domingo, 30 de marzo de 2014

EL HOMBRE CON EL TRECE EN LA ESPALDA


APUNTES DE UN VERANO DONDE PASÉ DEMASIADO TIEMPO SOLA EN LA CASA

1. Me limito a bajar las persianas cuando la luz agoniza con una blancura insoportable. Entonces cierro cajas que no volveré a abrir, le pongo llave a los armarios sólo para sentirme segura que el hombre con el trece en la espalda no volverá  a ingresar a mi habitación, pero él siempre se las ingenia para encontrar una grieta, una pequeña fisura en el borde del borde y habitar con toda su perversión mis sueños, para aferrarse a mi inocencia y hacerla trizas con unas pinzas afiladas.
2. Sueño que el hombre con el trece en la espalda me arrastra hasta  la soledad del campo, donde no ocurre nunca nada e inmersa en un sueño, oculta tras unos anacrónicos anteojos de sol, escribo una carta con silencio, con viento, con nada. La página se inunda de pájaros mudos. Y como en el cuento la puerta  se abre hacia el páramo.  Y entonces hay luz en la ventana. Una luz muy antigua. Alguien sacude las manos para proteger, por si cayeran, las palabras, al suelo, con un sonido comprensible.
¿Alguien nos entiende? Pregunta el conejo con los ojos en forma de caleidoscopio.
3. Mi mamá y yo nunca tendemos la cama. Mi mamá y yo nunca hacemos el aseo. Nos gusta ver como la mugre se va amontonando, como el verano con su hedor va fermentando nuestros despojos. Mamá y yo disfrutamos al aplastar insectos frente al ventanal. Mamá sabe que en la casa de enfrente hay un hombre que no deja de observarme y apunta sin piedad a la cabeza de mis sueños. A Mamá le excita que a unos metros de mi habitación haya un psicópata dispuesto a asesinarme. Mamá dice que puede oler el perfume del asesinato los domingos cuando me meto a la ducha y con la luz apagada me quedo imaginando como serán las caricias del hombre con las manos velludas.
4. Siempre estamos solos. Todos aquellos que aparecen a un costado bajo el nombre de amigos: no existen. Esas fotos que utilizan como perfil pertenecen a fantasmas. Son un avatar creado por nuestros deseos.
5. Perverso este verano que me hunde en mis pensamientos y me hace pensar que a mi alrededor todas han escapado. Perversa esta idea de quedarme desnuda hasta mediodía escribiendo apuntes en la cama, tratando de sobrellevar este verano, donde no tendré dinero, amor ni siquiera la caricia de un extraño. Salvo el asedio del hombre con el trece en la espalda. Los martes voy a verlo a su estudio y me escucha  sin dejar de asentir, tomando la distancia suficiente como para que mis traumas no lo toquen. Durante toda la semana el me espía, ha alquilado la casa de enfrente y desde ahí me vigila. Sabe que en el momento preciso en que me descuide no dudará en atravesarme con su bastón filoso.
6. Yo soy de él, dice ella la joven pasante, y de él son mis asfixias, de él que me dejó sola viendo un video dónde un anciano ruso arrastra un pesado trineo a través de un bosque nevado, de él son mis deseos grita ella, la joven pasante, que ya no mira los anillitos de colores que le regalo el hombre con el trece en la espalda. Hay un mentiroso que habita en mí, que ya no recuerda rezar por la joven pasante que ayuda a levantar la mesa, y mientras él introduce sofisticados datos en una computadora ciega, ella se arrodilla y …
7. Alcanza con tocar un fragmento de esa cara estrellada en medio del césped para saber que ya no somos partes de ese cuerpo que como un virus nos invadía por la noche, cuando dormíamos desnudos, y nuestros ojos obedecían, como obedecen las bestias resignadas al trabajo forzoso.
