lunes, 31 de mayo de 2010

CON SUS PROPIOS OJOS

Por M.G. Freites.

A Iván, en la distancia.
Es de noche y no puedo dormir, saco a pasear esta ansiedad por las calles desoladas del pueblo. Pienso en mi amigo, mi viejo amigo que en un vuelo de pájaros descendió por el precipicio azul, se fue una noche, y el tiempo hizo de su adiós un fantasma que muy tarde viene a acosarme con su estrella ciega, oscura de tanto olvido. Todavía lo escucho decirme, necesito un compañero en mi falta de fe, lo puedo ver con las piernas extendidas vaciándose un vaso de grappa, un mechón de pelo cayendo en su frente, y esa mirada extraviada en algo que siempre parece estar más allá.
No puedo decir que lo eché de menos, creo que ya era tiempo de buscar en lo perdido una tregua, un lugar distinto dónde pudiéramos ver la vida por separado. Siempre uno debe estar corrigiéndose aunque tenga mil años, decía mientas intentaba tratar con lo agonizante. Recuerdo los días en que caminábamos descalzos por la calle, con un libro de Bukowsky y dos vinos en la mochila, puedo imaginar dos absurdos canallas hablando de coches y de mujeres, a un costado de la vida, con las esperanzas perdidas en forma prematura. Recuerdo el banco de la plaza desierta en madrugada, dos sujetos que lo ignoraban todo de la vida, tirados allí ideando un suicidio, un asalto, una muerte decorosa entre tanta desgracia.
Ahora todo no es más que un remolino de palabras amontonadas contra toda voluntad. Inútil resulta a la distancia contar como atravesábamos puertas de vidrio en noches de alcohol, mientas los colectivos partían con rostros aplastados en sus ventanas. Días en que recorríamos la noche sin haber tocado una chica. La verdad es insoportable, decías, mientras tratabas de librarte de todo lo que cuesta esfuerzo.
Tuvieron que pasar años para calmar ese ardor que nació con nosotros. Siempre, siempre soñando con irme de este pueblo donde me quedó mirando una pared llena de inscripciones, fumando un Lucky Strike, y soñando con despertarme junto al mar con una chica macedónica. Y ahora es mi hermano el que se ha ido y se despierta junto al Pacífico entre los brazos de su mujer.
Aquí me he quedado yo, sin atravesar la línea aún, cuidando de mis padres y de mis asuntos, tengo una mujer delgada varios años mayor que yo, es melancólica y cree en la vida extraterrestre, tenemos mas de diez gatos, un perro que no ladra ni muerde, trato de no pensar mucho en todo esto, pero cuando uno menos lo piensa, es cuando más tiene los ojos puestos en todos lados.
Tal vez todo debía ser así, mientras todo ocurre sin orden aparente debo seguir luchando por convertirme en un hombre, y salir, de aquí, salir con la esperanza de que hay otro sitio, otra vida, aunque cada día esto parezca una inútil ilusión.

AQUELLA SUMA DE DÍAS FELICES

... tú que danzaste/enloquecido en la plaza desierta/ tropezando/hiriéndote las manos en el trapecio del silencio/en pie contra las hojas muertas que/ se adherían a tu cuerpo, y contra la hiedra que tapaba /obsesivamente tu boca hinchada de borracho/ danzas, danzaste/sin espacio... Leopoldo María Panero
                                                                              
Por Ivana Fucks


Al principio la ciudad como un lecho desolado por el abandono, luego las guirnaldas grotescas que penden de los árboles, el hombre que crea la historia del avión que va a despegar y tambalea por la pista, los niños que dibujan en la corteza de los árboles que yacen muertos en el camino, la manía de las citas y de las frases, la publicidad, y al fin nosotros, mis amigos y yo.
La escalera con peces muertos en cada uno de sus peldaños, la idiota sin remedio que llora dentro de mí, esa sensación de que no seremos derro tados jamás,q ue triunfaremos si nos tomamos las manos, y gritamos bien fuerte, como cuando éramos niños, y el jardín se llenaba de bruma, de fantasmas, y armados con palos atrapabámos espectros.


En el interior de la casa, las sombras que musitan cosas por lo bajo, las velas parpadeantes que hieren de melancolía la penumbra, el comienzo del verano insinuándose en cada grieta, en cada soplo. Imágenes brumosas, melancólicas,  de las callecitas de tierra, paredes descascaradas, habitaciones vacías con virgencitas tristes.
La navidad anunciándose con estruendos de cohetes, con villancicos mudos, con guirnaldas que ahorcan las ramas de los castaños. Muérdagos falsos amarrados al hilo que mueve el misterio.
La historia del avión, en una época signada por la guerra, caminitos de provincia adornados con minas antitanques, muros empapelados con rostros de líderes de la muerte que han desaparecido entre las hojas de un periódico.
El avión que se alza antes de la tormenta, para deshacer las gotas, para robarle el brillo a los relámpagos, para domar el vendaval.
La publicidad, el diario motivado por la publicidad, tres amigas, un auto una ruta y la vida que ya no despeina.
Albertino, casi igual que un año atrás, su cuerpo frente al espejo, inmóvil, fosilizado en un ligero rapto de vanidad. El cabello oscuro zigzagueando en el lento ademán de sus manos, que se alzan para explicar lo inexplicable. La pollera de jeans, las zapatillas con plataforma, la musculosa con Patti Smith en el pecho. Con su voz de napalm en la cabeza, desnudándonos los huesos. Y esta morosa voluntad de nombrarla, que se apodera de mí, cuando la hoja en blanco me muerde la mirada.
Ahora sí un puñado de historias. Princesas de oropel que en una caricia consumen su vano esplendor. Caricias que se ocultan en la tibieza de un sostén. Las diferentes reencarnaciones del amor. Nosotros, mis amigos y yo.
El recuerdo de los balnearios, cuando los chicos éran oscuros, secos, flacos como palos. La resignación de ser invisibles para los ojos de nosotras que encendíamos de lava ardiente cada rincón de sus cuerpos. El tiempo que por esos días era enorme, la fe en Dioses de fantasía, en ídolos que se colgaban una fender y desafiaban el mundo. No, no este tiempo cobarde, de amantes de alquiler, de promesas rengas, de besos hipotecados , de cartas suicidas que se escriben y se arrojan al viento. Y la noche ahí, desgranando su corolario de tentaciones. Ese dejo hiriente a callejón sin salida resoplando ahí...

