sábado, 27 de noviembre de 2010

PARRICIDIO DIVINO

Las bombas explotan fuerte cuando chocan con la mitaloia, creíamos que no iba a funcionar,
pero que mejor que probarlo con un ataque aéreo del mismo Vaticano.
Cuando apareció Samuel no sabía si reír o romperle la nariz. Voy a matar a Dios, fueron sus únicas palabras. Sentidos metafóricos entonces las muchachas esconden sus caricias tras un celular. Pero no, el no, el era veracidad, el era convicción, el era seriedad y en su traje encajaba su locura. Seis meses después, en mi casa, donde antes era una mesada con dos platos sucios mientras nos sentíamos haciendo el amor en la cama, un complejo equipo de química destilando y condensando líquidos de variados colores que se movían mostrando los dientes llenos de rabia. Samuel se la pasaba frente a probetas, me había explicado su teoría con bases epicureistas, en la cual se gestaba la idea de la materialización del alma, un compuesto atómico lejos de esa idea abstracta de un alma metafísica. Si la premisa de la condensación espiritual podía generar la concreción de un supuesto abstracto: “dios” podría llegar a ser corpóreo, y entonces asesinarlo.
Todo espacio deja ver la línea de luz que no nos deja dormir, e insiste en pegarnos en la cara. Sofi fue muerta morbosamente por el cáncer, un proceso de pocos días, en los que comenzó dejándola en la cama con esas ojeras que sostenían sus ojos y terminó con una mujer desnuda, sin pelo, y la belleza que solo da el fin. Dios asesinó a mi esposa, y su único pecado fue no entenderlo. Era justo encontrar a Samuel, era justo que hallara la fórmula, era justo incinerar a dios.
A los dos años, ya estábamos a varios kilómetros de lo que había llegado cualquier químico anterior, convertir la materia en oro era algo entretenido, hasta anecdótico, y llegó a ser molesto. Los avances se hacían rogar, la alquimia era solo un paso a nuestro destino, afuera la construcción de un bunker estaba más que avanzada. Trabajábamos día y noche, Samuel con la concretización de la materia, Evaristo trabajando en el patio con migo.
Podría decirse que dos más dos igual a cuatro no es más que un resultado reiteradamente engañoso, partiendo desde ahí hasta decir que el agua hierve a 100 grados centígrados, que las vacas mugen y el sin fin de “verdades” instaladas en el consiente colectivo. Todo nos lo explicó Evaristo la tarde que apareció. Un pirómano que había descubierto el nódulo principal del primer titiritero, del sumo controlador. Dios a través de la “pulone tigalñem” célula aparentemente defectuosa pero que actúa como controlador telepático de conocimiento, instala en las cabezas de los humanos ideas erróneas aparentemente indefensas intrascendentes, pero que en el conjunto, generan lo más efectivo para el control de las masas: la ignorancia. 
“He aquí que el hombre a venido a ser como uno de nosotros, pues se hizo juez de lo que es bueno y malo, No vaya ahora a alargar su mano y tomar también del árbol de la vida. Pues al comer de este árbol vivirá para siempre” Por ello que echó al hombre de la tierra del Edén... (Génesis 3, 22-23)