8. Los atletas avanzan despacio, tratando de levantar velocidad en torno al río mugriento, con bolsas de supermercado blancas flotando, con zapatos solitarios que boquean entre la resaca que juntó el último temporal, y la empleada del centro educativo, levanta la cabeza, acomoda su falda demasiado corta, y se roza los pechos con ambas manos  al ver esos hombres transpirados, pero algo la contiene, atrás de ella carpeta en mano está el hombre con el trece en la espalda.
9. Los días son todos iguales en esta ciudad, hasta que llega la chica de Helsinki que vino por el intercambio. Aparece en un taxi.  Todos nos olvidamos de ir a buscarla al aeropuerto. Lleva clavado unos auriculares gigantescos, color mostaza, y con muchísimo esfuerzo dice: ¡Hola!  El hombre con el trece espalda la espía desde la casa de enfrente y con un fusil descargado apunta a su cabeza. Imagina que cae muerta en el jardín dando un grito en un idioma incomprensible.
10 Todavía no sé quién sos, hombre con el trece en la espalda que quiere ayudarme, que quiere hundirme, que quiere escarbar en todas mis patologías, que me dice cada día estás más enferma, quién sos, quién te hace gemir, quién te deja dormir a su lado cuando hace mucho calor y tu cuerpo es un río de sudor.
11. El muñeco de tela que despedazamos en el naranjo tratando de bajar un barrilete que justo había quedado ahí. En esa época teníamos la costumbre de plagiar a Rimbaud y escribíamos versos curiosos como ese de los párpados azules que la mañana ha lamido con su lengua áspera o aquel otro de las sillas torcidas que aguardan por el verano soñando con palomas muertas. Teníamos trece años y sólo habíamos visto desnudos a los hombres de la familia. Los hombres de la familia rastrillaban la hierba, hacían grandes parvas de pasto secos y por la tarde iban a un estanque a bañarse desnudos, lejos de nuestra vista. Madre, nos tenía prohibido acercarnos al estanque, sin embargo, siempre, siempre la desobedecíamos. El hombre con  el trece en la espalda, por esa época merodeaba la quinta y con unos gruesos binoculares nos observaba como a dos presas que no tardarían en caer a sus pies, derribadas por la sed de conocer el amor enfermo de un hombre mayor.
12. Descubro mensajes en el espejo escritos con un pulso nervioso y me acuesto sobresaltada. Por la noche sueño que el hombre con el trece en la espalda se acerca a mí y me muestra su pene de niño obeso.
14. Si era la pulsera que lo protegía de los peligros cotidianos yo no lo sabía. Para mí lo que llevaba puesto en su muñeca era un extraño objeto que parpadeaba bajo el fulgor  de las luces ultravioletas. Él lo lucía seguro de estar protegido de cualquier mal que se le atravesara en el camino. Desde el interior de su casa corría sin detenerse hasta el centro de la ciudad, tratando de perder unos gramos, capaz de aliviarle esa respiración entrecortada, unos miligramos que le permitieran penetrar sin dificultad a su esposa, que rozagante, se echaba de espalda y aguardaba inmóvil que la atravesara con su pequeño pene deforme.
15. Despierto bruscamente, con la impresión de salir de un profundo sueño, y tengo la certeza de que un momento antes alguien estuvo acostado a mi lado. Alguien se tendió a mi lado y contempló con admiración mi rostro dormido. Me incorporo y miro alrededor. Estoy transpirando, y tengo que restregarme los ojos para ver más allá del pasillo. Me duele un poco la cabeza como si hubiese soñado más de lo permitido, y me convenzo de que si me hubiese quedado despierto podría haberlo visto. Mientras tanto debo seguir esperando para ver.
16. Parece que el verano va  a terminar antes de lo pensado. El hombre con el trece en la espalda se sienta en mi cama, se quita las botas, me pide que le desabroche la camisa transpirada. Luego se pone de pie completamente desnudo como si quisiera controlar los temblores que le agitan el cuerpo. Evita mirarme. ¿No tienes miedo, querida?-susurra  y se acaricia el abdomen velludo-.Vamos a verlo.