Fotografía: Philippe Halsman


jueves, 27 de mayo de 2010

LA POÉTICA DEL ENCIERRO

En alguna parte de esa apropiación de voces errantes, que son los poemas de Paisaje Final, Rubén Rogelio Almada habla de la convalecencia como de una verdad insoluble que se sobrepone sin esfuerzo a esa perpetua mentira que con total confianza llamamos vida. Esa convalecencia dice el poeta nos libera del encierro, nos empuja hacia los márgenes dónde otra existencia se desarrolla alternativamente. Escapar de esa comodidad conlleva un gran sufrimiento, es un parto doloroso, una expulsión hacia un sitio dónde debemos hacernos cargos de nuestras vidas.” Tomar el control es un martirio cotidiano, por eso detentamos nuestro poder en psicólogos, curas y manuales de autoayuda”, afirma Almada en una entrevista. El paisaje final, podría ser esa visión crepuscular que tiene el “yo poético” cuando se da cuenta que es preferible hundirse en la amarga verdad antes que elegir otro disfraz.

A lo largo del relato casi inédito Auto combustión Esotérica, hay un personaje que constantemente se pregunta ¿Qué hay tras la gran salina? Lo desesperante cuando uno lee es que nadie parece atreverse a contestar esa pregunta. Tal vez porque nadie se ha atrevido asomarse a ese abismo, cuyo preludio es la nada. Tal vez porque todos prefieren habitar la comodidad del encierro, antes que enfrentarse a ese páramo que surge dispuesto a devorar a todo aquel que se arriesgue a atravesarlo.


El encierro representa en la escritura, ese sitio dónde el ser humano es condenado desde el mismo momento en que es engendrado. Desde la placenta a la incubadora, desde la cuna al ataúd, los dispositivos de encierro, aislamiento, reclusión forman parte del paisaje natural del hombre. La distribución de los espacios es uno de los principales instrumentos de dominación, nos dice Almada. Es evidente esto en El catalogo de la literatura diestra dónde un gramático propone una clasificación taxonómica de los estudiantes según el lugar dónde viven. La mejor manera de estudiar, dice el docente, es recluirse en un cuarto. Tendré que poner en práctica la misma estrategia que utilicé para dejar las drogas, y la imagen nos recuerda al film Trainspotting.


La escritura también es minimalista. Almada va construyendo espacios cerrados con sus sentencias. Con esas frases que parecen elevar muros, construir diques para contener la hemorragia creativa. Otras veces su escritura utiliza la apropiación y recomposición. Es decir recorta fragmentos de otros textos para luego unirlos de forma aleatoria. Pese a cierta anarquía que parece predominar cuando elige esta técnica, es inevitable percibir cierta idea de orden que va enclaustrando aquellas palabras adeptas al libertinaje.


“ Soy un lector que descendió a la categoría de escritor y eso me facilita a no tener ideas previas de cómo tienen que ser las cosas y a estar más listos para escribir, con la mínima de las nociones que uno puede tener". Esto explica que Almada sea el mismo escritor de la extraordinaria y asfixiante "Estepa semifusa " como de la abismal "Aquí vamos eternidad". Recitada hasta el hartazgo en los bares de la ciudad por borrachines que al calor de la madrugada escupen un poco de aliento poético, incitados por el fragor de la ingesta alcohólica desmesurada. Estamos hablando de un monstruo huidizo. "Donde la gente ve guerra, yo veo otra forma de paz ", asegura Almada en el prólogo de la primera edición de Preludio Desafinado. "El monstruo es una cualidad que cuando estás manejando algo que podría llegar a ser arte aparece, porque es desacomodado, inesperado, no forma parte del cánon o de lo que debería ser lindo. A mí lo lindo no me atrae, a mí me atrae lo bello".


Lo bello, en Almada , muchas veces surge de la contemplación desde el encierro. Una reclusión voluntaria que nos permite ver con lucidez el camino recorrido. Sin dudas en su poesía el espacio es mucho más importante que el tiempo, por lo general, los relojes, los calendarios aparecen como instrumentos en desuso, porque tal vez la única forma de abolir esa monstruosidad vertiginosa que es el tiempo, factor principal del envejecimiento, es encerrase en su propia caparazón, y construir una cosmogonía personal regida por nuestras propias leyes. “La manada, la tribu es lo que al fin nos destruye, y lo que es peor lo hace de una forma tan silenciosa, que cuando nos damos cuenta es tarde. Su principal artificio es la afirmación de ese eterno desnutrido, niño hambriento, también conocido como yo”.

AQUÍ VAMOS ETERNIDAD


En el momento en que dijimos, aquí vamos eternidad.
La hiedra se detuvo junto a la vulva y de sus paredes mucosas
brotó una lluvia de palpitaciones.
Nosotros también nos penetramos, y a veces un poco
deslumbrados por el placer
nos quedamos por ahí... tambaleando.
Con toda nuestra virilidad adentro.
Pero la cosa recomienza, y siempre volvemos
a ser lo que éramos.
Unos fetos, un escupitajo pegado en las sábanas,
una mancha reseca en la pared.
Los deseos turbios de nuestros padres
animales en celo, creándonos sin amor,
(en estas condiciones ¿Qué es el amor?)
sumidos en una calentura vil,
copulando como si fuesen unas yeguas
nuestras madres.
El espermatozoide boquea en el agua oscura del inodoro.
La vida es un relleno de cosas innecesarias.
Avanzamos impulsados por la esperanza de un buen final.
Pero no es posible. Sólo resta un temporal que acomode los despojos.
No somos más que deshechos atrapados. Sin preguntarnos, sin interrogarnos.
Habrá que ver lo que es seguir... Pero que siga, que siga...
sin detenerse. Que se fugue en su ceguera.
Nadie escapa de este campo de concentración.
Y cuando comienza uno a fornicar a grandes rasgos,
sin sentarse en una pija, sin probar la dulzura
de un glande adolescente, sin mascar el prepucio
de un hombre desesperado,
el culo comienza a anegarse
y se termina por alquilar un cuerpo
por unos instantes,
sin ojos uno se adentra en el magma
ardiendo, ardiendo, ardiendo.
En el cenit del desgarro, boqueando,
recomienza su labor el miembro estéril,
y hay vientos-flatulencias por ahí. Resonando.
Torpedos anacrónicos del desfile patrio con estruendos estériles
sofocando rabias, sepultando caballos de próceres,
siempre desde este encierro, el único sitio dónde soy.
                  Rubén Rogelio Almada,Paisaje Final, 1978
Fotografía: L.D.Wolfe


miércoles, 26 de mayo de 2010

EL FONDO DEL ESTANQUE


A las siete de la tarde en verano el sueño del amor todavía perdura bajo las sábanas de una cama que cruje. El calor evapora los vahos que dejan en la piel los despojos de la pasión derramada. A lo lejos se oyen ladridos de perros fantasmas ahogados por el sopor de las sombras. Ella se cubre los pechos con las manos, y observa a través de la ventana un punto quieto en el horizonte. Piensa en su madre allá en el campo que arremangada amasa el pan de los domingos, en su hermana que pronto dará a luz, en los días que vendrán, en las moscas de alas azuladas que zumban alrededor del perro que dormita.