Dos años y matamos un heladero, necesitábamos lograr encerrar un alma, al principio probamos dentro de una caja de zapatillas “Pecas”, no resultó por las malas combinaciones eléctricas, la verdad que seguía sin entender, pero al cabo de dos años más, dentro de una pecera tapada (evolucionamos) se veía una especie de masa en estado gaseoso color carmesí, que se retorcía. El próximo paso era materializar ese alma, poder hacer que los átomos se junten de tal forma que constituyan una masa homogénea. Lo logramos, comenzamos por agregar acido de psirófeno en dosis elevadas, mientras le brindábamos pequeñas descargas eléctricas con variaciones de 50 watts cada cuatro segundos, lo que hizo Samuel después no me lo pregunten porque no sabría decirlo. Yo lo veía mezclar líquidos, y calentarlos, mientras con un pequeño incinerador fue quemando estaño y recubriendo la pecera. Paso siguiente, una masa medio líquida y medio sólida se desparramaba por la mesa y nosotros con los ojos llenos de lágrima mirábamos el alma del heladero retorcerse de dolor en un estado que le era ajeno a su esencia. Esta sustancia (que ahora era violeta) fue puesta a prueba por Samuel durante los próximos cuatro años mientras nosotros llevábamos a indigentes a comer a casa para luego asesinarlos, materializar el alma y Evaristo se reía quemándolas, es muy extraño ver como se retuerce un alma al ser incinerada. La cuestión es que al cabo de poco más de diez años de instalada la empresa viajamos a Jerusalén a entender algo de dios. A buscarlo, a encontrarlo, para matarlo.
Llegamos un 22 de diciembre, teníamos sed de sangre así que nos fuimos a un bar y comenzamos una pelea cuando el alcohol ya era demasiado para las venas de cualquiera. Entendimos que dios no se le presentaba a nadie, que tenía como especie de mensajeros, el mayor, el papa. Viajamos al Vaticano. Esperamos la misa de noche buena. Y cuando el papa se metió en su cama para esperar los regalos de Papá Noel, Evaristo que había logrado colarse e su habitación y se escondía en el armario, salió y lo durmió de un golpe en la nuca. Luego lo arrojó por la ventana. Nosotros lo esperábamos abajo, apenas su cuerpo se estrelló contra el piso y los huesos se hicieron pedazos, Samuel y yo encerramos su alma en una caja de bombones baratos, mientras corríamos por el quilombo generado entorno de la muerte del mensajero divino. Evaristo fue condenado a prisión perpetua, nos prohibió intentar liberarlo, “Todo sea por la causa” dijo el momento anterior a subir a acostarse con un obispo que cuidaba la entrada de la casa sacerdotal.
Nadie nos vio, al menos eso creíamos, pero ahora estamos dentro del bunker, asediados por los ataques aéreos, la mitaloia se la banca. Samuel está jugando con el alma del papa entre las manos, estamos nerviosos porque hace una semana que matamos al mensajero y su dios no ha venido a rescatar su alma. Yo le dije a Samuel que quememos el alma, que su dios no va a venir, que su dios está pensando en otra cosa. Agarro un fosforo, Samuel ya roció todo de querosene, me molesta el olor en las fases de mi nariz, pero igual no queremos dejar rastro alguno de nuestros descubrimientos, así que yo, el fosforo,...
“y vieron caer a Satanás como un rayo del firmamento”


