miércoles, 26 de agosto de 2009

NUEVAS EPISTOLAS MORALES A LUCILIO

PARAFRASEANDO A SÉNECA, JORGE GONZÁLEZ, INDAGA ACERCA DE LA EDUCACIÓN EN MEDIO DE ESTA MODERNIDAD EN CRISIS DONDE TODO PARECE SER CONFUSO.




          Querido Lucilio: Me apresuro a declarar como plenamente justificada la indignación que manifiestas en tu última carta, pero debo confesar que tu malestar no me toma por sorpresa. Nada apacible espera a los hombres comprometidos con obras nobles. Te aprestabas a emprender el viaje de la enseñanza a los jóvenes, que vislumbrabas glorioso, y apenas al partir te ves hundido en un lodazal de caminos anegados. ¿Cómo no ibas a lamentarte? Obligado a malgastar tus esfuerzos en meras tareas de archivo, trasnochando entre formularios y planillas, cuando preferirías y deberías abocarte a la reflexión sobre tu práctica de maestro y sobre el modo mejor de enseñar. 




       Bien sabemos, amigo mío, que la burocracia y la reflexión no gustan de compartir el pan: mientras una se alimenta, la otra hambrea. Así es que la reflexión tiende a cuestionar, a crear, y la burocracia, dama por demás antipática pero buena ama de casa, promueve el orden del que nuestra sociedad no puede prescindir. En virtud de ello, dado que la convivencia entre ambas se presenta inevitable, deberemos buscar el modo de usufructuar los avances en el campo de la técnica, a efectos de simplificar nuestras engorrosas tareas administrativas y recuperar así la centralidad de nuestro trabajo en torno al conocimiento Esperabas tal vez que me condoliese por tu suerte adversa pero no lo haré. Por el contrario, celebro tu indignación pues ella habla de la pasión que mueve tu causa. 
           Aférrate a esa pasión, Lucilio; te preservará de abismarte en la rutina desdeñosa de los maestros presentistas, quienes justifican su apatía en las inclemencias del tiempo que les toca vivir Observo, así mismo, que percibes como una ofensa las últimas modificaciones incluidas en los programas de estudio. De hecho, evalúas que las mismas auspician la difusión de contenidos inapropiados para los niños. Por mi parte, apruebo que tomes posición frente al currículum y no actúes como simple gestor de sus prescripciones, pero rechazo sin dudar la autonomía docente irrestricta. En este sentido, considero censurable que el maestro se oponga al currículum frente a los alumnos. Dicha batalla no ha de ser presentada en el aula, sino en el ámbito institucional, ministerial, legislativo e incluso judicial. El currículum debe ser nuestra ley; en la clase podemos hacer todo para mejorarlo y nada para contradecirlo. Imagina por un momento qué sería de nuestra sociedad si los ciudadanos, convertidos por fin en intelectuales transformadores, resolvieran violar las leyes que juzgan indeseables en lugar de intentar cambiarlas. 
Democratizar el currículum; he ahí nuestro rumbo. Como ves, he reservado para el final la opinión que me requieres acerca de la formación docente ideal ¿Debe priorizarse el aspecto técnico instrumental de los maestros expertos, según propone el criterio tecnocrático, o acentuar el compromiso con la transformación social que postulan los intelectuales críticos? En primer término, entiendo que tales fundamentos deberían tender a complementarse antes que a excluirse. Adivino desde ya tu desencanto ante mi insulsa moderación pero no te apresures. No me resguardaré en las comodidades de la neutralidad para eludir el riesgo de defender una idea. Aunque bien sabes cuánto valoro la reflexión crítica como instrumento vital en la búsqueda de la superación humana, al momento de definir la condición sine qua non para ejercer la docencia sostengo que el maestro debe ser, ante todo, un experto en la enseñanza de su disciplina. En efecto, querido Lucilio; siempre he creído que tratándose de elegir al Papa, resulta por demás conveniente que el candidato sea católico. Consérvate bueno.


Por Jorge González

A TRAVÉS DE LA SANGRE DERRAMADA

Por Luciano López

A través de la sangre derramada

Donde la luz enajene la libertad de las aves. Y tal vez, donde todo sea pedregal y tesoro sin alas. Se quedará el ángel esperando en el incierto del mar sin horizonte. Tal vez la sombra de un cuerpo adormecido. ¿Quién hará de ti un universo de plegaria, más allá de la sórdida quietud de los ángeles? Las copas de fuego en fragor lastiman el viento de la sed. Y las lágrimas en universo transforman. A través de la sangre ahuyentan. ¿Qué alma serena te espera habitada en rumores de la errante espesura, si decadentes las aguas en tu cuerpo murmuran el atavío que dominan?

