domingo, 30 de marzo de 2014

EL HOMBRE CON EL TRECE EN LA ESPALDA


APUNTES DE UN VERANO DONDE PASÉ DEMASIADO TIEMPO SOLA EN LA CASA

1. Me limito a bajar las persianas cuando la luz agoniza con una blancura insoportable. Entonces cierro cajas que no volveré a abrir, le pongo llave a los armarios sólo para sentirme segura que el hombre con el trece en la espalda no volverá  a ingresar a mi habitación, pero él siempre se las ingenia para encontrar una grieta, una pequeña fisura en el borde del borde y habitar con toda su perversión mis sueños, para aferrarse a mi inocencia y hacerla trizas con unas pinzas afiladas.
2. Sueño que el hombre con el trece en la espalda me arrastra hasta  la soledad del campo, donde no ocurre nunca nada e inmersa en un sueño, oculta tras unos anacrónicos anteojos de sol, escribo una carta con silencio, con viento, con nada. La página se inunda de pájaros mudos. Y como en el cuento la puerta  se abre hacia el páramo.  Y entonces hay luz en la ventana. Una luz muy antigua. Alguien sacude las manos para proteger, por si cayeran, las palabras, al suelo, con un sonido comprensible.
¿Alguien nos entiende? Pregunta el conejo con los ojos en forma de caleidoscopio.
3. Mi mamá y yo nunca tendemos la cama. Mi mamá y yo nunca hacemos el aseo. Nos gusta ver como la mugre se va amontonando, como el verano con su hedor va fermentando nuestros despojos. Mamá y yo disfrutamos al aplastar insectos frente al ventanal. Mamá sabe que en la casa de enfrente hay un hombre que no deja de observarme y apunta sin piedad a la cabeza de mis sueños. A Mamá le excita que a unos metros de mi habitación haya un psicópata dispuesto a asesinarme. Mamá dice que puede oler el perfume del asesinato los domingos cuando me meto a la ducha y con la luz apagada me quedo imaginando como serán las caricias del hombre con las manos velludas.
4. Siempre estamos solos. Todos aquellos que aparecen a un costado bajo el nombre de amigos: no existen. Esas fotos que utilizan como perfil pertenecen a fantasmas. Son un avatar creado por nuestros deseos.
5. Perverso este verano que me hunde en mis pensamientos y me hace pensar que a mi alrededor todas han escapado. Perversa esta idea de quedarme desnuda hasta mediodía escribiendo apuntes en la cama, tratando de sobrellevar este verano, donde no tendré dinero, amor ni siquiera la caricia de un extraño. Salvo el asedio del hombre con el trece en la espalda. Los martes voy a verlo a su estudio y me escucha  sin dejar de asentir, tomando la distancia suficiente como para que mis traumas no lo toquen. Durante toda la semana el me espía, ha alquilado la casa de enfrente y desde ahí me vigila. Sabe que en el momento preciso en que me descuide no dudará en atravesarme con su bastón filoso.
6. Yo soy de él, dice ella la joven pasante, y de él son mis asfixias, de él que me dejó sola viendo un video dónde un anciano ruso arrastra un pesado trineo a través de un bosque nevado, de él son mis deseos grita ella, la joven pasante, que ya no mira los anillitos de colores que le regalo el hombre con el trece en la espalda. Hay un mentiroso que habita en mí, que ya no recuerda rezar por la joven pasante que ayuda a levantar la mesa, y mientras él introduce sofisticados datos en una computadora ciega, ella se arrodilla y …
7. Alcanza con tocar un fragmento de esa cara estrellada en medio del césped para saber que ya no somos partes de ese cuerpo que como un virus nos invadía por la noche, cuando dormíamos desnudos, y nuestros ojos obedecían, como obedecen las bestias resignadas al trabajo forzoso.