Me lleva junto a la luz de la vela, con las manos atadas tras la espalda. Clava con cuidado su cuchillo entre mis tetas, y va cortando hacia abajo, moviendo lentamente el filo, cortando con delicadeza la piel. Hacia abajo,  hasta que mi falda se abrió. Entonces de repente: el frío. La escarcha que se va acumulando en los huesos, la caricia que hiere, el beso que amputa los deseos. Entonces, sólo entonces esta pesadilla.

martes, 25 de marzo de 2014

APUNTES PARA ENCONTRAR LA SOMBRA QUE SE EXTRAVIÓ O DIARIO DE UN SOLITARIO QUE BUSCA COMPAÑÍA Y LA ENCUENTRA AL FINAL DEL DÍA

Por Marcos Freites
viernes
a veces ocurre así, no recuerdo la primera parte del sueño, luego me encuentro en una oficina y por la forma en que me lo dicen pienso que está todo bien, pero dos segundos después, me doy cuenta que no es verdad. ahí está el hombre de los anteojos cuadrados dispuesto a decirme que todo ha sido un error, ya sabés, muchacho, cuando llegaste pensé que había alguna vacante, hasta pensé en un arrebato de optimismo que vos podrías hacer un buen trabajo, pero no te preocupés, va a haber otra oportunidad, cada tanto se necesita gente que escriba, sos joven, y eso te permite esperar… mientras el tipo de anteojos habla sin dejar de mascar un chicle de frambuesa pienso en todo el camino que he hecho hasta llegar al primer piso de esta torre de cristal, donde una secretaria anoréxica le ceba mate a un ex-futbolista que repite a cada rato las palabras management, merchadansing, y le mira de reojo las tetas a una rubia que escribe con letra ilegible unas notas en el margen inferior del cuaderno… le digo, está bien, me avisa si necesitan alguien que escriba… él me mira, atrapa un pensamiento y dice, no te preocupés, muchacho; pero por favor, dejá de lado esas inclinaciones poéticas, aquí trabajamos con la realidad lo único que existe, todo eso de la poesía es para minas incogibles, me entendés… no sé por qué al salir pienso en vos, mientras espero un colectivo que no llega nunca.. tengo ganas de que estés acá y nos tiremos a escuchar wilco en el sillón y no pensemos durante una semana que hay que buscar trabajo, que tenemos que rendir 15 materias, que estamos corriendo contra los pronósticos.
sábado
 el melena, un amigo que se quedó atrapado en los noventa, acaba de pelearse con la madre de sus tres hijos y me pide que le ayude a hacer la mudanza. llovizna lentamente y las cajas con libros de la segunda guerra comienzan a  humedecerse. el melena sube y baja trayendo cajas. algunas veces discute con la mujer por la pertenencia de un libro, de una taza, y tras una larga negociación baja. yo no me atrevo a subir, saludo desde la calle a la mujer que parece estar con un montón de pastillas encimas y apilo las cajas a un costado de la vereda. después de un buen rato llega una fiorino, cargamos las cosas y avanzamos por una calle estrecha de tierra, con perros hambrientos que se cruzan y casas cuyas cercas están hechas de tarimas. el tipo que conduce la camioneta, un cuarentón con la barba mal rasurada intenta decir algo, algo así cómo esto pasa, no hay quién pueda escaparle, pero calla. entonces sube el volumen de la radio, suena por mirarte de calamaro, lo escuchamos en silencio hasta que salimos a la avenida y la canción es interrumpida por un aviso publicitario.
domingo
hace mucho que no me masturbaba los domingo a la mañana, lo hice pensando en una foto en la que aparecés al lado de la pileta, es extraño, en la toma hay un raro erotismo, que parece congelado por el fragor del verano, una especie de lujuria contenida que extiende su magnetismo hacia el presente. si hubiese llevado una estadística cuidadosa, seguro que los domingos son los días en los que más me he masturbado. hubo una época en la adolescencia donde los domingos eran todos iguales, me encerraba  a tomar vino, escribir y escuchar flema. todas esas actividades estaban interrumpidas por rápidas masturbaciones. después salí con una jugadora de hockey que estaba fuera de casa todo el domingo, alquilábamos una casa en un barrio donde la mayoría de la gente eran ancianos y cuando volvía a la noche no tenía ganas de coger, y eso me amargaba demasiado. Estoy tan cansada , lindo, decía. entonces un domingo tras tanta insistencia decidió masturbarme y lo hizo de una manera tan rítmica, hasta puedo asegurar que algún momento hizo un pequeño scat, a partir de entonces se convirtió en un ritual, hasta que me dejó por su entrenador, un tipo musculoso con pinta de peluquero.
lunes
tuve la sensación de que alguien se quedó dormido a mi lado. algo pequeño como un perro o un gato. me desperté cubierto de transpiración con la ilusión de que estuvieras en la casa. pensé que en un arrebato te viniste y encontraste la puerta sin llave. entonces me viste durmiendo y no quisiste despertarme. te pusiste a mirar tele o preparar café o estudiar para teoría literaria. pero no hay nadie en la casa. trato de ponerle onda, preparo el café, plancho la camisa y me miró al espejo, toreándome, como diciéndole a mi reflejo, vamos maricón, no te me vengas abajo, ahora es cuando más te necesito. pero no hay caso, el entusiasmo no responde. tenés que estar vos, nena, para que esto garpe. pero parece que de aguiar e silva te tiene complicada. supongo que si nos dieran permiso nos meteríamos en la cama a leer todas esas fotocopias y yo te convencería que es preferible leer bioy casares que cortázar.
martes
mejor y con ganas.  a la vuelta de casa hay un colectivo sin ruedas, parece que se las robaron. me contaron que hay una chica poseída en los monoblock a la vuelta de la casa, un montón de gente se ha reunido. vinieron unos curas, traían grandes crucifijos y arrojaban agua bendita por todos lados. hubo una época en que tres de cada cinco conocidos asistía a sesiones de espiritismo, querían hablar con espíritus de familiares muertos. después, los acosaba la paranoia, oían pasos, muebles que se movían en mitad de la noche, rostros nebulosos que aparecían de improvisto en la oscuridad.  los escuchaba, ajeno a todo, por esos días mis únicas preocupaciones eran masturbarme, drogarme y fumar, fumar, mientras escuchaba una y otra vez discos de jazz.
miércoles