PATCHU DEL LUCERO

lunes, 22 de noviembre de 2010

EL FACTOR ESPEJO

UN ASEDIO A LA LITER-HARTURA DE MARIO ESPEJO
Por M.G.Freites
Trato de recordar una conversación con Mario Espejo, en un basural, tarde en la noche, con cuatro o cinco cervezas calientes encima, luego de haber atravesado la ciudad bajo un calor asfixiante y antes de tomar una hierba venenosa que me paralizó los maxilares. Me cuenta que el poeta  François Villon en un París sitiado por los lobos y el hambre aguardaba por la noche para iniciar recorridos interminables que se coronaban con el hurto de la enseñas de cada una de las posadas. Luego recuerda la vida noctámbula en su Jáchal natal, signada por vagabundeos insomnes a través de la oscuridad, donde paseantes solitarios se cruzaban, para luego encontrarse en la fonda Las Bacantes que permanecía abierta hasta el mediodía, albergando proxenetas, bebedores vencidos, melancólicos incurables, prostitutas pobres y tuberculosas, ancianos de mirada siniestra, gangster de poca monta, camioneros insomnes consumidos por la sífilis.
 La leyenda de Espejo saca pasaporte en ese oscuro antro donde un puñado de náufragos se acerca a su mesa para oír relatos de sujetos desquiciados a los cuales se les agotaba el tiempo y la paciencia, y carcomidos por la desesperación se entregaban a un sinfín de perversiones que eran narradas con una minuciosidad digna del más avezado entomólogo.
Cuando asistí al Segundo Encuentro Nacional de Poesía en La Rioja, el factor Espejo era un secreto que se susurraba en voz baja y durante las maratónicas jornadas de lectura aguardé atentamente para develarlo; pero la primera sensación fue de estafa, el Espejo que se paraba frente al micrófono, era un adolescente tembloroso que lo acercaba más a la imagen de un flogger que de un escritor maldito. Las cosas se pusieron peor cuando leyó dos poemas de amor, insípidos, atiborrados de lugares comunes. Estaba a punto de abandonar mi butaca cuando dio inicio a esa oda a los forúnculos titulada Asquerosidad, y entonces comprendí que todo lo anterior no había sido más que vaselina aplicada cuidadosamente al público antes de la estocada definitiva.
Durante varios meses traté de rastrear sus escritos en las turbulentas aguas de la blogosfera sin demasiada suerte, hasta que los abusos me condujeron nuevamente a La Rioja para reencontrarme con un Espejo ácido, mordaz, inquisidor, que apostaba sin reservas por un mundo ignorado repleto de promesas incumplidas en el que su prosa escapaba con elegancia los convencionalismos, inmolándose a lo bonzo en las llamas de una escritura paranoica, agónica, enfermiza , que surge como un puzzle  de atrocidades desde la otra orilla mas desgarrada, donde todo atisbo de salvación es vano e improbable.
Los relatos de Espejo tal como sugería Vladimir Nabokov nos obligan a sumergirnos en el libro y bañarnos en él, nos prohíbe costearlo. Muchas veces funcionan como un GPS capaz de señalarnos los puntos más truculentos en el mapa de catástrofes cotidianas, empujándonos a un páramo donde el lector debe sortear prejuicios, mientras se asoma a lo inconmensurable.  Esto se evidencia en esa suerte de road movie trágica  donde un padre desocupado, agobiado por las deudas decide hacer un viaje junto a su mujer y sus hijos por una ruta desierta, con el único propósito de estrellarse de frente a toda velocidad contra un camión. El relato tiene por título La redención de un padre y si uno desmonta los recursos literarios que componen el engranaje, puede vislumbrar el afán del autor por manipular situaciones extrañas donde nada es lo que parece, y las victimas en un parpadeo pueden devenir en victimarios.
Los personajes de Espejo parecen estar siempre envueltos en dilemas existenciales, asfixiados por la rutina, dispuestos a encontrar un instante de regocijo antes de la inexorable destrucción, en la perversidad. Mujeres, adolescentes, hombres de negocio, voyeurs, todos se ven asediados por un hastío que no es más que la antesala del peor sadismo. Dan vueltas en torno a las posibilidades que les ofrece el consumo ensayando huidas imposibles, intercambiando fluidos, obligando al otro a ser partícipe de sus flagelaciones, convencidos como Emil Cioran, que no son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos qué forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el tiempo.


Certera resulta la anécdota del escritor riojano Fernando .J. Montero quién asegura haberlo visto tras una noche de libaciones desenfrenadas a dirty mirror perderse de manera fantasmal entre las sombras de un caserío bajo, esquivando perros famélicos ante la mirada temerosa de un puñado de matones.
La liter-hartura de Espejo es hija de los márgenes, de la devastación, de la angustia que invadió a toda una generación desencantada prematuramente, y entre los múltiples lazos que establece, ya que en ella la intertextualidad juega un papel primordial, encontramos un link con la obra del cuentista Victor Hugo Viscarra, el Bukowski boliviano, ya que nuestro autor también encuentra su facultad en la calle, en la clandestinidad, convirtiéndose en un antropológo alucinado que encuentra la salvación a golpes de alcohol y marihuana sin otro compañero que algún perro alcoholizado, siempre acunado por la perturbación.


Perturbador resulta el relato titulado El Hombre que casi conoció un Mokele mbebé, donde ficcionaliza la vida del escritor y naturalista inglés Ivan T. Sanderson quien asegura en 1932 haber visto esta criatura en una de sus expediciones por la pantanosa zona del río Mainyu, en el África ecuatorial occidental. El relato retoma fragmentos de terror doméstico alterado por alucinaciones que nos arrastran a regiones pantanosas del corazón de África donde la existencia del monstruo está fuera de toda duda. Espectral la aparición del jerarca nazi Samuel Kunz en el sueño de la adolescente con un lanzallamas, y unos cuantos cráneos de aborígenes.  El final roza el desvarío con la aparición de un olongasta alienígena desnudo arrastrando su colosal miembro viril, y acá tenemos la impresión de un dudoso matrimonio entre la literatura de García Marquéz y la de, todos de pie, Philip K. Dick.