8. Los atletas avanzan despacio, tratando de levantar velocidad en torno al río mugriento, con bolsas de supermercado blancas flotando, con zapatos solitarios que boquean entre la resaca que juntó el último temporal, y la empleada del centro educativo, levanta la cabeza, acomoda su falda demasiado corta, y se roza los pechos con ambas manos  al ver esos hombres transpirados, pero algo la contiene, atrás de ella carpeta en mano está el hombre con el trece en la espalda.
9. Los días son todos iguales en esta ciudad, hasta que llega la chica de Helsinki que vino por el intercambio. Aparece en un taxi.  Todos nos olvidamos de ir a buscarla al aeropuerto. Lleva clavado unos auriculares gigantescos, color mostaza, y con muchísimo esfuerzo dice: ¡Hola!  El hombre con el trece espalda la espía desde la casa de enfrente y con un fusil descargado apunta a su cabeza. Imagina que cae muerta en el jardín dando un grito en un idioma incomprensible.
10 Todavía no sé quién sos, hombre con el trece en la espalda que quiere ayudarme, que quiere hundirme, que quiere escarbar en todas mis patologías, que me dice cada día estás más enferma, quién sos, quién te hace gemir, quién te deja dormir a su lado cuando hace mucho calor y tu cuerpo es un río de sudor.
11. El muñeco de tela que despedazamos en el naranjo tratando de bajar un barrilete que justo había quedado ahí. En esa época teníamos la costumbre de plagiar a Rimbaud y escribíamos versos curiosos como ese de los párpados azules que la mañana ha lamido con su lengua áspera o aquel otro de las sillas torcidas que aguardan por el verano soñando con palomas muertas. Teníamos trece años y sólo habíamos visto desnudos a los hombres de la familia. Los hombres de la familia rastrillaban la hierba, hacían grandes parvas de pasto secos y por la tarde iban a un estanque a bañarse desnudos, lejos de nuestra vista. Madre, nos tenía prohibido acercarnos al estanque, sin embargo, siempre, siempre la desobedecíamos. El hombre con  el trece en la espalda, por esa época merodeaba la quinta y con unos gruesos binoculares nos observaba como a dos presas que no tardarían en caer a sus pies, derribadas por la sed de conocer el amor enfermo de un hombre mayor.
12. Descubro mensajes en el espejo escritos con un pulso nervioso y me acuesto sobresaltada. Por la noche sueño que el hombre con el trece en la espalda se acerca a mí y me muestra su pene de niño obeso.
14. Si era la pulsera que lo protegía de los peligros cotidianos yo no lo sabía. Para mí lo que llevaba puesto en su muñeca era un extraño objeto que parpadeaba bajo el fulgor  de las luces ultravioletas. Él lo lucía seguro de estar protegido de cualquier mal que se le atravesara en el camino. Desde el interior de su casa corría sin detenerse hasta el centro de la ciudad, tratando de perder unos gramos, capaz de aliviarle esa respiración entrecortada, unos miligramos que le permitieran penetrar sin dificultad a su esposa, que rozagante, se echaba de espalda y aguardaba inmóvil que la atravesara con su pequeño pene deforme.
15. Despierto bruscamente, con la impresión de salir de un profundo sueño, y tengo la certeza de que un momento antes alguien estuvo acostado a mi lado. Alguien se tendió a mi lado y contempló con admiración mi rostro dormido. Me incorporo y miro alrededor. Estoy transpirando, y tengo que restregarme los ojos para ver más allá del pasillo. Me duele un poco la cabeza como si hubiese soñado más de lo permitido, y me convenzo de que si me hubiese quedado despierto podría haberlo visto. Mientras tanto debo seguir esperando para ver.
16. Parece que el verano va  a terminar antes de lo pensado. El hombre con el trece en la espalda se sienta en mi cama, se quita las botas, me pide que le desabroche la camisa transpirada. Luego se pone de pie completamente desnudo como si quisiera controlar los temblores que le agitan el cuerpo. Evita mirarme. ¿No tienes miedo, querida?-susurra  y se acaricia el abdomen velludo-.Vamos a verlo.

