 de marzo de 2010

MASTICANDO DESEOS AJENOS

Aprender a masticar deseos ajenos con la boca abierta, susurra mi abuelo desde una cama en el manicomio. Antes de dar el paso definitivo, con gran dedicación, se encargo de arruinar de una vez por todas la vida de mi padre.
El mundo no es mágico, mágica es la desgracia de vivir e él, debió decir el viejo entre los dientes antes de encender fuego la casa. Pudo agregar mientras las llamas lo devoraban todo, que la vida no es más que un juego dónde uno apuesta eso que llaman cordura.


   Las hormonas terminaron comiéndose a las neuronas, dijo mi prima antes de escapar de casa. Enero al galope. Calor enfermizo. Ella gritó, luego suspiró. El verano termina por enloquecernos a todos. Fue una noche antes del aniversario de bodas de mis tíos, llevó su amante-diez años mayor- lo ató a su cama, y no lo dejó dormir hasta quedar exhausta. Un cuerpo puede estar tan cargado que al revelarse brota un fuego fulminante, escribió en su diario, justo cuando su bote empezaba a hacer agua por todos lados.


Según el libro de las Revelaciones, libro inédito del aún más inédito poeta Ruben Rogelio Almada, no aspiramos a otra cosa que a un puñado de ilusiones promiscuas. Somos meras exhalaciones emanadas luego de un breve duelo carnal. Impostores que llaman vida a la suma incesante de derrotas.


Algunos sucumbieron a su propia soledad, se volvieron mansos por comodidad o cobardía, trabajaron inútilmente por dar forma a una vida envilecida por anticipado. Algunos llamaron a gritos a la locura y no les contestó.
Como yo esta mañana, desnudo en la cama, con la demencia dentro de mí, sorda locura a la que reto, con los ojos extraviados en un punto blanco que poco a poco va creciendo, y a su paso tragando todo lo que inútilmente nos rodea.
M.G.Freites




LA ÚLTIMA LLUVIA


                                                              Para mi poeta imposible- Una pena que no me pertenezcas-

   Entre estás paredes descascaradas de mi cuarto en penumbras, pasan los grandes días sin hacer ruido, pasan las libelúlas  sin posarse en mis manos extendidas, pasa el humo de los sueños. Pasa tu mano, pasa tu lengua y también no pasa nada.

Esta tarde lluviosa poseída por un extraño pensamiento dibujé pájaros que ciegamente daban contra mi ventanal astillado de tanta soledad. La soledad de tu sexo frío en mi cama, de tus muslos fosilizados por el hielo.
Los libros que inútilmente amontono, obstruyen el corredor, y así es imposible hacer el aseo. Me quedo desnuda frente al espejo observando esa mujer que avanza hacia un esplendor aún no visto. Esa mujer que es un reflejo de mi reflejo, un fantasma que brota de mi sexo aburrido.
Estoy segura, que de no haberte conocido, estaría muerta, muerta a los pies de la cama. Tu eres al final de las batallas, quién me quiere, quién más me ha querido. Aunque a vecesno quieras otra cosa que hacerme el amor.
A estas alturas es una buena excusa fingir que tengo frío, echarme en la cama , y a solas, observarte entre las cosas, esperarte desnuda bajo las sábanas con los pechos helados, deseosa de una caricia tuya. Olvidarme del vértigo de los días en la ciudad, del vapor que sale de las bocas, y se esfuma con el paso de la locomotora.
Pobre vida esta de no tener más que una loca ambición de besos, de caricias, un deseo aún no saciado, y estar bajo el dominio del asma y la melancolía.
El tiempo gotea a través de las manecillas del reloj, y los pájaros que dibujé aletean entre las hojas del cuaderno. La ilusión de un tren que surge entre la lluvia es lo único que me sostiene
mientras rozo con delicadeza mi sexo.
Mi frente hierve, alucino y te veo entrar nervioso, te oigo decir algo sobre tu mamá.
Te pido que te quites el swaeater, te acuestes conmigo, así me das un poco de calor , y tu me dices que esta edad tan difícil pasará junto a la fiebre y al coqueteo, y ya no volveré a ser esta chiquilla, que mientras aguarda el arribo de su prometido, sueña con tus manos bajo su vestido.  Con la última lluvia habré huido con tu cuerpo a cuestas.

A.W
PINTURA: LLUVIA, VAPOR Y VELOCIDAD de Turner:


miércoles, 3 de marzo de 2010

¿DÓNDE ESTÁ JORGE?



Llevaba más de seis horas esperando y el colectivo no salía. Por la tele se anunciaba que los cortes de ruta seguirían. Hacía un calor infernal. Los ventiladores giraban pesadamente. Seguro que alguien se robó el aire. No se podía respirar. Mejor no amargarse. Al frente de la terminal había un barcito. Estaba lleno, la mayoría pasajeros que no podían llegar a destino. Me acomodé en una de las pocas mesas que quedaban disponibles. Pedí una cerveza, tomé un largo sorbo, y llamé a Almada.