parece que van a continuar las lluvias. tengo la impresión de que esta vez si nos vamos a encontrar. voy a llegar con el polvo de los caminos en los zapatos, y esta sonrisa rota que ya no puede fingir estas ganas enfermas de meterte en la cama y hacerte el amor como un animal. mientras tanto la tele sigue emitiendo imágenes de los restos del avión desaparecido, y una gran mancha de humedad va cubriendo toda la pared.



lunes, 1 de abril de 2013

¿ES QUÉ PUEDE HABER ALGO ANTES DE LA LEJANíA?

Por Freites

¿Es qué puede haber algo antes de la lejanía?
Cuando el pueblo duerme 
y la noche se llena de ladridos de perros
y los bares se cierran antes de medianoche
y no hay nadie a quién llamar 
y estoy solo observando mi imagen borrada
en el mismo espejo en el que tus antepasados
se miraron tantas noches con el mismo gesto de fastidio.
¿Es qué puede haber algo antes de tus ojos,
descubriendo días que no están en ninguna parte?

Eran los días en que tu voz surgía apenas palpable

para señalar el sitio donde nos reencontraríamos,
éramos enamorados que se abrazan en sueños,
fugitivos que se encuentran en sitios siniestros
y se besan, como si supieran que cada encuentro
es la antesala de una nueva despedida.

Y había pañuelos sin llanto, galopes sordos,

mentiras, teléfonos que sonaban a medianoche,
y extraños que se dormían a nuestro lado.
¿Es qué puede haber algo antes de la oscuridad?
¿Y puede existir algo antes de tu espalda desnuda,
antes de tu voz susurrándome en sueños
acerca de besos que se esparcen en  el frío ?
¿Quién sos, ahora que la penumbra
ha invadido todas las habitaciones
y en los pasillos es tu fantasma
el que deambula insomne?

Tal vez no importe quién sos.

Para verte en la noche solo debo escribir,
esperar con los ojos abiertos ese instante
en que te decidís abrirte paso en la lejanía.




domingo, 31 de marzo de 2013

BELLO PÚBLICO

Por Freites 
                                                    A Marlene en Comala, Mx
I
No. No sabía. Les aseguro que ignoraba todo este esplendor. Estaba aquí, flotando entre las cosas, frente a mis ojos todo el tiempo, pero no podía ver todo este esplendor.
Como contarles que tuve un sueño, que soñé con ella. Como no sonrojarme si les cuento que tuve un sueño de amor, todo un  sueño  de amor en el que estábamos desnudos sin ninguna esperanza de morir aún.
Ella estaba a mi lado, parecía que dormía, un racimo de estrellas brillaba sobre nosotros, yo le acariciaba sus manos y le contaba de muchachas chinas que desnudas en un arrozal tararean canciones de cuna iluminadas por la luna, y todo era tan bello, como esa tarde en que se hizo la muerte bajo la lluvia.
Había llegado muy tarde, hablando otra lengua. La belleza sobre su cuerpo palpitaba, sus grandes ojos se abrían al temporal y era una flor, era un guijarro, era el atardecer del diecisiete de septiembre,  con los lapachos inundados de luz, eras vos desnuda sobre la hierba con los pechos humedecidos por la lluvia; y era también tu voz casi a oscuras, repitiendo mi nombre como si se tratara de un conjuro.
Como ponerme de pie y confesarles que tuve un hermoso sueño de amor. Ella estaba acostada en el agua, era la única sobreviviente del diluvio, tenía entre sus brazos un gato agigantado por el deseo.
Yo me acercaba y era como si toda una vida su cuerpo me hubiese reclamado, y en el descuido de la noche aprisionaba sus blandos muslos; y era como si de tanto explorar en lo perdido nos encontráramos con toda la belleza de frente.

