sábado, 30 de octubre de 2010

ÚLTIMAS PALABRAS

1. Aquí es dónde las palabras mueven la cola, y se echan en un rincón. Desde ahí nos miran con ojos fractales, mientras nosotros perdemos el tiempo escribiendo, pensando, sin darnos cuenta que más allá de todo esfuerzo no hay posibilidad de buen final.
Resulta monstruoso ver todo lo que nos rodea, mientras pensamos en el amor que resurge con nuevas fuerzas, en los chillidos de las chicas que desgarran el aire. Los corazones que has recortado son como coágulos pendiendo de un cordel a punto de cortarse, y esos arreglos florales no hacen otra cosa que recordarme la cercanía de la muerte.
Mis ojos evaden tus adefesios, se pierden en la carne, y entonces siento que el frío ha terminado por apoderarse de tus entrañas, pese a que aún es primavera, y el sol estalla sobre la calle.
Han ocurrido tantas cosas en estos días, y a la vez no ha sucedido nada, como es habitual, están las palabras, aquellas que han acompañado nuestros movimientos. Tratando de oír la música, pero es inútil, nos hemos convertido en habitantes de la nada, y así resulta curioso evocar los ruiditos que dejas el delirio, las luces que no dejan de girar, recordar como quién enciende un fósforo en medio de la noche, como quién retorna a su cuarto para recordar el momento exacto en que terminó la inocencia.



2.     Allá es dónde todo se alarga en interminables bastones de colores, y todos permanecen muy quietos observando las máquinas escupir monedas en forma constante. Ella a menudo nos imagina, mientras se retuerce y se desploma sobre el cuerpo de su marido, pero fácilmente olvida todo. Resulta vertiginoso vivir así, tan lejos de lo real, disparar al aire con armas de fogueo, desconectar el teléfono, echar un leño al fuego y abrir una botella de vino tinto. Amarse sin palabras en camas infinitas. Regalarse caricias de consuelo cuando se dan cuenta del inminente derrumbe. Las almas que han sido cuidadosamente purificadas, se mantendrán por siempre vírgenes, aunque tus pensamientos lo enturbien todo. Ella llega del gym, se da otra ducha, la piel enrojecida por el sol del parque, luego se desviste metódicamente y deja la ropa en la silla, como si se preparara para ir a la escuela. Él aguarda expectante porque sabe que es su obligación iniciar el coito, más aún cuando es el día de todos sus muertos, y ella responde con su entusiasmo pudoroso, mientras las sombras crecen sobre los cristales.

3. En medio los parques, las plazas, con sus chicas, su hierba flatulenta, sus mirones, la carne en permanente alza, las reservas y sus ejes curvos, la cotidiana disolución de la moneda , y esta sonrisa impostada después del acto sexual, en el momento todo se desnuda, y nos endurecemos hasta los huesos. Corbata de yeso para el gran galán. Los rostros se trasparentan, y la memoria deja de poseer sentido, después de todos los recuerdos sólo saben convalecer, cómplices de la máquina publicitaria que nos sigue ofreciendo cosas que jamás vamos a tener, al final toda evocación no es más que un inútil gesto lanzado al vacío.
Acaso así se van desmoronando nuestras vidas, mientras las chicas con sexos luminosos permiten que les muerdan los pezones en la T.V, o es que sin notarlo hemos perdido el goce.

4. Soñamos tanto y no sé en qué momento empezó a confundirnos lo ilusorio con lo real, pero ya son detalles, es el momento de sentarse y ver el desastre en todo su esplendor, mientras las parejas van al cine, al motel, al parque, y los solitarios van al baño, buscan refugio en cualquier casa de citas dónde se pueda alquilar unos minutos de ternura donde unas putas rancias los atienden obsequiándoles una sonrisa de comprimiso.
Es en este punto dónde todo se borra, y te acordás como eran las cosas, y de qué forma las estropeaste. Esa fiesta nunca fue , y los disfraces hay que guardarlos para el próximo carnaval. Dejar que las momias arrastren entre lágrimas el atúd del rey, y recordar bajo las sábnas la sonrisa del marido celoso, mientras vos echas humo como un gangster.

