lunes, 31 de mayo de 2010

AQUELLA SUMA DE DÍAS FELICES

... tú que danzaste/enloquecido en la plaza desierta/ tropezando/hiriéndote las manos en el trapecio del silencio/en pie contra las hojas muertas que/ se adherían a tu cuerpo, y contra la hiedra que tapaba /obsesivamente tu boca hinchada de borracho/ danzas, danzaste/sin espacio... Leopoldo María Panero
                                                                              
Por Ivana Fucks


Al principio la ciudad como un lecho desolado por el abandono, luego las guirnaldas grotescas que penden de los árboles, el hombre que crea la historia del avión que va a despegar y tambalea por la pista, los niños que dibujan en la corteza de los árboles que yacen muertos en el camino, la manía de las citas y de las frases, la publicidad, y al fin nosotros, mis amigos y yo.
La escalera con peces muertos en cada uno de sus peldaños, la idiota sin remedio que llora dentro de mí, esa sensación de que no seremos derro tados jamás,q ue triunfaremos si nos tomamos las manos, y gritamos bien fuerte, como cuando éramos niños, y el jardín se llenaba de bruma, de fantasmas, y armados con palos atrapabámos espectros.


En el interior de la casa, las sombras que musitan cosas por lo bajo, las velas parpadeantes que hieren de melancolía la penumbra, el comienzo del verano insinuándose en cada grieta, en cada soplo. Imágenes brumosas, melancólicas,  de las callecitas de tierra, paredes descascaradas, habitaciones vacías con virgencitas tristes.
La navidad anunciándose con estruendos de cohetes, con villancicos mudos, con guirnaldas que ahorcan las ramas de los castaños. Muérdagos falsos amarrados al hilo que mueve el misterio.
La historia del avión, en una época signada por la guerra, caminitos de provincia adornados con minas antitanques, muros empapelados con rostros de líderes de la muerte que han desaparecido entre las hojas de un periódico.
El avión que se alza antes de la tormenta, para deshacer las gotas, para robarle el brillo a los relámpagos, para domar el vendaval.
La publicidad, el diario motivado por la publicidad, tres amigas, un auto una ruta y la vida que ya no despeina.
Albertino, casi igual que un año atrás, su cuerpo frente al espejo, inmóvil, fosilizado en un ligero rapto de vanidad. El cabello oscuro zigzagueando en el lento ademán de sus manos, que se alzan para explicar lo inexplicable. La pollera de jeans, las zapatillas con plataforma, la musculosa con Patti Smith en el pecho. Con su voz de napalm en la cabeza, desnudándonos los huesos. Y esta morosa voluntad de nombrarla, que se apodera de mí, cuando la hoja en blanco me muerde la mirada.
Ahora sí un puñado de historias. Princesas de oropel que en una caricia consumen su vano esplendor. Caricias que se ocultan en la tibieza de un sostén. Las diferentes reencarnaciones del amor. Nosotros, mis amigos y yo.
El recuerdo de los balnearios, cuando los chicos éran oscuros, secos, flacos como palos. La resignación de ser invisibles para los ojos de nosotras que encendíamos de lava ardiente cada rincón de sus cuerpos. El tiempo que por esos días era enorme, la fe en Dioses de fantasía, en ídolos que se colgaban una fender y desafiaban el mundo. No, no este tiempo cobarde, de amantes de alquiler, de promesas rengas, de besos hipotecados , de cartas suicidas que se escriben y se arrojan al viento. Y la noche ahí, desgranando su corolario de tentaciones. Ese dejo hiriente a callejón sin salida resoplando ahí...

Fotografía: Philippe Halsman


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