- Esto viene para largo. No sabes lo que es esto. El calor, la gente, las moscas. Apenas se arregle todo te venís.
-No te cuelgues, huevón. Mira que estos compadres son pesados. Te descuidas y todo se va a la mierda. Llámalo a Reynoso si se complica. Mañana salgo para allá.

Puse una moneda en la rockola y empezó a sonar "New kid in the Town". Afuera el sol brillaba con violencia, las calles estaban casi vacías. Tenía la camisa empapada, pegajosa. Marqué el número de mi enlace y me atendió el buzón de voz.
- Aló, soy Anahí, en este momento estoy ocupada, no te puedo atender. Deja tu mensaje. Luego te lo respondo.
-Estoy varado en Esperanza, negra. No voy a poder estar en Ñemby esta tarde. Habla con tu gente. Almada en unos días viene. Llamame. Un beso, tu boludo favorito.
Había salido dos días atrás. Asustado, muy asustado.Con la cola entre las patas. Las dos veces anteriores el negocio se había podrido. La tercera es la vencida. Si sale mal me voy a pique. Tenía apuro por cruzar, me jodía la idea de quedarme aquí con este calor. Pero después de la quinta cerveza, Anahí y su gente podían esperar.

Lo creí ver en el baño. Al principio estuve seguro que era Jorge. Estaba casi al fondo, peinándose, frente al espejo. Se veía bien. Un poco más viejo, pero bien. Mucho mejor que yo. Con varias millas encima, eso sí. Andaba con unos lentes Bob Dylan, el pelo hasta los hombros, y una maleta blanca. La camisa arremangada.
Jorge ha sido el único adulto por el que sentí admiración. Una especie de punta de lanza que no se rendía ante los embates de los dueños del mundo, un autentico Indiana Jones de la jungle urbana con muchas arcas por perder. Éramos compañeros en la facultad. Un colega legal. Una de las pocas personas a las que les interesaba más escuchar que hablar. No podías dudar ni un instante que él iba a estar de tu lado cuando la cosa se pusiera fulera.
Un día largó todo, desapareció. Se borró. Sentí envidia. A mi también me hubiese gustado borrarme. Amar es desaparecer. Es perder de vista todo lo que nos rodea.
Terminó de peinarse, dio media vuelta, me miró fijo y empezó a reírse. A medida que se acercaba se reía. Me acordé de una compañera que decía que era el tipo más sexy que había visto. Ninguno de ustedes pendejos a esa edad se les va a parar, nos decía. En eso Jorge ya estaba encima mío, abrazándome, insultándome.
-¿Te acordás de mi? ¿Que haces acá hijo de puta? Estas hecho mierda, loco.
Jorge estaba eufórico. Yo trataba de expresar mi alegría. Pero no había caso. No pude. Apenas, qué buena onda verte, Georgie. Mató tu pinta. Tanto tiempo. Es tan chico el mundo.
- Puta la cagaste, para ser amargado, decíme al menos una vez que estás feliz. Contame de los chicos, dale.
-Mejor vamos al bar.
-Tenés razón. Hago una llamada y voy. Esperame con una cerveza.


Me senté en la mesa, pedí la cerveza y esperé. Al cabo de una hora me pareció verlo subir a una camioneta.
Seguro le pasó algo. Va a volver, me dije y seguí mirando tele como un autómata. Se hizo de noche, y pude embarcar en un bondi destartalado. Al otro día ya estaba en Ñemby.
En el hotel, mientras fumaba, me puse a pensar si no había sido una puta aparición. No puede desaparecer este hijo de puta así. Después me puse a pensar en lo que podríamos haber hablado. Entonces le encontré la razón. Hubiese sido una mierda. Él conocía mis amigos, yo no conocía sus amigos. Además iba a tener la incómoda obligación de explicarme por qué dejó la facultad, dónde estuvo. Mejor así.
El negocio salió para la mierda. Anahí y su gente se echaron atrás. Casi nos cogen los paraguayos. Tuvimos que vender todo por nada a otros tipos. Para colmo Almada se agarró una intoxicación y anduvo con cagadera tres días. Volvimos hechos añicos. Con mugre hasta en el pico.

Cuando estuve de vuelta en Las Lajas, le conté la historia a Matías. No se sorprendió. Hace unos años estuvo con un tipo que lo había conocido a Jorge. Le contó que también había desaparecido. Me parece bien. Es un derecho desaparecer. Por más amistad que exista ningún jodido amigo, va a estar en tus zapatos. Es bueno perderse, ver nuevas caras, olvidar el pasado que arrastramos y empezar de nuevo. Conozco gente que desapareció llorando, pero estoy seguro que Jorge se tomó el palo cagándose de la risa.
En este momento, seguro que alguien esta desapareciendo por su propia voluntad, en algún punto. A veces sueño que yo también desaparezco, para no tener la obligación de escribir, para no cruzarme con viejos amigos que me refriegan sus éxitos en la cara, para no tener que soportar tus negativas a tener sexo oral.