Debe ser extraño alargar la mano y encontrarse con palabras de un muerto, de quien alguna vez compartió un trago con vos, algunas palabras. La muerte es un lugar común. Tal vez llegó ese momento de decir adiós, apagar la luz para siempre, justo este día, y eso habrá sido la vida, Marcos, apenas un aroma, una palabra que se consigue escribir, un vago murmullo en el final del día.
Espero que aún merodees cerca de esta tumba fría donde mi carne estará a merced de los gusanos, de la intemperie, de la rosa que pudre.

M.G.Freites
Fotografía: Larry Fink


viernes, 22 de octubre de 2010

EL ÚLTIMO FOX-TROT DE FILÍPIDES

           A otros enseñaron secretos que a ti no /a otros dieron de verdad /esa cosa llamada
educación . Ellos pedían esfuerzo /ellos pedían dedicación /¿ y para que? /para terminar bailando
y pateando piedra.
                                  Los Prisioneros. "El baile de los que sobran".
A E.P que gano de punta a punta la maratón inter-colegial del año 1999.         
                                                                Por Marcos Freites
 Los testigos son molestos cuando no peligrosos, pues solo pueden contar su verdad, una verdad molesta donde los protagonistas nos sentimos incómodos. Pienso esto mientras miro la foto de los juegos juveniles del noventa y nueve. Estamos todos: Ricky, Carlitos, Almada que en esa época daba Geografía en el Nacional, Jimena, Reynoso, Mirna que se creía la Sharon Stone del Barrio AMEP, vos feliz de haber ganado la maratón y yo que desentono entre tanto deportista.
¡ Qué facha tenés! Pareces Abebe Bikila  en los juegos olímpicos de Roma 60´. Te llamaban el correcaminos puntano, nadie te podía alcanzar. Ese año ganaste la prueba de punta a punta, eso que corriste  contra los de la Industrial que eran tipos rápidos. En la previa parecía que te iban a comer. Pero apenas largaron supimos que no iban a alcanzarte, debían luchar  por el segundo lugar como siempre lo han hecho tus rivales.
Un domingo de entrenamiento conociste a Mirna. Ella era la Reina de los Juegos Estudiantiles y dio el puntapié inicial junto a la Verbeke en el partido donde el Nacional  acribilló por siete a uno a la Industrial. Esa tarde vos la marcaste, como marcabas a todas las minas. Yo jugaba para la reserva del Lucio. Estuve de suplente todo el partido. Después el entrenador me mandó a llenar un bidón con agua. Lo llené, no sin antes echarle un gargajo bien verde.
Desde niño te gustaba correr delante, que los idiotas te siguieran conscientes que no tenían la mínima posibilidad. Ricky era tu sombra, pero cincuenta, cien pasos atrás. Yendo detrás tuyo parecía más rudo, más interesante. Vos lo iniciaste en todo, en las minas, en el deporte, en la vida.
Igual que todos en el barrio nos reuníamos en patota y nos hacíamos pajas juntos, pero fue esa primavera que fuimos al campamento mixto del Padre Alan que descubrimos el cuerpo de las chicas. Vos nos hablabas de ellas, las espiabas, sabías más malas palabras que nosotros, pero tenías el mismo miedo que todos nosotros. Miedo a la ostra, hubiese dicho Almada.
“Las chicas no se tocan”, nos enseñaba el padre Alan. Luego descubrimos que no sólo se tocan sino que ellas tocan tanto como nosotros, sobre todo las chicas católicas. Las acaricias y son kriptonita, con un par de palabras dulces alcanzan el punto de ebullición, diría Reynoso.
Una tarde, detrás de las cabañas te atreviste a desnudar a Jimena. ¿Te acordás? Fue el día anterior al cumpleaños de Ricky. La arrinconaste contra el montón de troncos, le bajaste el pantaloncito corto, le abriste las piernas y te echaste encima. Ni los anteojos le sacaste. Ricky estaba tan cerca de ustedes que podía tocarlos. Vos te sentías orgulloso que te viéramos hacerlo. Durante todo el meneo Jimena no hizó otra cosa que mirarlo a Ricky. Lo miraba y le sonreía.
Cuando volvíamos a casa Ricky te preguntó si él también podría estar dentro de una niña. Y vos le pegaste una trompada por idiota. ¡Cómo no vas a poder, si no sos maricón! Hasta le hiciste una línea con la Tatiana una minita del barrio que se dejaba por diez pesos, pero Ricky era muy exquisito. Nunca descorchó vinos rancios. Capaz que era puto.