No se entiende la mayoría de las cosas, se arrojan tierra para no dejarse ver, y en una nube de polvo permanecen. Uno debe observar todo con muchísimo cuidado, poner atención en aquellas cosas que a primera vista parecen revelar su inocencia.
Él con el torso desnudo, aún duerme. Nunca le habló con palabras. Sólo con gestos que a ella le costaba develar. Su voz se había apagado mucho antes en la ineludible rutina de las horas, en el deseo del hijo varón que nunca llegó. Ahora con los ojos desvaídos busca el cuerpo desnudo de otra mujer alumbrada por relámpagos. Su cabello es oscuro, y se desmelena por la espalda hasta rozar esa cintura, dónde surge su desquicio.
Ella recuerda las conversaciones en el ómnibus, el abanico que como una pajarita de papel se mece, luego la invitación a pasar juntos un weekend, la casa rodeada de árboles, la brusquedad de sus caricias.
Cierra los ojos, y se ve muerta, en el fondo del estanque, donde el forastero la besó contra su voluntad. Abre los ojos, observa la habitación , los juguetes abandonados, las manchas que deja el ácido, la foto de su padre, la máquina que vierta una pasta azulada, las cosas inertes que la rodean hasta asfixiarla, y con resignación abraza el cuerpo del hombre que duerme.
Entonces comprende todo: el cuerpo en el fondo del estanque soltando la última luz, el corazón golpeando inútilmente en el agua, la muerte encendida en esos ojos que miran hacia adentro.

M.G.Freites


POEMAS - LUCIANO ACHERVI


IN CORPUS POST MORTEM

Es el mismo silencio el de la muerte
que disipa nuestros cuerpos al olvido,
in corpus pos mortem:
la sangre el derredor de la sombra
separada de la corteza mustia de la cercanía

al venir nuevamente,
la sórdida pasión de tus labios de ensueño
encarcela las acacias que el otoño enmudece
en su piélago marmóreo de sinfonía dinástica.

¿Qué tendrán los sonidos al abatir rumores
que fraguan una simple lágrima
de tiempo?
quizás las partituras que el cielo destrenza
en quietudes de lamento
o quizás un cuerpo que cambia
pero que parece luego de ser y habitado
la penumbra cercenada
..............................................................................................................
LUZ TESTIGO

Quedaba la luz impresa
en el firmamento de fuego,
quedaba la luz en bocanadas
de pleamares asmáticas,
sin rastros de las estelas
de luna didáctica
que tañen
en el pulso espasmódico de la tarde.
..........................................................................
JADE
La mirada cayendo sobre la grama de otoño. Detrás, el carrusel de ceibos en el entono manantial, sitiado por el chasquido de ciervos presurosos. Allí me detuve. La garúa como pétalos de jade providencial, destrenzando partituras de cielo entre verdores descendidos en sus cúpulas de seda. Bandolinas circulares, rizos geométricamente transitados por lazos de niebla estoicos, y la piel oceánica de hálito estertóreo, oscureciendo el digital con su tapiz violáceo.

 Luciano Achervi(Rosario, 1989)

UN BARCO EN LA FRONTERA

Por Luciano Achervi

Rimbaud y Sartre en el interior extraño de un habitáculo romboidal.
Afuera, la naturaleza incendiaria de primavera. Cipreses sorteados al azar del cierzo acompasan el devenir de la luna metálica en el pentagrama cetrino que se anuncia.
Sartre prende un cigarro mientras Rimbaud soliloquia cruzado de piernas a la par que abre su visión al exterior, percatando la luz irresoluta que extingue su llamarada en el eco asmático migrante.
Retorna la mirada y comienza a monologar.
En un ahogo infecundo, sólo trata de concentrar cada idea y rastro que prescriba la esencia misma de lo que es en verdad su postura, su cuestionamiento a presente y existencia misma, alrededor y epicentro de noche natural.
- Figúrese Sartre, lo que significa Francia en este momento, lo que puede ser y será. Sus suburbios que contemplan la decadencia social, pero decadencia para despertar los sentimientos y anhelos más profundos e intensos, más allá del logro que se les otorgue a quienes busquen despertar de la eterna melancolía.
Piense por un instante, si nosotros, franceses, construyéramos líneas divisorias, fronteras, pero que alcancen movimiento por sí mismas y que pudieran separar y sitiar todas las edificaciones gubernamentales insignificantes, y cada recoveco atomizado, constituirlo en un ente con poder propio.
Las fronteras en ese caso, avanzarían, socavarían con el instrumental necesario los espacios remotos para que sus voces pueblen la medianía del universo, este pequeño universo francés demonizado. No sé si me explico. Las fronteras del mayo francés, las llamaríamos, con su primaveral paisaje de revolución, aunados en ese cielo azul. Sí, en mayo y no en junio ni abril. En el mayo que se esconde de su pulso febril del invierno, pero que agita con estrépito su última escarcha pasajera.
Usted me diría con argumentos claros, que todo ello sería imposible de llevar a cabo, y tiene razón en dudar, pero dígame si no llevásemos este plan a la práctica, que demás está decir, faltan detalles: como quiénes van a integrar las fronteras, quiénes tienen la voluntad de ser franceses en las calles parisinas y, también, escoger el momento justo para aprovechar y desestabilizar; si no lo haríamos, qué pasaría, respóndame.




CRÓNICA DE UN VIAJE A LA NADA

    En el mediodía, la ciudad, los pájaros, la gente son una cercanía que va dejando el invierno al irse. Algunas veces San Luis se parece a una estepa miserable, donde sólo puede crecer la desidia.  Pienso esto, mientras nos sentamos en el colectivo. Matías abre una caja, y saca su nueva edición adquisición: la edición en vinilo de Grasa de las Capitales de Seru Girán. La caratula que imita la portada de una revista de chimentos surge impactante, como un caleidoscopio kitsch. Me hace recordar a la primera vez que tuve Revolver de Los Beatles. Lo compré, y no tenía dónde escucharlo, pero lo llevaba siempre conmigo. Me daba miedo dejarlo solo en casa. Píndaro pensaría que le estoy dando demasiada importancia a algo que no merece. 
Dando sacudones arranca el colectivo, Matías sigue hipnotizado recorriendo con sus dedos la textura oscura del disco. Esa piel melodiosa.

