lunes, 1 de abril de 2013

¿ES QUÉ PUEDE HABER ALGO ANTES DE LA LEJANíA?

Por Freites

¿Es qué puede haber algo antes de la lejanía?
Cuando el pueblo duerme 
y la noche se llena de ladridos de perros
y los bares se cierran antes de medianoche
y no hay nadie a quién llamar 
y estoy solo observando mi imagen borrada
en el mismo espejo en el que tus antepasados
se miraron tantas noches con el mismo gesto de fastidio.
¿Es qué puede haber algo antes de tus ojos,
descubriendo días que no están en ninguna parte?

Eran los días en que tu voz surgía apenas palpable

para señalar el sitio donde nos reencontraríamos,
éramos enamorados que se abrazan en sueños,
fugitivos que se encuentran en sitios siniestros
y se besan, como si supieran que cada encuentro
es la antesala de una nueva despedida.

Y había pañuelos sin llanto, galopes sordos,

mentiras, teléfonos que sonaban a medianoche,
y extraños que se dormían a nuestro lado.
¿Es qué puede haber algo antes de la oscuridad?
¿Y puede existir algo antes de tu espalda desnuda,
antes de tu voz susurrándome en sueños
acerca de besos que se esparcen en  el frío ?
¿Quién sos, ahora que la penumbra
ha invadido todas las habitaciones
y en los pasillos es tu fantasma
el que deambula insomne?

Tal vez no importe quién sos.

Para verte en la noche solo debo escribir,
esperar con los ojos abiertos ese instante
en que te decidís abrirte paso en la lejanía.




domingo, 31 de marzo de 2013

BELLO PÚBLICO

Por Freites 
                                                    A Marlene en Comala, Mx
I
No. No sabía. Les aseguro que ignoraba todo este esplendor. Estaba aquí, flotando entre las cosas, frente a mis ojos todo el tiempo, pero no podía ver todo este esplendor.
Como contarles que tuve un sueño, que soñé con ella. Como no sonrojarme si les cuento que tuve un sueño de amor, todo un  sueño  de amor en el que estábamos desnudos sin ninguna esperanza de morir aún.
Ella estaba a mi lado, parecía que dormía, un racimo de estrellas brillaba sobre nosotros, yo le acariciaba sus manos y le contaba de muchachas chinas que desnudas en un arrozal tararean canciones de cuna iluminadas por la luna, y todo era tan bello, como esa tarde en que se hizo la muerte bajo la lluvia.
Había llegado muy tarde, hablando otra lengua. La belleza sobre su cuerpo palpitaba, sus grandes ojos se abrían al temporal y era una flor, era un guijarro, era el atardecer del diecisiete de septiembre,  con los lapachos inundados de luz, eras vos desnuda sobre la hierba con los pechos humedecidos por la lluvia; y era también tu voz casi a oscuras, repitiendo mi nombre como si se tratara de un conjuro.
Como ponerme de pie y confesarles que tuve un hermoso sueño de amor. Ella estaba acostada en el agua, era la única sobreviviente del diluvio, tenía entre sus brazos un gato agigantado por el deseo.
Yo me acercaba y era como si toda una vida su cuerpo me hubiese reclamado, y en el descuido de la noche aprisionaba sus blandos muslos; y era como si de tanto explorar en lo perdido nos encontráramos con toda la belleza de frente.