Todo estaba ahí, cuanto deseaba: era un relámpago de hojas hirvientes, un caballo  oscuro atravesando la arena de la tarde. Se parecía a  esta orquídea que persigue una mariposa, a aquella puerta que se abre sin ruido para dejar entrar las últimas sombras, a esa luz que me quema por dentro.
II
No. No sabía. Te aseguro que ignoraba el esplendor de los álamos incendiados a las siete de la tarde por una luz antigua que se parece a la que alumbró nuestro estremecimiento cuando estás calles eran de cieno y viento y yo te buscaba deseoso de oír tu respiración, avanzando entre la maleza sin poder tocarte siquiera.
Si supieras que tuve un sueño en el que todo el crepúsculo se enredaba en tu pelo, comprenderías que toda esta belleza estaba aquí, flotando, y yo era ajeno a todo, no veía esas nubes que se recortan filosas sobre un cielo al borde de la agonía, y era de un azul de nunca el columpio que mecía la tarde.
Pero yo nada podía ver.
Tuvieron que venir tus ojos a fundar la poesía y no sé por qué me acordé de otra tarde trepando el muro de una casa abandonada, no recuerdo la casa, tampoco el color de tu pollera, salvo tus palabras, las palabras que usabas para señalarme la belleza atrapada entre el musgo, entre todo lo que el oleaje del tiempo opacó,  salvo el sol, si, el sol, el sol de esa tarde que se parece a tu sol, arde con el mismo fuego, hubiese dicho.
De todas estas tardes habrá una, tan solo una donde todo el mundo se reduzca a la agonía de los árboles y quién sabe, sentados en un banco de plaza, resistiéndonos al viento sabremos al fin que todo esto no es más que evocación, memoria de  otros días cuando no teníamos nombre y éramos la insinuación de una tempestad, el atisbo de un temporal, cuando nos mirábamos para encontrar lo que no teníamos y en cada mirada, descubríamos  que siempre habíamos mirado la misma tarde.
 III
Ahora que todo se parece a un sueño y espero que la noche se extienda hasta aquí, escribo tu nombre en las gotas que los árboles le ofrecen a la luna y algo de vos, pasa por aquí, con tanta impaciencia que imagino que te encuentro entre la gente, mientras enciendo fósforos en la oscuridad y sin pensarlo voy de un lado a otro, casi sin respirar. 
Qué extraño este silencio, cuando la noche desemboca en un río e invento en el azul del ensueño caminos que me lleven hasta vos y todo parece volver otra vez, las palabras llegan despacio, son las palabras perfectas para nombrarte, cuando una estrella hace nido en tu cama y tus ojos miran barcos hundidos bajo la lluvia y el eco de tu voz resuena a través del pasillo que se abre a ciegas al insomnio. 
Qué será del verano, cuando estás palabras se extravíen en el oleaje amarillo del olvido y vuelva a mirarte en el beso repetido de la tarde que viene a contarme de la belleza de tus ojos. Ya no sabré qué hacer con este deseo de terminar cien veces por volver a encontrarte, qué hacer cuando me veo tan lejos de vos y el horizonte ya no se ve a través de la ventana rota y echo todas mis suertes en el alquitrán de la tarde. 
Al final sólo podré contemplar las palabras escritas en el papel y besar el trazo de tu nombre, como quien abraza en sueños la ilusión de un pájaro dormido, como quien cuenta campanadas en mitad de la noche y sueña que sueña que al final toda ha de ser como lo imaginó y si el desaliento me pide volver yo sé que te he de encontrar al final de los días, cuando el sol sólo puede amarse a sí mismo, cuando los peces bostezan en los acuarios, en un caudal de luz veré escrito tu nombre, y todo será poesía, si es que me nombras.

sábado, 23 de febrero de 2013

FELACIONES, ACOSOS, ORGÍAS Y OTRAS IMPRECACIONES EN MITAD DEL VERANO


Un ojo o algo que finja mirar.
                                       J.J.Reynoso
Por Rubén R. Almada 
                                                                      