El sol hace resplandecer la autopista. Con tristeza veo evaporarse los caseríos suburbanos, las fábricas grises como gigantes varados, las casas prostibularias con sus cartelitos coloridos. Píndaro permanece indiferente con los auriculares puestos escuchando a Strauss.
 He conocido personas extrañas, seres con fobias, manías, pero ninguna como Píndaro. La primera vez que hablamos me explicó una extraña forma de afinar arpas, luego me preguntó qué era un bajo. Seguramente crecimos en la misma casa, sólo que él salió con elegancia por la puerta grande, mientras yo me emborrachaba en el fondo ahogando la ansiedad con tinto barato.
El campo aparece monótono a ambos lados, repleto de árboles raquíticos e islotes de quebrachos, sólo alterado por uno puestos miserables dónde lo único que relumbra es alguna represa de agua verdosa. Vemos una bandada de pájaros oscuros volar en formación perfecta junto al tendido eléctrico, un coche ardiendo sobre la banquina, vacas pastando, un perro huérfano tirado bajo el sol, y con Matías recordamos el poema de Rubén Almada, Aquí vamos eternidad, dónde describe en forma de polaroids un viaje alucinado en el que cada verso va generando un nuevo escenario. Poesía espacial.
Balde nos recibe con su aliento a desamparo. La estación de trenes habitada por una sombra de locomotoras a la deriva, cobija nuestra fatiga. El sol clavado en el medio del cielo esparce su ardor. Las vías del tren se extienden como un esqueleto de serpiente, amparadas por el pasto reseco y quebradizo. Matías se quita las zapatillas y sentado en posición de loto enciende un cigarrette. Unas chicas empujan una carretilla y le echan unas miradas a Píndaro, que dispara su cámara contra los muros derruidos de un viejo almacén. Los observo, y tengo la sensación que instantáneamente sus cuerpos han adoptado el ritmo del pueblo, cadencioso, lánguido, sólo perturbado por los coches lujosos y veloces que visitan las termas. Como decía el poeta chileno, Jorge Teillier, los pueblos tienen su ritmo, y el de Balde está sujeto al principio de quietud, como si un órgano de iglesia somnoliento resonara en el comienzo de la tarde.
Primitivamente, Balde, fue una estancia, un lugar poblado de vacas y peones, cuyo único acontecimiento era el paso del tren. Bajo la sombra de los tamarindos Fray Marcelino, repasaba sus lecciones de teología y soñaba con una vida de santo, mientras la cruz de Caravaca resplandecía en sus sueños.
Al lado de la comisaría, hay una glorieta que lo recuerda, como hijo pródigo del pueblo.
Nos sentamos en la plaza para planear algún recorrido posible. Moscas zumbonas vuelan de un lado a otro, bajo el sol pegajoso de primavera. Unos niños cantan. Decidimos caminar hacia las vías para hacer unas fotos. Matías trepa hasta lo alto de una torre, y desde lo alto me saluda haciéndome cuernitos. Píndaro se obsesiona con los vagones abandonados, y sugiere el argumento de un cuento, en el que la protagonista es nuestra redactora estrella, Ivana. Matías propone que vamos a Merlo a visitarla, alguna noche, y le llevemos de regalo algún libro de Poe. Tal vez después de leer algunos cuentos, podemos idear alguna linda orgía.
En busca de saciar la sed entramos a un bar. Al cruzar el umbral tropiezo con alguien. Es un sujeto, oscuro, grandote, con bigote. Me echa una mirada inquisidora, y con una botella envuelta en papel de diario, se aleja. En la rockola suena una canción de Creedence. Un gordo sin dientes que rumia un armado se nos acerca, y nos pregunta de dónde somos. Somos de La Ponderosa, responde Matías. El gordo piensa un momento, amaga una respuesta, se detiene y nos dice, espero que les hayan dado permiso.
Nos sentamos en una mesa coja de madera, que tiene grabada una rosa y una serpiente de manera burda, y pedimos dos ginebras y una paso de los toros. El cantinero, un sujeto flaco, chupado, con marcas de la viruela nos sirve en unos vasos de vidrio marrón, y nos pregunta si no sabemos quién son esos gringos que cantan, Molina, Molina. A todos les gusta esa canción cuando están borrachos, agrega, y sin esperar la respuesta se va, dando una especie de zancadas.
Desde un rincón unas sombras nos saludan. Píndaro devuelve el saludo con aprensión. Matías le dice que no se preocupe, que la gente en los pueblo es pacífica. Alguien de otra mesa se acerca con un vaso de vino, nos pregunta si se puede sentar con nosotros. Nos cuenta que viene del norte, que tiene un auto veloz capaz de ir a cualquier lugar, y durante un rato se queda mirando su vaso, ajeno a todo.

El sujeto que durante un rato se había quedado inmóvil mirando el vaso, de pronto levanta la vista, y empieza a hablar. Tengo un auto que nos podría llevar a cualquier parte, sólo me tendrían que ayudar a empujarlo. Una vez que arranca, no se detiene más. Matías le dice que podríamos ir hacia El Divisadero, tal vez animado por las palabras de Almada, quien nos aseguró que desde ese paraje se ven los mejores ocasos.


El Falcón se pone en marcha con facilidad. El ruido del motor parece atropellar la brisa helada que suelta la tarde. Píndaro se fija en un mapa gastado y le ordena al conductor dirigirse rápido hacia el norte. A medida que avanzamos el campo parece más ardido, como si una gran bola de fuego hubiese arrasado con todo síntoma de verdor. Filas de álamos delatan la presencia de una estancia perdida en el silencio. Con suavidad la noche se echa encima de nosotros. El hombre que conduce el auto, nos dice que nos va a llevar a dónde empieza la noche. La noche empieza en el cuerpo de una mujer, afirma Almada en su poema El fabricante de cisnes.

Vamos recorriendo kilómetros y kilómetros. Un rancho a punto de derrumbarse, un camión volcado en la banquina, un cartel que indica un desvío. El paisaje parece arrasado por una manada de felinos prehistóricos que han devorado toda forma de vida. El reloj no se detiene. La oscuridad se arroja sobre nosotros, y así casi a ciegas llegamos a un punto en el que dos caminos angostos se abren al infinito. Al lado derecho se ve un campo de maíz, recién segado, una casa pequeña que suelta bocanadas espesas de humo. En el cruce hay una flecha de madera en la que se lee “Macho muerto”. Realmente poco importa lo que significa, nuestra marcha ha concluido, el círculo se ha cerrado, tal vez continuemos viajando pero en este punto, todo ha terminado, y eso lo sabemos todos, excepto el conductor que bebe de una botella de plástico y nos invita a un prostíbulo dónde asegura que hay unas brasileñas que por veinte pesos te la chupan. Tras decir estas palabras suelta una carcajada como un graznido.
Sobre las líneas de alta tensión vemos volar unos pájaros oscuros sin rumbo, callamos, y sin fijarnos en la distancia que resta para volver a nuestras casa, empezamos los tres a caminar en silencio.
M.G.Freites


De izq. a Der. Píndaro, Patchu Lucero & Marcos Freites, en Balde.Septiembre,2009.


lunes, 24 de mayo de 2010

VINAGRES CENTENARIOS


Lo que la poesía reprime
como flores mustias arrojadas
a los sucios pies de un fantasma.
Lo escribo antes que los idiotas
pongan su banderita.