Todo estaba ahí, cuanto deseaba: era un relámpago de hojas hirvientes, un caballo  oscuro atravesando la arena de la tarde. Se parecía a  esta orquídea que persigue una mariposa, a aquella puerta que se abre sin ruido para dejar entrar las últimas sombras, a esa luz que me quema por dentro.
II
No. No sabía. Te aseguro que ignoraba el esplendor de los álamos incendiados a las siete de la tarde por una luz antigua que se parece a la que alumbró nuestro estremecimiento cuando estás calles eran de cieno y viento y yo te buscaba deseoso de oír tu respiración, avanzando entre la maleza sin poder tocarte siquiera.
Si supieras que tuve un sueño en el que todo el crepúsculo se enredaba en tu pelo, comprenderías que toda esta belleza estaba aquí, flotando, y yo era ajeno a todo, no veía esas nubes que se recortan filosas sobre un cielo al borde de la agonía, y era de un azul de nunca el columpio que mecía la tarde.
Pero yo nada podía ver.
Tuvieron que venir tus ojos a fundar la poesía y no sé por qué me acordé de otra tarde trepando el muro de una casa abandonada, no recuerdo la casa, tampoco el color de tu pollera, salvo tus palabras, las palabras que usabas para señalarme la belleza atrapada entre el musgo, entre todo lo que el oleaje del tiempo opacó,  salvo el sol, si, el sol, el sol de esa tarde que se parece a tu sol, arde con el mismo fuego, hubiese dicho.
De todas estas tardes habrá una, tan solo una donde todo el mundo se reduzca a la agonía de los árboles y quién sabe, sentados en un banco de plaza, resistiéndonos al viento sabremos al fin que todo esto no es más que evocación, memoria de  otros días cuando no teníamos nombre y éramos la insinuación de una tempestad, el atisbo de un temporal, cuando nos mirábamos para encontrar lo que no teníamos y en cada mirada, descubríamos  que siempre habíamos mirado la misma tarde.
 III
Ahora que todo se parece a un sueño y espero que la noche se extienda hasta aquí, escribo tu nombre en las gotas que los árboles le ofrecen a la luna y algo de vos, pasa por aquí, con tanta impaciencia que imagino que te encuentro entre la gente, mientras enciendo fósforos en la oscuridad y sin pensarlo voy de un lado a otro, casi sin respirar. 
Qué extraño este silencio, cuando la noche desemboca en un río e invento en el azul del ensueño caminos que me lleven hasta vos y todo parece volver otra vez, las palabras llegan despacio, son las palabras perfectas para nombrarte, cuando una estrella hace nido en tu cama y tus ojos miran barcos hundidos bajo la lluvia y el eco de tu voz resuena a través del pasillo que se abre a ciegas al insomnio. 
Qué será del verano, cuando estás palabras se extravíen en el oleaje amarillo del olvido y vuelva a mirarte en el beso repetido de la tarde que viene a contarme de la belleza de tus ojos. Ya no sabré qué hacer con este deseo de terminar cien veces por volver a encontrarte, qué hacer cuando me veo tan lejos de vos y el horizonte ya no se ve a través de la ventana rota y echo todas mis suertes en el alquitrán de la tarde. 
Al final sólo podré contemplar las palabras escritas en el papel y besar el trazo de tu nombre, como quien abraza en sueños la ilusión de un pájaro dormido, como quien cuenta campanadas en mitad de la noche y sueña que sueña que al final toda ha de ser como lo imaginó y si el desaliento me pide volver yo sé que te he de encontrar al final de los días, cuando el sol sólo puede amarse a sí mismo, cuando los peces bostezan en los acuarios, en un caudal de luz veré escrito tu nombre, y todo será poesía, si es que me nombras.

sábado, 23 de febrero de 2013

FELACIONES, ACOSOS, ORGÍAS Y OTRAS IMPRECACIONES EN MITAD DEL VERANO


Un ojo o algo que finja mirar.
                                       J.J.Reynoso
Por Rubén R. Almada 
                                                                      
OJO CON EL OJO: Y así llegamos a la siesta fatídica en que Matatormentos atraviesa la ciénaga por el lado de la compuerta y ahí bajo el sol, erizado por las espinas, con la frente cubierta de sudor, se desnuda, se desnuda sin advertir el ojo que se posa en ese nudo de cuerpos extasiados que aúllan, y este brazo es de Carmuncho , este otro de Miguelo, y aquella pierna de Matatormentos, y esa mano que se anuda al cuello es de… Y las garzas espantadas revolotean, y hay un cuerpo flotando entre los juncos y el calor lo hace todo tan insoportable, se desprenden vapores del fango y un alarido recorta la figura de los jinetes que incrédulos lo observan todo.
La palabra induce a la exploración del fantasma, ese espectro que mira un punto ciego, y Matatormentos escribe con letra temblorosa que ese Ojo estuvo siempre ahí, para estos lados siempre ha mirado, y cuando tenía los yuyos hasta la cintura, con Miguelo en la retaguardia, empujando y empujando, con decirte que desde lo alto de las lomas ya se tomaba el olor, el olor a carne acuchillada, y él me quería hincar el diente, cortarme en pedacitos, y entonces, sólo entonces El Ojo, el Ojo que no perdona. El Ojo va a vaciar muchas sillas, mientras este calor perdure.