OJO CON EL OJO: Y así llegamos a la siesta fatídica en que Matatormentos atraviesa la ciénaga por el lado de la compuerta y ahí bajo el sol, erizado por las espinas, con la frente cubierta de sudor, se desnuda, se desnuda sin advertir el ojo que se posa en ese nudo de cuerpos extasiados que aúllan, y este brazo es de Carmuncho , este otro de Miguelo, y aquella pierna de Matatormentos, y esa mano que se anuda al cuello es de… Y las garzas espantadas revolotean, y hay un cuerpo flotando entre los juncos y el calor lo hace todo tan insoportable, se desprenden vapores del fango y un alarido recorta la figura de los jinetes que incrédulos lo observan todo.
La palabra induce a la exploración del fantasma, ese espectro que mira un punto ciego, y Matatormentos escribe con letra temblorosa que ese Ojo estuvo siempre ahí, para estos lados siempre ha mirado, y cuando tenía los yuyos hasta la cintura, con Miguelo en la retaguardia, empujando y empujando, con decirte que desde lo alto de las lomas ya se tomaba el olor, el olor a carne acuchillada, y él me quería hincar el diente, cortarme en pedacitos, y entonces, sólo entonces El Ojo, el Ojo que no perdona. El Ojo va a vaciar muchas sillas, mientras este calor perdure.

SANGRE EN EL OJO: Nadie ha abierto fuego, todos aguardan por la llegada de Carmuncho, que para esta ocasión luce una delicada chaqueta militar, y la música bailable resuena, azuzando con furia los tambores hasta que rujan, para que las chicas zigzagueen a lo largo de la pista improvisada. Maravillosas las piernas de la bailarina, extendiéndose hasta rozar la punta del abismo. Esplendorosos los peinados de las coristas, resplandeciendo bajo el remolino de las luces. Pero poco importa. Todas las miradas estarán puestas en Carmuncho, que llegará bajo una lluvia de aplausos, dispuesto a tomar por asalto el escenario, y quien sabe cuando termine todo, lo esperará Cogote ataviado en látex, relamiéndose en la infinidad de una cama. Pero continuemos en este sitio, porque Raymundo Godoy después de hacerse rogarse un buen rato, desmonta y fusta en mano la emprende contra Matatormentos que yace desnudo, cuerpo a tierra en el patio recién regado, con los brazos en cruz. Se acercan unos niños hambrientos, mordiendo los restos de pollo que arrojaron los proxenetas después de almorzar, con la gran prostituta mayor, y con el rostro sonsacado aplauden, fascinados por la sumisión, deseoso de asestarle al infeliz un golpe. Entonces el público se abre, guarda silencio un instante y rompe en aplausos. ¡Alabado sea, Carmuncho! Un séquito de efebos lo acompañan hasta el centro del escenario, mientras la gente se cubre el rostro para evitar que los cubra con tierra un remolino y una jauría de perros en celo se trenza en una lucha encarnizada. ¡Apartad los perros!, vocifera Carmuncho, y unos policías de uniforme verde empiezan a apalearlos, hasta dispersarlos por completo. Carmuncho aplaude, luego se acerca al micrófono, y les pide que se diviertan con precaución, que sean buenos ciudadanos y recapaciten acerca de sus pecados, y esparciendo estrellitas se aleja. Entonces estallan en racimos los fuegos artificiales, que no son otra cosa que el preludio del baile, el éxtasis de los cuerpos anudados.

OJOS QUE NO MIRAN: Los ojos están metidos en la tarde, murmura Miguelo frente al espejo, mientras observa su cicatriz en el abdomen y siente en la nuca las pupilas desorbitadas de Matatormentos, implorando por un poco de calma. Ya está bien, esa flor llena de púas que se abre en las manos, y ese garrote vil que cae con furia en sus nalgas, cuando empiezan a caer los aplausos, y se escucha aquello del arrollado de venas, apéndice reproductor, manguaco hambriento, toronja del escarnio, porque vos sabes que yo nunca te he pedido de más, salvo que no lo guardes blandito, mientras ese ojo lleno de sangre sigue en el blanco, y todo empuja hacia adentro, lo que acumula el placer desbordado, la chica que se sorprende al hallarte desnudo en el baño, con esa cara de cuándo vienen a buscarme, y ese señor que se desabrocha la camisa, mientras vos arrodillado imploras por un poco de compasión, y llueve, afuera y adentro, una lluvia que se va deshilachando en gotas oscuras, como si fuera el preludio de lo que está por venir, y qué hacer en estas circunstancias, cuando el baile está en todo su esplendor y aún queda dinero para comprar alcohol y el chico que te gusta sigue merodeando, tratando de filtrarse por alguno de tus flancos más débiles, sin darse cuenta, los hombre nunca se dan cuenta, que si tuvieras un poco menos de pudor, lo dejarías colarse por cualquier lado, lo meterías adentro de tu cama y te entregarías a tus caprichos; pero mientras continué la lluvia, seguirás al lado de Carmuncho y Miguelo, bromeando acerca de dónde te encontrara la mañana, pensando en ese delicioso candado chino que podrías hacer si tu cuello fuese un poco más largo, tratando de lidiar con ese ojo que no mira pero está dispuesto a devorarse todo.