Feliz de estar lejos
de toda algarabía.
Alejado de todas
las palabras estériles
que usamos para hablarle
al amor, a la turbia pasión
de dos cuerpos en pugna.

Incrédulos sin estupor
en el margen de lo soportable
nos aferramos
a esta condición de poetas
apátridas,
mudos, muertos de asco.

Apartado de las pijas
patrias
que reverencian
los prolijos niños.
La vida es un campo,
un campo de concentración,
desde la incubadora
hasta el ataúd.
Flamea la bandera
del triunfador, esa súbita
nada a la que rendimos
cortesías
sin reclamarle este encierro,
esta prisión de fronteras,
de aduanas, de forros
uniformados.

L'AMORE DELLA MIA VITA

Luminar de mi vida
umbral de mis deseos
corazón de oro
imagen de mi imagen
adoración por  quien amo
nombre de mis sueños
osadía por quien te conjuro y quiero.
Taciturno y solitario
eres en el desamparo,
alma mía, mueve tu aura,
mueve tu resplandor
ocaso de mis deseos
por Filomena Malabussi(Ancona, Italia)


Fotografía: Bettina Rheim



viernes, 21 de mayo de 2010

EL ÚLTIMO COMPÁS

                          Para Emanuel.
Por la madrugada
cuando la ciudad
se mofa del trabajador,
Emanuel sin pudor

mueve con un anzuelo 
en el sucio charco
las aguas que el camión meció.

Espera que las luces
se ahoguen en el mar
y una pena en su corazón
lo devuelva a la orilla
dónde sus bolsillos
llenos de arena
son un reloj sin tiempo.
Está cerca de casa
y lleva una pistola
dispuesta a disparar,
sus manos nunca temblarán
el final del recorrido
es tan blanco como un papel,
y se ha perdido la que tanto amó,
se escapó con el humo
en la madrugada,
ahora sólo falta
que las máquinas
cuenten hasta tres,
y llueva sin cesar
en algún lugar,
mientras Emanuel
toma el último trago,
y se ríe de los que aguardan
la llegada de esa luz
que nos consumirá.



Abandono la pista, para atravesar el hielo
para empezar a ir por la gran carretera
está atrapado aquí en la tierra,
donde el frío fuego quema
y el licor sabe bien
y todas las mujeres
se aprestan a enterrar
el cádaver del difunto,
allí va él,  mi amigo,
al fin se va. 




jueves, 20 de mayo de 2010

ISABELLA

 La bruma de las olas recorría su cuerpo.
La melodia incierta del amanecer,
el rostro consumado, bello en otro tiempo,
lágrimas de sal derrama el que sacude la tierra.

Su vestido de noche está roto,
sus pechos rebeldes cantan de alegría,
aquel que prometió rosales y néctar
solo vertió penas y traiciones.

Ella se ha ido, triste para ya no verle,
un sol malicioso recorre su cuerpo inerte,
una imagen grotesca de una niña dormida.
20 años es poco para que los arrase el viento

El sentimiento de libertad colmó su alma,
dulce consuelo de un corazon dañado,
hora funesta en que asoma el alba.
Y ella pensaba en la persona indeseada

Camino silencioso de los transeuntes agobiados.
Un pesar demasiado intenso para los
que creen haberlo perdido todo.
20 es poco para que los arrase el viento.
          Luciano Abalo
 

lunes, 17 de mayo de 2010

LA MÉCANICA DEL AMOR

 Dentro de una sociedad que tiende a estereotipar o generalizar las conductas de las personas por comodidad nos encontramos ante supuestas verdades que nadie se atreve a discutir, y lo que es peor, termina por aceptarlas como certezas irrefutables, y en este aspecto funcionan como dispositivos de la educación sentimental los tips de las revistas femeninas, ya que en estos se busca respaldo.

Esto ha alcanzado tal magnitud, que existen hasta catálogos que explican como una mujer debe mirar un hombre, la forma de evaluar el color de sus zapatos de gamuza, las palabras con las que se expresa, así como una serie de detalles totalmente irrisorios. Estas reglas han automatizado tanto las relaciones, que forman parte del manual dónde esperan encontrar todas las respuestas a sus problemas. También es significativa la influencia ejercida por esas nuevas biblias new age que son los libros de autoayuda.
Las revistas, si hacemos una mirada crítica responden a cierto punto de vista ideado por la sociedad dominantes que impulsa a la masa a regocijarse en un mundo consumista, dónde el único valor de intercambio real, como todos sabemos, es la acumulación de dinero, y en el caso de nuestro país, la ostentación que sin dudas es una herencia menemista.
Las formulas cosmo utilizadas por las chicas cosmo se imponen con tanta prepotencia que han terminado por derrumbar los valores genuinos de las mujeres, estructurándolas, cegándolas con la falsa libertad que pregonan estos mandamientos, lo que conduce inevitablemente al resurgimiento de lógicas retrógradas que vuelvan a instalarse de forma soberbia en nuestra sociedad.
Algunos ejemplos visibles se dan con la total falta de improvisación, ya que todo parece estar previamente calculado, y toda cita amorosas se reduce a seguir un guión escrito por las autoras de estas revistas, que no hacen otra cosa que destruir la naturaleza propia del amor. Esto entendido en un sentido antropológico, dónde debemos entender como opuesto de natural lo social.
¿Qué sucedió con la espera previa, el trilladísimo “ya va venir”, los insultos que anteceden la llegada de la cita, el radiante momento en que suena el timbre, con la sorpresa que precede al lugar dónde él las lleva?
Esto se terminó por derrumbar, desde hace tiempo, convirtiendo las noches de pasión y reconocimiento de dos almas, en un mecánico ritual de sexo frío que tiene como determinante las posterior huída al amanecer. Hace un tiempo estuve con una chica que creía conocer las debilidades de los hombres inteligentes. Según ella ningún hombre inteligente se resiste a: Las mujeres que prefieren escuchar antes que hablar, a las que capaces de mantener relaciones simétricas, así como a las que son permisiva y aprendieron a modelarse a sí mismas. Esto no es más que una transposición pretenciosa y absurda, de ciertas corrientes anacrónicas del psicoanálisis.
Esta es un fiel ejemplo, de la desidia en al que se ven envuelta estas relaciones dominadas por reglas que terminan minando el amor, como si se tratara de una maldición a la cual hay que por el intermedio de leyes dictadas por personas que tienden a generalizar, sin permitirse analizar las complejas realidades individuales son parte de la esencia del ser. Entiendo a este como el atributo filosófico que se le adjudica a una entidad capaz de definirse a sí misma frente a un medio.
Si esta lógica sigue imperando tendremos un futuro mecanizado, falto de sorpresa, dónde todos aquellos atributos entendidos como genuinos van a terminar por esfumarse, eclipsados por normativas impuestas que no llevan a otro lugar más que a la destrucción del amor, entendido este como un sentimiento profundo e inefable de preocupación cariñosa por otra persona, animal o cosa, que abarca una gran cantidad de sentimientos diferentes, desde el deseo pasional y de intimidad del amor romántico hasta la proximidad emocional asexual del amor familiar.

