Que podría darte yo, después de quedar desnuda, con el alma hasta las rodillas, ceñida por tu brazo duro y joven.
Yo soñaba con una mujer, y su nombre como un presagio me ardía, hasta que una mañana ella vino a habitar mi fiebre.
A veces la saliva no es más que el preludio que anticipa la ejecución.
La lengua afanosa se extiende dibujando aristas afiladas , amatistas hirvientes.
En el amor la muerte está escrita y se la percibe en la saliva pegajosa del deseo, en la boca balbuceante que confiesa su derrota ante los embates de la carne.
Que podría darte yo, después de quedar desnuda, con el alma hasta las rodillas que una pequeña muerte nacida de mi boca.
M.G.FREITES
Yo soñaba con una mujer, y su nombre como un presagio me ardía, hasta que una mañana ella vino a habitar mi fiebre.
A veces la saliva no es más que el preludio que anticipa la ejecución.
La lengua afanosa se extiende dibujando aristas afiladas , amatistas hirvientes.
En el amor la muerte está escrita y se la percibe en la saliva pegajosa del deseo, en la boca balbuceante que confiesa su derrota ante los embates de la carne.
Que podría darte yo, después de quedar desnuda, con el alma hasta las rodillas que una pequeña muerte nacida de mi boca.
M.G.FREITES