En medio de tanta literatura que no próspera más allá del mero susurro, de tanto escritor enfermo del síndrome Bolaño, de encolumnadores de palabras afectados por una severa inflamación lírica, de tanta elegía idiota a la marihuana, los relatos de Espejo surgen desde la garganta de los silenciados, para darles un tiro de gracia a los mercaderes de la poesía, para hundirse en la franqueza antes que elegir otro disfraz, entrelazando la angustia del  marginado con el gozo del bufarrón sodomizado.
Como afirma Héctor David Gatica, los libros se deben escribir con el silencio de ese cementerio que nosotros vamos poblando, y Espejo lo hace proponiendo una revolución indecente, indecorosa, la rebelión de los desangelados, que comprenden que la vida no es más que una breve exhalación, y que no existe otra opción que ir más allá de la luz más lejana de la ciudad-como pedía Robert Frost-para acodarse en las mesas de los bares siempre abiertos de la noche. Un sitio donde aún permanece encendido ese fuego que debemos recuperar para habitar los pechos sudorosos de las felatrices impiadosas, para calmar el hambre de nuestros diablos, para alborotar el silencio parroquial y reaparecer al otro lado del espejo, en llamas.
El gran Mario Espejo huyendo de las cámaras. Fotografía perteneciente al blog Tercer encuentro de poetas, La Rioja

viernes, 19 de noviembre de 2010

MIS MANOS EN MIS MUSLOS SE CONVIRTIERON EN TUYAS...

Mis manos en mis muslos se convirtieron en tuyas, sentí tu aliento en mi vientre y mi cabeza en el abismo. La respiración cansina que venía de mi lado, me autorizó a seguir pensándote entre mis piernas con mis manos convertidas en tu pelvis y mientras mi aliento volvía peligroso. Cerré fuerte mis ojos, las sábanas con su roce me provocaban  la piel, mi espalda se arqueaba y mi nuca se humedecía, mi corazón se agitaba y mi voz se ahogaba.
La noche ya pesaba en mí y la sombra recostada a mi lado no me abandonaba. No podía retroceder, ya que mis labios estaban áridos por los besos que no tenía, y denso se torno el aire que con dificultad trataba de retener. Cada vez más profunda la oscuridad y cada vez más alto el abismo, la atmósfera ya era asfixiante, mi ser ahora temblaba, tu pelvis contra la mía se desgarraba en fragmentos que me penetraban.
De repente caí en ese abismo, las sombras me atraparon, mi voluntad ya no era mía, la garganta se me cerró para su aliento final y mi espíritu se humedeció, ya era todo mi cuerpo estremecimiento, un espasmo mudo y un ceñir de mandíbulas para retener ese instante de la noche convertida en vuelo consumiéndose con el sol, fueron instantes sordos, minutos de martirios empalagosos y seguidos de una caída agotadora, por un instante todo fue perfecto.
Y  luego, muy mansamente, mis muslos se relajaron, el aire se convirtió en respirable y mis manos reposaron. En mi último suspiro, antes de caer rendida por la fatigosa tarea, giré mi cabeza, miré al hombre que estaba a mi lado y diciéndole con palabras mudas, no fuiste tú… fue él.
Cecilia Rizzo
Dibujo: Cecilia Rizzo

martes, 16 de noviembre de 2010

LEVITACIONES

Por Marcos Freites
                                                                a color susurro
¿ Y usted pretende convencerme que la única salida de este laberinto es por arriba? 
Despacio, muy despacio comenzaré a levitar. ¿ No me cree usted capaz de alzarme por estos muros?
La última vez que intenté levitar lo hice asomándome a la calle desde la azotea y vio la gente desnuda circulando por las calles incendiadas, dando alaridos de júbilo. No me va a negar que hay cierta algarabía en la devastación, más aún cuando uno soporta largos periodos de represión. Esa tarde me pare en la cornisa del edificio y caminé haciendo equilibrio con los brazos, susurrando plegarias a través de un caño.
Me figuré que la muerte podía ser color susurro, que ese instante que precede al silencio definitivo no es otra cosa que un arrullo estéril.
Pensé en los rostros de mis amigas contraídos ante la imagen de mi cadáver descalabrado en el asfalto caliente, en la alegría que le provocaría a usted no tener que lidiar con este cuerpo desobediente. Lo vi todo, entonces salté, describiendo un vuelo transversal que culminó con un suave descenso sobre la avenida principal.
El camión de los residuos, frenó de prisa, casi me lleva puesta. 
Un hombre corpulento, con una vocecita diminuta, frágil, me sugirió que la próxima vez tomara más precauciones antes de descender.
Desde entonces mis levitaciones son cada vez más esporádicas.