Espero que avancemos como sociedad, y seamos capaces de replantearnos muchas cosas que damos por hechas, ya que es la única manera de quitarnos de encima los estereotipos, las generalizaciones, y poder vivir plenamente las individualidades que nos son propias.
                                                
                                                  Por Dedo.




martes, 11 de mayo de 2010

CUANDO EL MATERIALISMO ASESINÓ EL AMOR

Todos tenemos miedo a los problemas, como dijo el mimo, hasta los planetas chocan, y de ello nacen las estrellas.
El muchacho de las oraciones a las estrellas fugaces, el muchacho que afirma no haber llorado, es el muchacho que hoy se anima a desnudar su alma, a dejarse llevar por ese torvellino de locura que presenta el despecho de las lágrimas reprimidas de bronca en cualquier bar, de esa repulsión que se amotina en la garganta.
El conejo dejó de saltar, lo amabamos, eramos nenes para entonces, creíamos que era ese refugio, ese que nos entendía, porque mamá lloraba porque extrañaba a la abuela y la plata no alcanzaba, y papá llegaba de trabajar, destruido, y sin un mango. Peleaban por temas que no entendíamos, discutían y nos retaban porque "molestabamos" mostrando el dibujo de toda la tarde. Hoy ya somos grandes, destruímos el conejo en medio de la calle, chillaba pero lo matamos sin escrúpulos, sádicamente. Aprendimos a "vivir", a no preguntar. Y ayer encontramos ese dibujo que desechamos hace años, era papá, mamá y yo juntos, riendo. El señor Dedo desnuda su ser, come el barro y escupe su bronca de un estado que se alimenta de nuestra sangre.
"Quiero que lo mirés, lo huelas, sientas su corazón, aprendas su idioma de niño que busca amor. Se que te vas, hoy solo le queda tu ausencia."

(Patchu Lucero)
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¿Cuándo el materialismo asesinó al amor?




Ustedes se preguntarán el porque del titulo. Soy uno de esos pocos hombres que no teme decir lo que piensa de las situaciones que se presentan, después de tanto tiempo de pensar qué escribir en este blog, decidí hacerlo de la siguiente manera, ya que mis vivencias me lo permiten.
Las cosas que uno va acumulando a una edad determinada , empiezan a pesar, y se parecen a una cruz, que se debe transportar cotidianamente.
El día a día me dice que algunas cosas no están bien y las locuras que percibo no me permiten quedarme callado ante el absurdo que veo reflejado en mis pares.
Veo en la mayoría de las mujeres según la edad, qué es lo que buscan de un hombre, todo el tiempo escucho: ¿no hay hombres buenos, donde están? ¿Me voy a ir de acá para salir con hombres? ¿Voy a tener que cambiar de ambiente para ver dónde consigo un hombre?
La critica que puedo hacer a esas preguntas tan frecuentes es: todo esto se lo buscan las mismas mujeres.


Primero vamos a ver que es lo que buscan las chicas de 15 a 18 años. Un muchacho que tenga auto, es lo único que les interesa, es más ellas mismas se encargan de hacerle fama a ese chico que de casualidad obtuvo un auto porque papito se lo presta los fines de semana.
Una muchacha de 20 a 25 años busca un hombre que tenga el autito y además algo de plata para salir los fines de semana,  y un estudio para hablar después de estar en la cama. Otra cosa no le interesa.
Una mujer de 25 a 35 años busca un hombre que tenga un trabajo estable, el autito y además algo de estudio.
Nosotros desde los 15 a los 18 años somos unos pavotes, no sabemos distinguir bien a las chicas y además posibilidades de obtener el autito no tenemos, son pocos los privilegiados.
Desde los 20 a los 25 años estamos tratando de armarnos para un estudio y no pensamos en capitalizarnos, lo único que nos interesa el estudio como norma y medio de cultura.
Desde los 25 a los 35 años estamos juntando capital para tener una covacha donde vivir y el autito que de mirarlo te agarra la tetánica.
¿Qué forma de relacionarnos tenemos con objetivos tan dispares unos de otros?
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Las chicas de 15 a 18 años ni se fijan en chicos de su edad, porque no tienen ningún tipo de atractivo para ellas, buscan tipos que tengan un ingresito, cualquiera sea, o que este en la universidad, para generar envidia entre las mismas compañeras de su grupo. Es lógico que los chicos que tienen o intentan estudiar ni piensan en eso, las usan como trapo de piso, las humillan de todas las formas posibles y después les rompen el corazón. Y al próximo que aparece en su vida de casualidad lo destruyen por venganza.
Las de 20 a 25 años al buscar un chico que tenga el laburito más o menos estable y este terminando la carrera, son presas más fáciles, porque los muchachos de esa edad buscan sexo y nada más, nuevamente son humilladas y los hombres son la peor basura, nublando su juicio para elegir otro chico nuevamente.
25 a 35 años: en esta edad las mujeres están solas. Al tener tantos fracasos con hombres o al enfocarse únicamente en sus objetivos materiales, los casos que mas frecuento en mi actualidad, empiezan a mirar niños de menor edad, que todos sabemos terminan destruyéndolos y arruinándoles la percepción que tenían de ellas y también tomando venganza del genero femenino, haciendo un círculo continuo de desastres amorosos.
¡Como no van a estar solas si se pasaron la vida materializando los hombres! en vez de buscar lo que tenían en común y lo que las hacía feliz, al no ser críticas con ellas mismas.
Al fijarse en lo material y no privilegiar lo humano de los hombres. Humillarlos sistemáticamente por no tener ningún tipo de recursos.
Al no generar y construir con el otro una relación sólida.
Al no aceptarse y ser indiferente al otro.
Al no ver lo bueno de cada uno y no sacarle provecho al ser que tenían su lado.
Al no mirar con otros ojos a lo que las rodeaban.
Están solas, solas, porque no piensan a futuro, no piensan en este chico, muchacho, hombre.
Ustedes son las únicas que pueden notar lo bueno de cada hombre, pueden mejorarlo, lograr cariño e incluso amor del mas puro posible.
Sigan con esta vida, y lo único que van a lograr es la soledad absoluta, tener 40 años y no saber que hacer cuando lleguen a sus casas, no tener con quien compartir una mañana, ni sentir el abrazo cálido de alguien. Despertar y encontrarte abrazando la ausencia de lo que pudo ser. El hijo que pudo haber y el único consuelo sea el pergamino en la pared.
Para ustedes que se jactan de su cuerpo que luego va a ser nada, para que se creen la punta del Everest con mucho cariño y nos vemos en el próximo panteón.
                                                                                                                DEDO

lunes, 10 de mayo de 2010

INSTRUCCIONES PARA HACER UN COMENTARIO Y NO MORIR EN EL INTENTO

La siguiente es una guía de instrucciones básicas para todos aquellos que tengan interés en publicar un comentario en Revista Selkis.