SANGRE EN EL OJO: Nadie ha abierto fuego, todos aguardan por la llegada de Carmuncho, que para esta ocasión luce una delicada chaqueta militar, y la música bailable resuena, azuzando con furia los tambores hasta que rujan, para que las chicas zigzagueen a lo largo de la pista improvisada. Maravillosas las piernas de la bailarina, extendiéndose hasta rozar la punta del abismo. Esplendorosos los peinados de las coristas, resplandeciendo bajo el remolino de las luces. Pero poco importa. Todas las miradas estarán puestas en Carmuncho, que llegará bajo una lluvia de aplausos, dispuesto a tomar por asalto el escenario, y quien sabe cuando termine todo, lo esperará Cogote ataviado en látex, relamiéndose en la infinidad de una cama. Pero continuemos en este sitio, porque Raymundo Godoy después de hacerse rogarse un buen rato, desmonta y fusta en mano la emprende contra Matatormentos que yace desnudo, cuerpo a tierra en el patio recién regado, con los brazos en cruz. Se acercan unos niños hambrientos, mordiendo los restos de pollo que arrojaron los proxenetas después de almorzar, con la gran prostituta mayor, y con el rostro sonsacado aplauden, fascinados por la sumisión, deseoso de asestarle al infeliz un golpe. Entonces el público se abre, guarda silencio un instante y rompe en aplausos. ¡Alabado sea, Carmuncho! Un séquito de efebos lo acompañan hasta el centro del escenario, mientras la gente se cubre el rostro para evitar que los cubra con tierra un remolino y una jauría de perros en celo se trenza en una lucha encarnizada. ¡Apartad los perros!, vocifera Carmuncho, y unos policías de uniforme verde empiezan a apalearlos, hasta dispersarlos por completo. Carmuncho aplaude, luego se acerca al micrófono, y les pide que se diviertan con precaución, que sean buenos ciudadanos y recapaciten acerca de sus pecados, y esparciendo estrellitas se aleja. Entonces estallan en racimos los fuegos artificiales, que no son otra cosa que el preludio del baile, el éxtasis de los cuerpos anudados.

OJOS QUE NO MIRAN: Los ojos están metidos en la tarde, murmura Miguelo frente al espejo, mientras observa su cicatriz en el abdomen y siente en la nuca las pupilas desorbitadas de Matatormentos, implorando por un poco de calma. Ya está bien, esa flor llena de púas que se abre en las manos, y ese garrote vil que cae con furia en sus nalgas, cuando empiezan a caer los aplausos, y se escucha aquello del arrollado de venas, apéndice reproductor, manguaco hambriento, toronja del escarnio, porque vos sabes que yo nunca te he pedido de más, salvo que no lo guardes blandito, mientras ese ojo lleno de sangre sigue en el blanco, y todo empuja hacia adentro, lo que acumula el placer desbordado, la chica que se sorprende al hallarte desnudo en el baño, con esa cara de cuándo vienen a buscarme, y ese señor que se desabrocha la camisa, mientras vos arrodillado imploras por un poco de compasión, y llueve, afuera y adentro, una lluvia que se va deshilachando en gotas oscuras, como si fuera el preludio de lo que está por venir, y qué hacer en estas circunstancias, cuando el baile está en todo su esplendor y aún queda dinero para comprar alcohol y el chico que te gusta sigue merodeando, tratando de filtrarse por alguno de tus flancos más débiles, sin darse cuenta, los hombre nunca se dan cuenta, que si tuvieras un poco menos de pudor, lo dejarías colarse por cualquier lado, lo meterías adentro de tu cama y te entregarías a tus caprichos; pero mientras continué la lluvia, seguirás al lado de Carmuncho y Miguelo, bromeando acerca de dónde te encontrara la mañana, pensando en ese delicioso candado chino que podrías hacer si tu cuello fuese un poco más largo, tratando de lidiar con ese ojo que no mira pero está dispuesto a devorarse todo.