ESA CODICIA LEJANA

Desde niño quise saber como vestía la muerte. Un día tomé valor y pregunté. Me dijeron: “El suave instante en que la muerte te caricia es una codicia lejana “. Ese día tuve un sueño perturbador .Me vi muerto, abandonado en una cama de hospital .Todo estaba en silencio. El cerebro del enfermo de al lado chorreaba y caía dentro de un vaso de agua. El ventilador giraba pesadamente. En una bañera nadaban mujeres con escamas. Una enfermera de rasgos vampirescos meaba sangre sobre mis zapatos. Luego el ruido de un cristal quebraba la calma.



Desperté sangrando. El sol dibujaba una serpiente en la pared penetrando por la persiana entreabierta. Pensativo me senté en la cama y vi como la sangre manaba de mi pecho. El jardín yacía cubierto de cuerpos. Los limoneros tiritaban de miedo y su escozor corría por los senderos de piedra sin eco y sin respuestas. La casa se engalanaba con serpentinas, guirnaldas, globos y caballitos de papel maché. Mi hermana cumplía quince años. Desde el living llegaban los gritos de algarabía de los chicos.


Miré por la ventana las calas que hay en el centro del patio junto al pozo en desuso y se me antojaron más tristes que de costumbre. Advertí como con el paso de los días sus flores blancas habían ido perdiendo tersura. Sentí, de un modo extraño que me acercaba a un hecho doloroso, crucial, que cambiaría para siempre mi vida. Me pregunté si la tragedia no había iniciado su andar en el momento en que decidí preguntar por la muerte.


El sol era ahora un resplandor enjoyado astillando mi mirada. Vi una gran sonrisa suspendida en el aire. La cara de la muerte enmarcó poco a poco la sonrisa. Me desnudé, puse el caño del revólver en el paladar. Cerré los ojos, me masturbé, y cuando estaba punto de eyacular, apreté el gatillo.


Mamá prendió las quince velas. Mi hermana se aprestó a pedir tres deseos. Las velas se pagaron. Se negaron a concederlos. Volví a apretar el gatillo. Se escuchó el estampido. Todos rieron al advertir que venía de mi cuarto.

Rodrigo Heredia, Tilisarao

LA SALVACIÓN INÚTIL

Después de todo no sé finalmente / lo que nos salvará
un avión que surca el cielo / un caballo que pasta a orillas del río
un puente de madera / por el que cada tarde/ cruza el sol.
Horizonte / paredón/ garúa/ de tarde ardor
sale a ver las flores/ que se pudren
las parvas que guardan/ el calor del mediodía
y sueño que lo salva / ese destello que se filtra
entre los huecos de la pared.
Annabelle Wolff
Villa Mercedes

LA NIÑA TÍMIDA


Los días poco a poco extienden su fulgor.

El río caudaloso, corre entre peñascos.
Impacientes llegan las noticias de la ciudad
Rumores van, rumores vienen, como flechas.
En unos días estarás de vuelta.
Extenderás tu pesado cuerpo en la hamaca
y convertido en un hombre me contemplarás.
Para ti seguiré siendo la tímida chiquilla
que sigue escribiendo tu nombre junto a su nombre
en los cuadernos que hojeas con indiferencia.
Me contarás de los pescadores que habitan el sur,
de la mar y su embrujo, de las chicas extranjeras
que se pasean sin pudor desnudas por las playas.
Hablaremos en voz baja.


Nadie se enterará de lo que me sucede.
Jamás te diré que cada noche inventó tu cuerpo
en la oscuridad, adivino tu rostro en las sombras,
que aún conservo el clavel que me obsequiaste
para pascuas, que mojo todo al recordar tu voz.
¿ Cómo será poder besarte ?
Me preguntó esto,
y los días corren entre racimos de sol.


Cada vez me pesa más la ilusión de quererte.
Desmaya mi adolescencia el furor de tu cuerpo en celo.
Mientras tanto los segadores siegan soles de azufre
y fúsil en mano piden tierras propias
dónde sieguen su propio trigo.


Mamá borda con esmero pañuelos
y cada tarde se asoma al viejo camino de tierra
esperando ver llegar a papá.
Partió al norte, rumbo a los grandes bosques
y hace dos meses que no sabemos nada de él.
“ Te traeré vestidos de seda, collares de perlas
cinturones de plata, y zapatos de charol “
La mujer que se queda no se contenta con el oropel
de una promesa que hace agua por todos lados.
“ Más vale ir al encuentro que esperar”
escribe el poeta que en medio de tanta soledad
aprendió el lenguaje del viento, de los pájaros
y cada noche se transfigura en aullido fugaz.


El galán enamorado viste a la moda,
promete alhajas, promete regresar pronto,
jura y vuelve a jurar que labios de mujer oscura
en su viaje él nunca habrá de besar.
¿ Pero como creer que pechos desnudos
no ha de mirar?
Pechos blancos de luna /como los que yo te daría
si algún día/ me supieras amar
más blandos que la espuma / del mar.


En la almohada , mientras aguardo tu llegada
hay una carta que quema, palabras insumisas
que arden, y no se si te voy a entregar;
y en mi roja boca cien besos que me ahogan
por que nunca te los voy a poder dar.

Ivana Fucks