A) Por ser un espacio que trata sobre literatura es altamente recomendable que usted sepa leer y escribir en idioma español
B) Por ser un espacio que trata sobre literatura, tal vez no sea éste el mejor lugar para que usted desnude sus miserias y vomite su despecho hacia el autor. Para humillarse en público, arme un grupo de perras despechadas en Facebook.
C) Por ser un espacio que trata sobre literatura, tal vez no sea éste el mejor lugar para recomendar a Coelho. Sin ánimo de menoscabar sus preferencias, pruebe mejor en un sitio sobre autoayuda.
D) Por ser un espacio que trata sobre literatura, resulta especialmente valorada la crítica con buena leche. Se recomienda hacerse cargo de los dichos y evitar las notas anónimas. Si usted es tímido, cultor del bajo perfil o simplemente un cobarde, tenga la decencia de firmar, al menos, con un pseudónimo que permita a su interlocutor reconocerlo.
E) Amen. (Así; sin acento)
Jorge C. Gonzalez
Fotografía:Darío.A.Molina

PIEDRAS

                                                                                       
Las piedras...
caras,
corazones.
Inertes, estériles.
Eternas.
Deformes.
Frívolas y bellas.

Las piedras…
Los pies, y el puño.
Sentencia;
muerte y nada.

Las piedras…
Ilusión cristalizada.
Soslayo
de un sueño herido.



                                                   por Darío Arístides Molina - "Píndaro"







domingo, 9 de mayo de 2010

TRAS LA EXPLOSIÓN (Fragmento uno)

Estaba sentado frente al ventanal, observando como las pesadas nubes se amontonaban sobre las casas de la parte alta de la Ciudad. El viento soplaba con violencia emitiendo un chirrido crepitante e inclinando los árboles que franqueaban la entrada a la casa. Ella yacía, desnuda, tendida en el mullido sillón familiar, sus grandes pechos eran mi presente, un presente que miraba de reojo como si estuviera a punto de desvanecerse.

Violentamente el cielo se abrió en dos, como si un inmenso rayo lo hubiese herido fatalmente, y muy arriba sobre las montañas todo el firmamento pareció cubierto por una llamarada. Me vi asaltado por una ráfaga de calor como si mi chaqueta se hubiera prendido fuego. Quise quitármela y arrojarla lejos de mí, pero en ese momento hubo una explosión que me dejó aturdido. Luego otra aún mayor que me arrojó al suelo fuera de la habitación, y perdí el conocimiento. Ella corrió y me arrastró hacia dentro de la casa. La explosión fue seguida por el ruido de cristales cayendo, o ametralladoras disparando. La Tierra tembló durante varios instantes y luego invadió todo un pitido ensordecedor.
Cuando el fuego se esfumó del cielo, un viento caliente, como de un cañón, corrió entre las cabañas de la parte alta arrasando con todo. Giré la cabeza y vi un objeto alargado en llamas que surcaba el cielo. La parte delantera era más grande que la cola y su color era como fuego en un día luminoso. Era varias veces más grande que el Sol, pero menos brillante, por eso podía ser observado directamente. Detrás de las llamas se arrastraba una cola que parecía polvo formando pequeños grumos, por detrás de las llamas se extendían haces de color azul. En cuanto las llamas desaparecieron, se escucharon explosiones más fuertes que disparos de arma, el suelo volvió temblar y las ventanas de la cabaña se hicieron trizas.
Permanecimos durante un largo rato abrazados en el piso tiritando de miedo, sin decir una palabra, los ojos cerrados
Me desperté con un fuerte dolor de cabeza luego del estallido. Tuve la precaución de evitar que me reflejaran los espejos. Ella continuaba desnuda observando por la ventana rota, la cual había cubierto con un plástico transparente, la incesante lluvia de cenizas.
- Es terrible esto –balbuceaba- no podremos ir a ver a mamá.
Traté de decir algo, pero un ataque de asma me lo impidió. Bebí un trago de aguardiente, recorrí mi mente tratando de encontrar algo que decir pero fue en vano. Mis pensamientos se repelían unos a otros. Miré con desgano el techo con manchas de humedad, trate de encontrar una forma, pero sólo vi manchas ocres, y unas cuantas vigas astilladas de las que caían partículas de aserrín.
Con mucha dificultad pude dar unos pasos y dirigirme al baño nuevamente. Sin que me reflejasen, cubrí con una toalla los espejos, y me senté a hojear una revista erótica en el inodoro. Sentí asco al ver esas mujeres andróginas a medio vestir, echadas en camas de hoteles roñosos. Sentí que ella lloraba. Fui hacia dónde estaba, y le acaricié el cabello.
- Es terrible, murmuraba, no podremos ir a visitar a mamá.
- No te preocupes, le dije, quizás mamá esté muerta.
M.G.Freites
FOTOGRAFÍA: Darío.A.Molina

LA PLEGARIA DEL SACRISTÁN

Los provectos animales trepaban, aún pudorosos con las ampollas vigorosas de sangre virgen, sumidos en la herejía sublimada del celo. Nuestros progenitores desenvainaban sus venas azules con orgullo, y a su imagen y semejanza nos creaban echando espumas por sus fauces.

Fatal orgía ser en este tiempo. Existir en la regresión de las mareas.
Nos hemos desvanecido en la clara superficie de los anuncios.
El solsticio ya no será nuestro.
Una espada de doble filo pende sobre nosotros.
En el agigantamiento de la hembra sedienta y coital,
hacen falta locos arrebatos que el calzón no oculte, y desvaríos afilados
para aterrar la calma del acabado elemental y más.