EDWARD STEICHEN
Gloria Swanson, 1926.
Bromuro de plata. Vintage.
Colección Gruber. Ludwing Museum, Colonia.


domingo, 14 de noviembre de 2010

EL CORDEL DE ARIADNA

Llegado el momento, lo único que resta hacer es saltar al vacío. Eso pensaba Ariadna desnuda en un laberinto de espejos. Su vida era un cordel que se quemaba con lentitud. Ella sabía con certeza que ningún viento apagaría ese fuego diminuto que con paciencia se aprestaba para arrasar todo lo que aún se mantenía en pie.                  
Jimena Pascutti

viernes, 5 de noviembre de 2010

MARLENE Y LA DESCONOCIDA

  Por Marcos Freites
La vida terminaba tras esas cuchillas que por las tardes desaparecían bajo un manto espeso de polvo. Toda nuestra existencia era ese caserío donde la vida a cada paso parecía esfumarse. Entre tanto la noche como un animal sigiloso entraba por la puerta, y en un parpadeo oscurecía todo. En un segundo la noche se bebía hasta la luz de los floreros, y lo único que se oía era el sonido de las latas mordidas por el viento. Ella llegaba tarde, se acostaba en el suelo y con un cigarrillo en la boca veía la vida diluirse en cada bocanada.

Uno crece de prisa cuando a su alrededor solo hay puertas que se cierran. Cuando la oscuridad invadía por completo su casa, la soledad se hacía evidente, y los pensamientos en marejadas golpeaban en su cabeza, siempre iluminados por el mismo recuerdo.
 La memoria de una pobreza perversa a corazón abierto que le arrancaba el vestido y le hurtaba el sexo mientras invocaba a una desconocida que habitaba su mismo cuerpo. La desconocida la tentaba con la boca abierta, y aunque parezca estúpido, ese espanto la deslumbraba, tanto como recordarla esta noche en que se quita con prisa el vestido, se echa en el suelo y enciende un cigarrillo, sin pensar en otra cosa que en este dolor que no cesa, que no puede acabar en otra cosa que en sangre, mientras lo único que se escucha es el zumbido del viento dando dentelladas a los latones.




                                                                                                    

miércoles, 3 de noviembre de 2010

CON EL PERMISO DE NADIE

 Por: Ivana Fucks

Recuerdo los días que antecedieron a esta pavorosa adolescencia. Días de lamerme en soledad las heridas, sin pensar en el camino por recorrer. El amargo periplo de los calendarios que me empujan a ese día crucial donde vi todo con nuevos ojos, y comprendí que es imposible negar la caída. La marca del pecado en las cosas que la inocencia manipulaba con torpeza, los rasgos genitales, la ambición por un cuerpo presentido en las sombras. Esa mano que surge de la inmensidad, de la nada que cerca los sobresaltos y ahoga el alarido que consuma la pasión.
Recuerdo las minúsculas bombachas que se ponía mi hermana mayor para ir a visitar ese cadete de policía, el momento siempre gozoso en que yo colocaba mis labios en los pechos redondos de mi prima; las piernas gruesas y bien torneadas de Priatti , el arquero de quinto B con el que salíamos a naufragar los domingos; las medias oscuras que usaba la Rutini para ocultar las várices; las tardes de lluvia en que vos y yo nos metíamos en cama y jugábamos a descubrir el placer con caricias torpes que nos provocaban un eléctrico cosquilleo; la alegría de bañarnos juntas en ese río que atravesó nuestra infancia.
Ahora volvemos a estar juntas y cielo e infierno se unirán en nosotros. Ya no me hallaré sola, en un sueño huérfano. Vendrás junto a la primavera, nos encontraremos en un tiempo entre el olvido y la memoria, con el peso de los años que extraviamos en absurdas peregrinaciones. Todo será caricia. Veremos las lilas en silencio, recorriéndote de punta a punta y ya no me detendré jamás.
Como no sentirte, si lo tocas todo casi sin estar, si es tu sombra la que se anuda al reflejo que devuelve el espejo hecho trizas. Mientras tanto sueña que como en la infancia vuelvo a acercarme a vos desnuda, con el permiso de todos, dispuesta a cortarte el pelo.
Ivana Fucks