Por Marcos Freites
viernes
a veces ocurre así, no recuerdo la primera parte del
sueño, luego me encuentro en una oficina y por la forma en que me lo dicen
pienso que está todo bien, pero dos segundos después, me doy cuenta que no es
verdad. ahí está el hombre de los anteojos cuadrados dispuesto a decirme que
todo ha sido un error, ya sabés, muchacho, cuando llegaste pensé que había
alguna vacante, hasta pensé en un arrebato de optimismo que vos podrías hacer
un buen trabajo, pero no te preocupés, va a haber otra oportunidad, cada tanto
se necesita gente que escriba, sos joven, y eso te permite esperar… mientras el
tipo de anteojos habla sin dejar de mascar un chicle de frambuesa pienso en
todo el camino que he hecho hasta llegar al primer piso de esta torre de
cristal, donde una secretaria anoréxica le ceba mate a un ex-futbolista que
repite a cada rato las palabras management, merchadansing, y le mira de reojo
las tetas a una rubia que escribe con letra ilegible unas notas en el margen
inferior del cuaderno… le digo, está bien, me avisa si necesitan alguien que
escriba… él me mira, atrapa un pensamiento y dice, no te preocupés, muchacho;
pero por favor, dejá de lado esas inclinaciones poéticas, aquí trabajamos con
la realidad lo único que existe, todo eso de la poesía es para minas
incogibles, me entendés… no sé por qué al salir pienso en vos, mientras espero
un colectivo que no llega nunca.. tengo ganas de que estés acá y nos tiremos a
escuchar wilco en el sillón y no pensemos durante una semana que hay que buscar
trabajo, que tenemos que rendir 15 materias, que estamos corriendo contra los
pronósticos.
sábado
el melena, un amigo que se quedó atrapado en
los noventa, acaba de pelearse con la madre de sus tres hijos y me pide que le
ayude a hacer la mudanza. llovizna lentamente y las cajas con libros de la
segunda guerra comienzan a humedecerse. el melena sube y baja trayendo cajas. algunas veces discute con la
mujer por la pertenencia de un libro, de una taza, y tras una larga negociación
baja. yo no me atrevo a subir, saludo desde la calle a la mujer que parece
estar con un montón de pastillas encimas y apilo las cajas a un costado de la
vereda. después de un buen rato llega una fiorino, cargamos las cosas y
avanzamos por una calle estrecha de tierra, con perros hambrientos que se
cruzan y casas cuyas cercas están hechas de tarimas. el tipo que conduce la
camioneta, un cuarentón con la barba mal rasurada intenta decir algo, algo así
cómo esto pasa, no hay quién pueda escaparle, pero calla. entonces sube el
volumen de la radio, suena por mirarte de calamaro, lo escuchamos en silencio
hasta que salimos a la avenida y la canción es interrumpida por un aviso
publicitario.
domingo
hace mucho que no me masturbaba los domingo a la mañana,
lo hice pensando en una foto en la que aparecés al lado de la pileta, es
extraño, en la toma hay un raro erotismo, que parece congelado por el fragor
del verano, una especie de lujuria contenida que extiende su magnetismo hacia
el presente. si hubiese llevado una estadística cuidadosa, seguro que los
domingos son los días en los que más me he masturbado. hubo una época en la
adolescencia donde los domingos eran todos iguales, me encerraba a tomar vino, escribir y escuchar flema.
todas esas actividades estaban interrumpidas por rápidas masturbaciones.
después salí con una jugadora de hockey que estaba fuera de casa todo el
domingo, alquilábamos una casa en un barrio donde la mayoría de la gente eran
ancianos y cuando volvía a la noche no tenía ganas de coger, y eso me amargaba
demasiado. Estoy tan cansada , lindo, decía. entonces un domingo tras tanta
insistencia decidió masturbarme y lo hizo de una manera tan rítmica, hasta
puedo asegurar que algún momento hizo un pequeño scat, a partir de entonces se
convirtió en un ritual, hasta que me dejó por su entrenador, un tipo musculoso
con pinta de peluquero.
lunes
tuve la sensación de que alguien se quedó dormido a mi
lado. algo pequeño como un perro o un gato. me desperté cubierto de
transpiración con la ilusión de que estuvieras en la casa. pensé que en un
arrebato te viniste y encontraste la puerta sin llave. entonces me viste
durmiendo y no quisiste despertarme. te pusiste a mirar tele o preparar café o
estudiar para teoría literaria. pero no hay nadie en la casa. trato de ponerle
onda, preparo el café, plancho la camisa y me miró al espejo, toreándome, como
diciéndole a mi reflejo, vamos maricón, no te me vengas abajo, ahora es cuando
más te necesito. pero no hay caso, el entusiasmo no responde. tenés que estar
vos, nena, para que esto garpe. pero parece que de aguiar e silva te tiene
complicada. supongo que si nos dieran permiso nos meteríamos en la cama a leer
todas esas fotocopias y yo te convencería que es preferible leer bioy casares
que cortázar.
martes
mejor y con ganas. a la vuelta de casa hay un colectivo sin
ruedas, parece que se las robaron. me contaron que hay una chica poseída en los
monoblock a la vuelta de la casa, un montón de gente se ha reunido. vinieron
unos curas, traían grandes crucifijos y arrojaban agua bendita por todos lados.
hubo una época en que tres de cada cinco conocidos asistía a sesiones de
espiritismo, querían hablar con espíritus de familiares muertos. después, los
acosaba la paranoia, oían pasos, muebles que se movían en mitad de la noche,
rostros nebulosos que aparecían de improvisto en la oscuridad. los escuchaba, ajeno a todo, por esos días mis
únicas preocupaciones eran masturbarme, drogarme y fumar, fumar, mientras
escuchaba una y otra vez discos de jazz.
miércoles
parece que van a continuar
las lluvias. tengo la impresión de que esta vez si nos vamos a encontrar. voy a
llegar con el polvo de los caminos en los zapatos, y esta sonrisa rota que ya
no puede fingir estas ganas enfermas de meterte en la cama y hacerte el amor
como un animal. mientras tanto la tele sigue emitiendo imágenes de los restos
del avión desaparecido, y una gran mancha de humedad va cubriendo toda la
pared.
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