Paladares crispados ansía la joven en sus húmedos parpadeos nocturnos.
Un jalón salobre y el recado de ardores elididos conjura la solterona mientras ejercita ante el mirror la lingüística de las embestidas nerviosas.
Miembro sapiente que o resistes al orden, erguido en pleno deshielo genital bulle hasta execrar restos láctales. Estalagmitas estaquea labihendidos peculado sagaz criba pencos montaraces sin remugar de la finta sutilmente acollonada
Isoquímeno isópodo isócrono cochinilla de la humedad


Oh nuestras nalgas epicúreas supuran elixires gástrico a menudo vemos sombras tras los setos y en los cáusticos baños trasegamos regocijos engolados amotinamos fetiches adumbrando solípedos ardorosos ingeniosa hechicería de facón curvo y sable ciego viriles miembros morimos tras la sangría, con los lagrimales pegajosos
Oh vida que nos impides estar desnudos que nos ultrajas la fruncida azalea del deseo; a tu agachado centro, eyectamos nostros átomos, al culminar este ajetreo lejos de los males padres cercenados de humedades iniciaremos una luave fuga mientras los taxidermistas de oscura sotana nos fuelcan su formol en las lenguas.


EL FANTASMA DE TU NOMBRE

Me soñé a tu lado
llorando, llorando,
tan solo en la cama,
sin poder levantarme
para quererte
como te quise en sueños.
Los años se amontonan
en cada despertar,
y yo me pinto los labios
para besar
la boca oscura del tiempo.


Me creí el cuento
soñando, soñando,
tan solo en la noche
con mis fantasías
sólo dios sabe
que fue del lugar
que un día
fijamos
como punto de encuentro.


En la oscuridad
aprendí a callar,
me aferré a una época
imposible,
me tragué el dolor
y supe que las sombras
no saben ocultar
el llanto de un hombre.


Olvidé tu nombre
y emprendí vuelo
como un fantasma
que se despide
de su pasado
y supe que en las alturas
disciernan el abandono junto a la pasión.

Hoy caí, y te soñé,
fue tan real,
y no pude llamarte,
pues de tu nombre,
hace tiempos mi libré.

EFIMERAS

Fuegos artificiales cayendo en racimos.

La felicidad impera, chisporrotea, estalla.
Paso a paso el niño – problema estornuda, chispea mocos prendiendo los cuerpos que ha derrotado el alcohol. A lo largo de la arena se extiendo el vómito, los pájaros picotean restos de la cena.
La muñequita huye de la caja musical, y baila ante los ojos lascivos de los hombres que aún siguen en pie.
Como un gran incendio, echando aren a los relojes dan a luz el año dos-mil-uno.
                                                            ******
La casita de Larita está junto al río. Cuando llueve las espumas de la creciente besan el columpio, se devoran los juguetes abandonados. Carros cargados de fantasmas pasan todas las noches, y Larita los mira por el agujero de una frazada.
                                                          *******
Perdonamuerte y Vuelcasangre enhebran trenes en los rieles. La pálida vecina los mira con unos ojos que la anemia agrandó. Las horas son un carrusel que se mueve en torno a la estación. Perdonamuertes y Vuelcasangre, se miran bajo el sol de las cinco de la tarde.
Ambos saben que todo concluirá en un inevitable choque de trenes.
                                                         ********
Las muñecas no sangran, mi amor, ellas no saben del dolor.
Todos sus días son imaginarios, con tantas verdades a medias todos somos sicarios, asesinamos a cambio de una verdad, y una vez que la tenemos en las manos, no es más que un juguete absurdo, mudo que ya no nos divierte.
Esto lo escribió Vuelcasangre cuando en un chispazo se volvió un ser prescindible.

MESIANICA PRIMAL

¿Un hambre nuevo?

Un hambre renovado, hecho de carroña. Un hambre impuesto. Una gula eclesiástica. La cruz invertida de la santa inanición. La avidez de los árboles que mastican espectros en silencio.
El viento ampara el banquete de las acacias. Con los ojos depuestos la noche moja sus pies en la espesa quietud del estanque.
Lleno de mugre, cubierto por el polvo de remotas estrellas Dedo encuentra el talismán, y detiene sus pisadas para acariciar la noche.
Aúllan los árboles hundidos en el agua, y en su aullido todos los esplendores del universo se disuelven.
Un bridón cribado en la furia de las hojas fatuas arremolina su cola de centauro.
Los peñascos seniles escupen llamas líquidas sobre la sed del liquen anubarrado.
Las grafías crean un mapa de puntos efervescentes. Dedo sepulta guijarros encendidos en una nebulosa y ansía descubrir al final de los abismos la señal de dios.
                                                        II
Hambre de dios. Poseerlo a oscuras , y en el convencimiento de su dominio devorarlo.
En el almuerzo de los árboles, dios es dedo, dedo es dios, en definitiva ambos son.
La adoración extraviada es la que da existencia al sequito. Sólo a través de los rituales se adquiere la existencia tribal. Nadie asciende al plenilunio en soledad.
Cada peldaño es un holograma que activa el gran todo.
Acostado en el pozo, Dedo traza el descenso hacia la fuente. Cuatro horas astilladas por la carnalidad, sólo con este lumínico talismán.


Sus ojos olvidan.
El hambre de los árboles olvidan y se cierran silenciosos antes que se fije en la escotilla el haz lunar.
El lodo lunar.
Halo barroso. Cieno luminiscente.
Hasta aquí todo lo que hay.
Luego, árboles, árboles, árboles hasta el fin de vado.
Sus ojos destilan frío.
Los trazos nerviosos de Dedo, el escanciador infernal, crean siluetas magnéticas.
Al ras del suelo. Cae la lluvia. En ese instante, Dedo es.
Un impulso imantado declina. En el estallido dual, Richter, mengua la naturaleza transitoria.
Ahora Dedo es una memoria resplandeciendo en cientos de arpegios ante el presagio de las acacias.
No hay calma en el universo.
Nadie clama en el reverso.
Dedo ha explorado su cuerpo.
Milimétricamente ha revisado su carne. Hexágono de los nibelungos.
Cada una de las conexiones habrá reparado.
Dedo sabe que ha vivido para evaporarse en la caída.
Sólo en el oscurecimiento reverdece la esencia.
                                                        III
Hubiese deseado ser otro, un acontecimiento apenas. Lo que creía ser antes de la existencia de Dedo. Respirar nubes en su desvelo, vibrar previsiblemente entre las cosas, figurar a un costado de lo vital.
Dedo creía ser eso antes de su alumbramiento.
Dios acciona la palanca cada tanto. Puerto matriz.
En un rapto Dedo fue, y dios fue. Los dos fueron.
El final se anuncia en el seno de la fragilidad. Toda mi humanidad se reduce a un montón de sentimientos sobre los que no tengo el control.
Los árboles ya no agitan hervores entumecidos en su sopor se fosilizan sin hambre.
Dios busca el halito universal en el estertor de halo lunar.
Dedo desfallece ante la claridad.
Sepulturero anclado en la hondonada.
Acaba su descenso, sumerge su corpus en las aguas multiplicadas , y en su liquidez fosilizada se desintegra, sin más consuelo que un absurdo interruptor.
Quietud de las horas que detiene el reloj con amén de sus agujas.

M.G.Freites