domingo, 7 de marzo de 2010

EL OTRO QUE HAY EN MÍ

Nunca entenderás el otro que hay en mí. Ese ser extraño y singular que carcome lentamente mis pies cuando estoy aprendiendo nuevamente a caminar.
Yo construyo; él, se deleita en el Caos que me provoca cada noche. A veces pienso que me veo afectado a punto tal, que he considerado matarlo; pero, nos mataría a los dos al punto.
Mi albedrío está cercado por los límites que este personaje gótico me impone. Su reino es el Patio de casa y es allí donde corre y se divierte, donde trama eficazmente mi desdicha, conviviendo con los fantasmas del pasado. Como dije, él vive en el Patio, donde poda los cipreses y riega las petunias. A ciertas horas de la noche trato de escuchar del otro lado del muro. Cuando vienen visitas miro de reojo temiendo con angustia de que alguien vaya a la parte trasera de casa. Oculto, tristemente, su existencia pero también creo que es negarme a mí mismo.


A veces lo entiendo y pienso que él tampoco eligió su suerte y que es semejante a Asterión y que el destino lo confinó ahí. Y la causante fue su Madre…
Por eso también creo que desconozca la felicidad o al menos rechazarla. Él no tolera la idea de una nueva pérdida.
No voy a negar que pasáramos tardes de café y licor. Y lo observo (ya treinta años de esto) y medito cuando será el día en que desee ver el sol. Pero lo ignora, por eso no lo desea.
Mientras él me ayuda a tejer este nuevo relato, al mismo tiempo, muy sutilmente, desteje las relaciones que trato de nutrir. También debo decir que jamás lo he odiado. Solo siento una rara mezcla de pena y melancolía. Pena, porque es el guardián de mi centeno. Melancolía, porque hay alguien más que se aleja…
Entonces, mi vida se debate en reflexiones amargas cada día. Yo, por mi parte, debo volver al Patio y cuidarlo para que no salga como anoche.
Mariano Pareti

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