A finales del noventa y nueve, te hiciste a Mirna. Yo te preguntaba como tenía las tetitas y vos te enfurecías. Quizás fueron las tetitas de Mirna las que te separaron de Ricky. A la Mirna le gustaba bailar y bailar, era incansable. Ella bailaba con todos. ¿Qué le ves a esa mina? Las tetas, me decías vos. Y nos reíamos juntos, pero no era toda la verdad. La Mirna te enseñó más que todos los años de colegio, más que la calle. Todo lo que sabes de cama, de política, de libros se lo debes a Mirna. Las otras cosas te las enseñó Reynoso. Mirna iba a la universidad, participaba en las asambleas y esas cosas raras para nosotros. Vos sólo eras un pendejo al que le gustaba correr, comer y coger. Hacías en diez minutos la Rivadavia desde España a Julio.A.Roca. Quizás por eso te quería tanto Mirna. Todos sabíamos que a Mirna le gustaba el sexo oral, en el barrio se comentaban sus chupadas grandiosas. Un placer al que unos pocos afortunados accedieron. Nunca hubo otra mina en el barrio tan buena para las mamadas. ¡Grande Mirna! Una mina con las carnes blancas, con esas tetas tan redondas, tan duras, con esa cola chiquita pero bien paradita, que se movía con tanto ritmo en los bailes.
Al año te fuiste a Córdoba a estudiar abogacía y te olvidaste de todo. Largaste todo a la mierda y te fuiste a comer libros. Mirna se quedó con nosotros a fumar marihuana, a emborracharse, a esperar que el tiempo se fuera. Al principio íbamos hasta la puerta de tu chalet, nos quedábamos un rato frente a la luz roja con la ilusión de que salieras al trote y como antes nos invitaras a pasar, a tomar unos tragos de ron venezolano mientras escuchábamos a Los Caballeros de la Quema. Después evitamos nombrarte, pasar por tu cuadra, recordar aventuras en las que eras vos el protagonista.
Yo quise entrar a la universidad, pero en Ciencias de la Educación me rebotaron. Me harté de leer a Benedetti, Freire y Galeano. Después me doctoré en tirarle piedras a los milicos. Ricky se apartó de nosotros cuando entró a Psicología, se empezó a juntar con los mariconcitos del Coro. Ahí el líder era el Alien, ¿Te  acordás del Escudero? Un pescado, se creía un winner porque se movía a la Maquita una maraca con el caballo cansado. Reynoso se puso las pilas con los pibes del Estrella del Sur, ganaron un par de torneos importantes. Almada, siguió con sus rayes metafísicos, sus enrosques made in Shangai. Carlitos entró al Plan de Inclusión como todos los desclasados, los explotados, los que andan rascando la olla como vos decís. No supo mover con inteligencia las piezas, todos sabemos que en este sistema hay igualdad de oportunidades para todos. El que no asciende es porque no quiere. Vos sabes que al puntano no le gusta laburar. Quiere que le den todo regalado.
La última vez que nos vimos te invité a una reunión a la casa cultural que armamos con los pibes de la villa. Vos creíste que era una joda con minas. ¿Hay que llevar forros?, me preguntaste. Había un montón de gente dispuesta a derribar todo lo que  se pusiera delante. A mí se me calentó la boca hablando de la revolución. Todos los compañeros hablaron, sus discursos incendiaban el frío de la noche invernal. Al final vos pediste la palabra : “A quién hay que cagar a piñas”. Esa fue tu conclusión ideológica. “Callate mejor, Sortija, que somos revolucionarios, no matones, ” te dijo Catriel que llevaba la batuta. Ahora sé que vos tenías razón y no toda esa troupe de barbudos burgueses. Apenas pudieron todos se acomodaron y yo que le había puesto el pecho a las balas me tuve que conformar con un trabajo gris en los archivos del PC.
La reunión terminó como terminan todas las revoluciones, fumando porro tirados en el sillón. Los más afortunados acabaron poniéndola. Las revoluciones en San Luis nunca pasaron de un polvo con los dientes apretados, de un puñado de hierba hedionda, de unos cuantos ladridos al aire y un vuelto olvidado.
Ahora que el tiempo ha transcurrido para los dos, ahora que no nos parecemos ni por asomo a los de las fotos, yo quiero seguir viendo como corres, libre entre esa gente ciega de tanta estupidez, escapando del baile de los que sobran, porque en el único momento donde te encontrabas con tus pensamientos era en una pista, con un montón de monos corriendo detrás.
Marcos Freites