OJOS EN LA NUCA: Cuando la noche se empezaba  a retirar, volvió a aspirar para esconder un poquito la pena y no pensar en todos los cables que le introdujeron a Matatormentos, y pobre Miguelo, con lo preciso que era, quién va a poner el ojo en el agujero correcto, y ahora no van a quedar más que unas cuantas imágenes dando vueltas, buscándose en nosotros, como si fueran vapores que se han desprendido luego de una auto combustión, sin encontrar otra cosa que un vacío vertiginoso; y seguir con la tropilla hacia la sierra, con mucha precaución, porque el ojo seguirá ahí, amarilleando, deseando que nos acostumbremos a su leve excitación, hasta que nos permita acariciar su párpado oscuro y achacoso, incapaz de aislarse de la luz macilenta con que resguarda la tarde estas paredes.
Y hay cuerpos que ajenos a la excitación, ignorantes del espasmo fatal, que se desperezan, y salen exultantes a abrirse el pecho a la intemperie, deseosos de inyectarse, sin advertir la presencia de ese Ojo que acecha, como si en la espesura del follaje quedara algo de eso que en un breve parpadeo los habitó desfigurando todo lo que llevaban prendido dentro, quitándoles en una sola embestida todo ese ruido al que jamás Miguelo y Cogote aspirarán, y vos, Raymundo Godoy, sólo ante la mañana, sin demasiadas expectativas de vida, acariciando tu miembro exangüe, como si fuera una manguera que se alquila para desagotar letrinas, permanecerás desnudo hasta que tomes el coraje suficiente para arrancarte ese ojo interior que te impide ver.

Rubén R. Almada. Poeta inédito de San Luis, Argentina. 

martes, 29 de enero de 2013

TODOS SOMOS PUTOS



        Por Freites
Estaba triste y abatido. No hacía otra cosa que acariciarme la pija. No tenía idea dónde estaba parado. Mientras tanto, los putos salían de todos lados. Estaban en mi cama, en mi comida, en los pliegues de las sábanas. Por todas partes había putos. Digo que por todas partes había putos. Putos que no paraban de hablar, putos  que no paraban putos. Putos, irreverentemente putos. Algo tenía que hacer.
Algo tenía que hacer. Dejé de acariciarme la pija y salí a buscar a Emanuel.
Toqué la puerta de su casa y le dije: ¡ Vamos a matar putos! Con un revólver y un palo salimos a la calle dispuestos a liquidar a todos los putos.
Nosotros estamos de acuerdo con Hitler, pese a que tenemos amigos judíos, dijo un matrimonio y nos indicó dentro del armario. Hitler no hubiese dudado en matar todos los putos, agregó el hijo menor y comenzó a pegarle en la cabeza a un puto paralítico. Estuvimos toda la tarde apaleando putos. Vinieron algunos chicos de la catedral dispuestos a quemarlos. Han vuelto los buenos tiempos en los que quemábamos todos los indecentes, dijo un monaguillo. Haremos una  gran hoguera en el centro de la plaza, gritó un seminarista. Los putos, dijo un párroco se esconden en los lugares menos pensados. Detrás de la puerta puede haber putos, hay que buscar con meticulosidad. Tienen una forma peculiar de ocultarse, según mis cálculos, agregó el sacerdote, habría que buscar en el agujero de la chimenea, incluso en la tapa del inodoro.
Antes que cayera el sol habíamos matado cerca de un centenar de putos. Exhaustos fuimos a la casa de Emanuel a tomar un descanso y al encender el televisor, nos dimos cuenta que había varios dentro del aparato. Lo apagamos y con cuidado comenzamos a desarmarlo. Antes de medianoche, me dijo Emanuel, quitaremos todos los putos de la televisión.
Dejamos todo de lado, la universidad, el trabajo, y nos dedicamos a buscar putos. No había puto capaz de escapar a nuestra ferocidad, los atrapábamos y les prendíamos fuego como en la gloriosa época de la santa inquisición. Algunos putos usaban máscaras, para pasar inadvertidos, se comunican a través de flatulencias melódicas, pero tarde o temprano se delataban.
¡Somos muy eficaces! Ningún puto puede huir a nuestra ferocidad.
Investigamos a los profesores. La mitad son putos. Preparamos una hoguera frente a la universidad y los quemamos junto a sus libros.
Un cura historiador nos dijo la verdad. Sarmiento era puto. San Martín era puto. Perón era puto. Maradona es puto. Todos son putos.