Me lleva junto a la luz de la vela, con las manos atadas tras la espalda. Clava con cuidado su cuchillo entre mis tetas, y va cortando hacia abajo, moviendo lentamente el filo, cortando con delicadeza la piel. Hacia abajo,  hasta que mi falda se abrió. Entonces de repente: el frío. La escarcha que se va acumulando en los huesos, la caricia que hiere, el beso que amputa los deseos. Entonces, sólo entonces esta pesadilla.

martes, 25 de marzo de 2014

APUNTES PARA ENCONTRAR LA SOMBRA QUE SE EXTRAVIÓ O DIARIO DE UN SOLITARIO QUE BUSCA COMPAÑÍA Y LA ENCUENTRA AL FINAL DEL DÍA

Por Marcos Freites
viernes
a veces ocurre así, no recuerdo la primera parte del sueño, luego me encuentro en una oficina y por la forma en que me lo dicen pienso que está todo bien, pero dos segundos después, me doy cuenta que no es verdad. ahí está el hombre de los anteojos cuadrados dispuesto a decirme que todo ha sido un error, ya sabés, muchacho, cuando llegaste pensé que había alguna vacante, hasta pensé en un arrebato de optimismo que vos podrías hacer un buen trabajo, pero no te preocupés, va a haber otra oportunidad, cada tanto se necesita gente que escriba, sos joven, y eso te permite esperar… mientras el tipo de anteojos habla sin dejar de mascar un chicle de frambuesa pienso en todo el camino que he hecho hasta llegar al primer piso de esta torre de cristal, donde una secretaria anoréxica le ceba mate a un ex-futbolista que repite a cada rato las palabras management, merchadansing, y le mira de reojo las tetas a una rubia que escribe con letra ilegible unas notas en el margen inferior del cuaderno… le digo, está bien, me avisa si necesitan alguien que escriba… él me mira, atrapa un pensamiento y dice, no te preocupés, muchacho; pero por favor, dejá de lado esas inclinaciones poéticas, aquí trabajamos con la realidad lo único que existe, todo eso de la poesía es para minas incogibles, me entendés… no sé por qué al salir pienso en vos, mientras espero un colectivo que no llega nunca.. tengo ganas de que estés acá y nos tiremos a escuchar wilco en el sillón y no pensemos durante una semana que hay que buscar trabajo, que tenemos que rendir 15 materias, que estamos corriendo contra los pronósticos.
sábado
 el melena, un amigo que se quedó atrapado en los noventa, acaba de pelearse con la madre de sus tres hijos y me pide que le ayude a hacer la mudanza. llovizna lentamente y las cajas con libros de la segunda guerra comienzan a  humedecerse. el melena sube y baja trayendo cajas. algunas veces discute con la mujer por la pertenencia de un libro, de una taza, y tras una larga negociación baja. yo no me atrevo a subir, saludo desde la calle a la mujer que parece estar con un montón de pastillas encimas y apilo las cajas a un costado de la vereda. después de un buen rato llega una fiorino, cargamos las cosas y avanzamos por una calle estrecha de tierra, con perros hambrientos que se cruzan y casas cuyas cercas están hechas de tarimas. el tipo que conduce la camioneta, un cuarentón con la barba mal rasurada intenta decir algo, algo así cómo esto pasa, no hay quién pueda escaparle, pero calla. entonces sube el volumen de la radio, suena por mirarte de calamaro, lo escuchamos en silencio hasta que salimos a la avenida y la canción es interrumpida por un aviso publicitario.
domingo
hace mucho que no me masturbaba los domingo a la mañana, lo hice pensando en una foto en la que aparecés al lado de la pileta, es extraño, en la toma hay un raro erotismo, que parece congelado por el fragor del verano, una especie de lujuria contenida que extiende su magnetismo hacia el presente. si hubiese llevado una estadística cuidadosa, seguro que los domingos son los días en los que más me he masturbado. hubo una época en la adolescencia donde los domingos eran todos iguales, me encerraba  a tomar vino, escribir y escuchar flema. todas esas actividades estaban interrumpidas por rápidas masturbaciones. después salí con una jugadora de hockey que estaba fuera de casa todo el domingo, alquilábamos una casa en un barrio donde la mayoría de la gente eran ancianos y cuando volvía a la noche no tenía ganas de coger, y eso me amargaba demasiado. Estoy tan cansada , lindo, decía. entonces un domingo tras tanta insistencia decidió masturbarme y lo hizo de una manera tan rítmica, hasta puedo asegurar que algún momento hizo un pequeño scat, a partir de entonces se convirtió en un ritual, hasta que me dejó por su entrenador, un tipo musculoso con pinta de peluquero.
lunes
tuve la sensación de que alguien se quedó dormido a mi lado. algo pequeño como un perro o un gato. me desperté cubierto de transpiración con la ilusión de que estuvieras en la casa. pensé que en un arrebato te viniste y encontraste la puerta sin llave. entonces me viste durmiendo y no quisiste despertarme. te pusiste a mirar tele o preparar café o estudiar para teoría literaria. pero no hay nadie en la casa. trato de ponerle onda, preparo el café, plancho la camisa y me miró al espejo, toreándome, como diciéndole a mi reflejo, vamos maricón, no te me vengas abajo, ahora es cuando más te necesito. pero no hay caso, el entusiasmo no responde. tenés que estar vos, nena, para que esto garpe. pero parece que de aguiar e silva te tiene complicada. supongo que si nos dieran permiso nos meteríamos en la cama a leer todas esas fotocopias y yo te convencería que es preferible leer bioy casares que cortázar.
martes
mejor y con ganas.  a la vuelta de casa hay un colectivo sin ruedas, parece que se las robaron. me contaron que hay una chica poseída en los monoblock a la vuelta de la casa, un montón de gente se ha reunido. vinieron unos curas, traían grandes crucifijos y arrojaban agua bendita por todos lados. hubo una época en que tres de cada cinco conocidos asistía a sesiones de espiritismo, querían hablar con espíritus de familiares muertos. después, los acosaba la paranoia, oían pasos, muebles que se movían en mitad de la noche, rostros nebulosos que aparecían de improvisto en la oscuridad.  los escuchaba, ajeno a todo, por esos días mis únicas preocupaciones eran masturbarme, drogarme y fumar, fumar, mientras escuchaba una y otra vez discos de jazz.
miércoles

parece que van a continuar las lluvias. tengo la impresión de que esta vez si nos vamos a encontrar. voy a llegar con el polvo de los caminos en los zapatos, y esta sonrisa rota que ya no puede fingir estas ganas enfermas de meterte en la cama y hacerte el amor como un animal. mientras tanto la tele sigue emitiendo imágenes de los restos del avión desaparecido, y una gran mancha de humedad va cubriendo toda la pared.