martes, 12 de octubre de 2010

NOGOLÍ, 1983

Ahora que de nuevo
tus manos,
rehacen en un leve gesto
el camino
hacia la vieja estación
dónde la ferocidad
de todas las lluvias
sigue cayendo,
y es un pañuelo
hecho de adioses
el baldío
por donde regresan
tus pies desnudos
con manchas de hierba,
con retazos de días derribados,
para crear en cada paso
nuevamente todo,
el milagro de los días perdidos,
como quien arroja palabras,
flores, insectos
sobre el páramo,
y es una sombra, un susurro,
lo que inicia la tarde incendiada,
cuando han caído
tus ropas
y tu melena silenciosa
sobre la vieja cama
se recuesta,
como si el tiempo
no fuera más
que un cálido oleaje
tras la ventana.

Ahora que de nuevo
visitamos el patio
de una casa
donde las lámparas
apenas alumbran
me figuro que tu saliva
conserva el sabor elemental
de los frutos estrellados en el asfalto,
bajo el sol de las tres de la tarde,
cuando todos los trenes han descarrilado,
y dios oculto en el ardor de las acacias
nos espía, con ojos que resplandecen
y así es nuevamente aguas claras,
octubre del ochenta y tres,
y hay luz en el almacén
y hay naranjas
en la caja del camión
y es tu padre
el que nos maldice
y es tu lengua
la que como una navaja,
se hunde en mi pecho
como una ola
en la quietud
de todos estos años,
inédita ha sobrevivido,
como quien vuelve
a calzarse los viejos zapatos
con que inició la marcha ;
porqué siempre debió ser así
este regreso ,
esta empecinada costumbre
de reencontrarnos con aquello
que dábamos por perdido,
sin perderlo del todo, todavía.