OJOS EN LA NUCA: Cuando la noche se empezaba  a retirar, volvió a aspirar para esconder un poquito la pena y no pensar en todos los cables que le introdujeron a Matatormentos, y pobre Miguelo, con lo preciso que era, quién va a poner el ojo en el agujero correcto, y ahora no van a quedar más que unas cuantas imágenes dando vueltas, buscándose en nosotros, como si fueran vapores que se han desprendido luego de una auto combustión, sin encontrar otra cosa que un vacío vertiginoso; y seguir con la tropilla hacia la sierra, con mucha precaución, porque el ojo seguirá ahí, amarilleando, deseando que nos acostumbremos a su leve excitación, hasta que nos permita acariciar su párpado oscuro y achacoso, incapaz de aislarse de la luz macilenta con que resguarda la tarde estas paredes.
Y hay cuerpos que ajenos a la excitación, ignorantes del espasmo fatal, que se desperezan, y salen exultantes a abrirse el pecho a la intemperie, deseosos de inyectarse, sin advertir la presencia de ese Ojo que acecha, como si en la espesura del follaje quedara algo de eso que en un breve parpadeo los habitó desfigurando todo lo que llevaban prendido dentro, quitándoles en una sola embestida todo ese ruido al que jamás Miguelo y Cogote aspirarán, y vos, Raymundo Godoy, sólo ante la mañana, sin demasiadas expectativas de vida, acariciando tu miembro exangüe, como si fuera una manguera que se alquila para desagotar letrinas, permanecerás desnudo hasta que tomes el coraje suficiente para arrancarte ese ojo interior que te impide ver.

Rubén R. Almada. Poeta inédito de San Luis, Argentina. 

martes, 29 de enero de 2013

TODOS SOMOS PUTOS



        Por Freites
Estaba triste y abatido. No hacía otra cosa que acariciarme la pija. No tenía idea dónde estaba parado. Mientras tanto, los putos salían de todos lados. Estaban en mi cama, en mi comida, en los pliegues de las sábanas. Por todas partes había putos. Digo que por todas partes había putos. Putos que no paraban de hablar, putos  que no paraban putos. Putos, irreverentemente putos. Algo tenía que hacer.
Algo tenía que hacer. Dejé de acariciarme la pija y salí a buscar a Emanuel.
Toqué la puerta de su casa y le dije: ¡ Vamos a matar putos! Con un revólver y un palo salimos a la calle dispuestos a liquidar a todos los putos.
Nosotros estamos de acuerdo con Hitler, pese a que tenemos amigos judíos, dijo un matrimonio y nos indicó dentro del armario. Hitler no hubiese dudado en matar todos los putos, agregó el hijo menor y comenzó a pegarle en la cabeza a un puto paralítico. Estuvimos toda la tarde apaleando putos. Vinieron algunos chicos de la catedral dispuestos a quemarlos. Han vuelto los buenos tiempos en los que quemábamos todos los indecentes, dijo un monaguillo. Haremos una  gran hoguera en el centro de la plaza, gritó un seminarista. Los putos, dijo un párroco se esconden en los lugares menos pensados. Detrás de la puerta puede haber putos, hay que buscar con meticulosidad. Tienen una forma peculiar de ocultarse, según mis cálculos, agregó el sacerdote, habría que buscar en el agujero de la chimenea, incluso en la tapa del inodoro.
Antes que cayera el sol habíamos matado cerca de un centenar de putos. Exhaustos fuimos a la casa de Emanuel a tomar un descanso y al encender el televisor, nos dimos cuenta que había varios dentro del aparato. Lo apagamos y con cuidado comenzamos a desarmarlo. Antes de medianoche, me dijo Emanuel, quitaremos todos los putos de la televisión.
Dejamos todo de lado, la universidad, el trabajo, y nos dedicamos a buscar putos. No había puto capaz de escapar a nuestra ferocidad, los atrapábamos y les prendíamos fuego como en la gloriosa época de la santa inquisición. Algunos putos usaban máscaras, para pasar inadvertidos, se comunican a través de flatulencias melódicas, pero tarde o temprano se delataban.
¡Somos muy eficaces! Ningún puto puede huir a nuestra ferocidad.
Investigamos a los profesores. La mitad son putos. Preparamos una hoguera frente a la universidad y los quemamos junto a sus libros.
Un cura historiador nos dijo la verdad. Sarmiento era puto. San Martín era puto. Perón era puto. Maradona es puto. Todos son putos.