Apareciendo en cenáculo, la luz 

Por todo aquel sendero, demorada recorre en cenáculo la luz donde por siempre el sol retira toda brizna. Y para ti, nadie esconde nada en la danza de la tierra escondida junto a la sal que el viento retira. 

REVISTA SELKIS


“Los locos, los locos por vivir, los locos por hablar, los locos de ser salvados y deseosos de todo al mismo tiempo, los que nunca bostezan o dicen un lugar común y que arden, arden, arden como fabulosos fuegos artificiales amarillos estallando como arañas atravesando las estrellas, y en el medio, ves como la luz azul en su centro aparece de pronto y todos hacen ahh”. Jack Kerouac, "En el camino"

MAQUETAS LITERARIAS

UN ACERCAMIENTO A ESE GRAN AGUJERO NEGRO QUE ES LA LITERATURA DE J.J REYNOSO.
Por Jimena Pascutti
El escritor imagina historias inconclusas, relatos inesperados, narraciones fallidas, fragmentos que se distinguen de otros por leves variaciones, formas liberadas de la obligación de significar. Imagina todo esto durante los días de encierro en el viejo Hotel de Las Lajas, luego los escribe en hojas sueltas que va acumulando en una bolsa de supermercado. El escritor es Juan José Reynoso, autor de ¿Qué?, una obra difícil de catalogar, editada a fines de los ochenta en medio del tsunami de la hiperinflación. En ella se propone narrar escenas, hacer esbozos de maquetas literarias, mínimas narraciones que tratan de articular palabras sostenidas por el caos.
En ¿Qué?, Reynoso se vale de cierta visualidad abstracta asociada a lo bucólico para retratar un mundo efímero, condenado a desaparecer desde su nacimiento. Un apego secular a la tierra, subyace en una serie de sucesiones fugaces, algo oníricas, donde ciertos elementos como cuchillos, clavos, picaportes, relojes imponen su presencia. Esto le permite convertir su literatura en una fuente de experiencia sensible, y a la vez hacer recapitulaciones reflexivas de sus obsesiones como la introducción del espacio ilustrativo en sus textos.
Reynoso nos habla de una irrealidad donde confluyen escenas mínimas repletas de color a las cuales es necesario acercarse para ver y sentir eso que refulge, estalla, provocando incomodidad, tratando de hacer cómplice al lector de sus planteos espaciales, narrativos que eluden al orden visual restando importancia al sentimiento poético en una apuesta que lo acerca a los imaginistas.
Es acertada la propuesta de Rubén Rogelio Almada, en el prólogo de la primera edición, de concebir estos textos como islas subversivas la autodestrucción, el deseo, la asfixia, en una cosmogonía donde en primer lugar se lo apresa al lector y luego se lo invita a desentrañar y comprender ese sistema. Lo que no deja de ser un juego perverso, pues no hay puerta de salida o al menos no está en el sitio que se supone.
La literatura de Reynoso desde su primer libro, Óxido, lucha contra el prejuicio de que esta debe ser pura, la idea del escritor inspirado por las musas siempre le pareció molesta, siempre prefirió la del hombre que se hunde en el fango, para rescatar de la inminente descomposición a un cadáver, al cual se debe practicar una autopsia con urgencia.
La obra de Reynoso está hecha a partir de flujos de información que son capturados, y en un momento dado tras ser manipulados, cuidadosamente analizados son puestos en movimiento en ese dispositivo llamado libro. ¿Qué?, es un buen ejemplo de esto, y se evidencia desde las primeras líneas donde el lector presiente estar por ingresar a un universo de simultaneidad, del zapping, puesto que a veces las oraciones se asemejan a una lluvia ácida que corroe todo, y en otras establecen puntos de singularidad donde las soluciones que se proponen, dos párrafos después se desconstruyen obligándonos a volver al principio, a esa primera línea deudora de Eliot y Girri ( No habrá tiempo para oír lo que insinúa la lluvia gota a gota rama a rama desnudando lo oscuro.),que contradice a aquellos que intentan hallar en ese punto el embrión de ese mundo, pues este existía desde antes, en las lecturas previas, ya que para adentrarnos en ¿Qué? , debemos obviar el modelo tiempo-espacio como un continuo, y pensarlo en términos de átomos.
J.J.Reynoso en la suite de un hotel centríco.