M.G.Freites

viernes, 8 de octubre de 2010

EL DESPRECIO


a Jane Birkin & Brigitte Bardot
Sostiene ese manojo de lluvia en la mano débil que se extiende al temporal,
algo perecedero, hecho para diluirse en el cansancio del día
amortajado,
sin un lecho donde acostar tus hazañas,
solo este diálogo deficiente  con lo animado
que apenas distingues
y  cuando comprendes que no es más que intemperie
la dicha que promete el cuerpo abierto
aceptas esta sumisión
avanzando entre las sillas vacías
los alambiques
sin dar en nada
                                   Juan José Reynoso

jueves, 7 de octubre de 2010

SEMBRANDO UN CIMBREL

                                                           El cadáver aplaude como un guijarro en un vidrio
                                                                                      Benjamin Péret

Cuando la señal televisiva se extinguió emitiendo un pitido agudo y papá subió a su cuarto, quitándose su bata, abrí la caja cuidadosamente y extraje las semillas fosforescentes, las observé con la lupa, me demoré en las curiosas nervaduras, el tegumento rugoso, luego las deposité en la maceta rellena de tierra húmeda con la esperanza de que al llegar la mañana germinaran los falos. Un puñado de cipotes brotando desde el fondo de la maceta empujados por una fuerza sobrenatural. Recordé las indicaciones de Ximena, que al darme la caja me advirtió que no expusiera las simientes a los rayos catódicos.
Comenzaran a crecer unas verrugas verdosas y luego se doblaran, por favor no las acerques a la tele. Tendrás unos penes fláccidos, temerosos y no unas vergas sólidas. Unas vergas hechas de granito como sueñas.
Ximena ocultaba bajo la cama un falo robusto de venas azuladas con un glande rosado que resplandecía al verse observado. Lo cuidaba con especial devoción, antes de acostarse con un paño humedecido con vaselina le lustraba la cabeza, luego con una sopapa diminuta estimulaba los testículos que de tanto regocijo soltaban unos chillidos asmáticos.
Aquella noche transcurrió demasiado rápido, me masturbé pensando en un bosque de chotas  en flor, me dormí con un dedo adentro de la vagina, soñé con unos escarabajos mecánicos desagotando con sus tenazas cañerías atiborradas de semen solidificado.
La claridad de la mañana me despertó e impulsado por un frenesí desconocido me dirigí hasta el sitio, entre el closet y la cómoda, donde había colocado la maceta.
Un aroma cítrico, alimonado, impregnaba la habitación. Con sumo cuidado tomé la maceta, la acerqué a mis ojos y vi entre los cúmulos barrosos, asomar una pequeña cabecita color púrpura de la cual surgían unos ojitos temerosos que hacían un esfuerzo desmedido por atisbar ese mundo inédito que se abría ante ellos . Tomé la pequeña regadera y derramé unas cuantas gotas sobre el minúsculo bálano que estimulaba toda mi ternura contenida durante años.
Antes del mediodía el tamaño del falo se había triplicado, y su testa ya asomaba el borde de la maceta. Era semejante a un tallo terso, que al acariciarlo dejaba escapar un liquido con consistencia de coágulo, debido a la facilidad de solidificación que posee gracias al fosfato de espermina y otras proteínas similares al fibrinógeno. Luego de manipularlo unos instantes crecía adquiriendo de su hermosura conciencia. Una belleza perversamente infantil que no hacía otra cosa que recordar la cercanía de lo trágico.
Almorzamos con papá en la terraza mientras el sol de primavera reverberaba sobre las aguas cenagosas del río. Pensé en las porongas que crecen en invernaderos, las vi cubiertas de una baba blanca, grumosa, tal vez acosadas por enjambres de genococos.
Padre permaneció callado como si buscara develar en silencio el secreto que ocultaban mis palabras entrecortadas, confusas, palabras que parecían surgir de una nebulosa.
Cuando la empleada trajo los postres, escuche el estampido. Un estruendo volátil semejante a una emanación de gases talibanes. Abandoné la mesa y me dirigí de prisa a mi cuarto. Al abrir la puerta, vi el piso minado de tierra. La verga había eclosionado hasta adquirir un tamaño fabuloso. La observé con dolor alejarse a toda marche bajo el sol de la siesta, atravesar las aguas putrefactas como si un viento prodigioso la empujara.

Ivana Fucks, Merlo, San Luis

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