En unas pocas semanas acabamos con  casi todos los putos. Unos pocos lograron escapar. Ahora hemos empezado a desconfiar de nosotros y en cualquier momento nos vamos a empezar a dar palos. Sólo una buena paliza borra el puto que todos llevamos dentro.

Tristano: Nació en algún lugar de San Luis. Todos los días intenta sin éxito de lograr una autofelación. Escribe después de masturbarse arduamente a sol y sombra. 

jueves, 24 de enero de 2013

Y SIN EMBARGO, NO ES POESÍA



                                      Por Gabriel Funes
lo dejan al lado de la cama le impiden que pueda tocar

lo hacen caminar de espaldas y él resignado obedece

le crecen cuernos , verrugas, jorobas, unos cuantos años

que no puede quitar y nada, nada lo enardece

ahí en las lindes del baldío exhausto en su abandono

prendido a su idea vagabunda sin hablar

colorea el mundo para nosotros impávido

con su pincel protoplasmático

y escribe con el reverso de la mano

notas ciegas que nadie, nadie lee

qué quiso decir cuando una ráfaga de viento repentino

lo ahogó entre plumas

qué espera tendido entre los escombros

sin nunca atreverse a dormir

como si al cerrar los ojos un sobresalto inesperado

amenazara con hacerlo pedazos

qué lo retendrá en esa constante negación

sin decidirse a poseer lo disperso.



y si todo acabara en un aluvión repentino

y no tuviera que cargar con ese montón de huesos

el dolor volvería a ser libre

y no dudaría en elegir una escala de grises

para colorear el perfil de su mujer

no permitiría que una mano se alargara

más allá de sus dominios

para abrazar lo que el aire niega

y no es poesía

este ejercicio retórico

sólo un breve aspirar/respirar

un jadeo desganado

en el margen de una hoja rota

maleza que se acumula

en las grietas que abre el calor

manchas de humedad

creciendo a lo largo y a lo ancho

sin descanso, sin poesía



la preocupación de una vida

que se sienta sobre los restos del día

y aguarda por unos pasos

que vengan a probar tanto silencio

cuando el temporal ha amainado

 y su mujer le habla

de algo parecido al amor



vicios ancestrales, costumbres paganas

que ninguna educación pudo cambiar

sólo el lento aprendizaje de la decepción

en una cinta sin fin

lugares dónde nunca ha estado

labios fantasmales que pronuncian el deseo

las piernas abiertas de la mucama al amanecer

el lenguaje perdido de la ropa usada

que se amontona sobre la vieja cama

sin exigir atención



saldrá del verano sin mirar atrás

convencido que esta estación

ha sido solo un descanso

sin importarle

la sábana con quemaduras de cigarrillo

la luz tambaleante que impide quitarse la ropa

cuando  el día tome posesión

y el hombre de las noticias

habla con dificultad

advierte sobre la inminente llegada

de un frente frío



lo que no es poesía se vuelve escombro

otra vez

lo que no es poesía se vuelve escombro

y por más largo que sea el verso

se vuelve desperdicio

palabras sobrantes que un hombre como él

tan cerca del vos me mostrás/yo te muestro

ve sin inmutarse

sin saber lo que está viendo

sin animarse a proseguir la lectura

porque no es poesía aún, no es poesía

¿y qué es poesía?

mi casa es su casa” “por qué no te callas”

y aquí estamos

junto al hombre

con todo el día por atravesar

inmunes a los efectos  nocivos de cierta poesía

que aún no es poesía