En unas pocas semanas acabamos con  casi todos los putos. Unos pocos lograron escapar. Ahora hemos empezado a desconfiar de nosotros y en cualquier momento nos vamos a empezar a dar palos. Sólo una buena paliza borra el puto que todos llevamos dentro.

Tristano: Nació en algún lugar de San Luis. Todos los días intenta sin éxito de lograr una autofelación. Escribe después de masturbarse arduamente a sol y sombra. 

jueves, 24 de enero de 2013

Y SIN EMBARGO, NO ES POESÍA



                                      Por Gabriel Funes
lo dejan al lado de la cama le impiden que pueda tocar

lo hacen caminar de espaldas y él resignado obedece

le crecen cuernos , verrugas, jorobas, unos cuantos años

que no puede quitar y nada, nada lo enardece

ahí en las lindes del baldío exhausto en su abandono

prendido a su idea vagabunda sin hablar

colorea el mundo para nosotros impávido

con su pincel protoplasmático

y escribe con el reverso de la mano

notas ciegas que nadie, nadie lee

qué quiso decir cuando una ráfaga de viento repentino

lo ahogó entre plumas

qué espera tendido entre los escombros

sin nunca atreverse a dormir

como si al cerrar los ojos un sobresalto inesperado

amenazara con hacerlo pedazos

qué lo retendrá en esa constante negación

sin decidirse a poseer lo disperso.



y si todo acabara en un aluvión repentino

y no tuviera que cargar con ese montón de huesos

el dolor volvería a ser libre

y no dudaría en elegir una escala de grises

para colorear el perfil de su mujer

no permitiría que una mano se alargara

más allá de sus dominios

para abrazar lo que el aire niega

y no es poesía

este ejercicio retórico

sólo un breve aspirar/respirar

un jadeo desganado

en el margen de una hoja rota

maleza que se acumula

en las grietas que abre el calor

manchas de humedad

creciendo a lo largo y a lo ancho

sin descanso, sin poesía



la preocupación de una vida

que se sienta sobre los restos del día

y aguarda por unos pasos

que vengan a probar tanto silencio

cuando el temporal ha amainado

 y su mujer le habla

de algo parecido al amor



vicios ancestrales, costumbres paganas

que ninguna educación pudo cambiar

sólo el lento aprendizaje de la decepción

en una cinta sin fin

lugares dónde nunca ha estado

labios fantasmales que pronuncian el deseo

las piernas abiertas de la mucama al amanecer

el lenguaje perdido de la ropa usada

que se amontona sobre la vieja cama

sin exigir atención



saldrá del verano sin mirar atrás

convencido que esta estación

ha sido solo un descanso

sin importarle

la sábana con quemaduras de cigarrillo

la luz tambaleante que impide quitarse la ropa

cuando  el día tome posesión

y el hombre de las noticias

habla con dificultad

advierte sobre la inminente llegada

de un frente frío



lo que no es poesía se vuelve escombro

otra vez

lo que no es poesía se vuelve escombro

y por más largo que sea el verso

se vuelve desperdicio

palabras sobrantes que un hombre como él

tan cerca del vos me mostrás/yo te muestro

ve sin inmutarse

sin saber lo que está viendo

sin animarse a proseguir la lectura

porque no es poesía aún, no es poesía

¿y qué es poesía?

mi casa es su casa” “por qué no te callas”

y aquí estamos

junto al hombre

con todo el día por atravesar

inmunes a los efectos  nocivos de cierta poesía

que aún no es poesía