jueves, 29 de abril de 2010

TIC -TAC NOCTURNO

¿A veces no has pensado, que el reloj de pared es alguien que trabaja todo el día y que sólo su tic-tac nocturno lo adormece por las noches? Sólo queda su pena para llorarla bajo las lluvias de la oscuridad, para dormirla en el silencio de la casa deshabitada, en las hojas del cuaderno sin escribir. La máquina sigue redactando informes mientras las almas duermen bajo el abrigo de un techo, sumida en sus sueños, despreocupadas de todos los cataclismos. Pero el reloj incesante sigue confusamente despierto, escuchando las voces de los fantasmas que debaten su destino a oscuras, sigue arrojando su música vacía sobre las cosas.

Van a ser las doce, y el hombre sin nombre consulta una vez más a cronos tal vez para hacerle saber al amo del tiempo que aún le teme. El libro se abre perezosamente en cualquier página y las palabras pasan como pasan las cosas sin sentido.
¿No te detienes a pensar que pasaría si se detuviera el gran reloj, si se cayeran los calendarios?
¿No has pensado que sucedería si el tic-tac resultara incluso más tétrico y despiadado de lo habitual?
Más allá de las horas escribo, y me estremezco al pensar que ese monótono sonido pueda ocultar el acecho de seres horripilantes que me quieren devorar, pero sé que el reloj continúa ahí indiferente, a los trazos de mi lápiz que descarrila por los renglones del cuaderno hasta que Morfeo me toma en sus brazos.
Sí a esta hora el maestro de las corridas marca el retraso a las citas, y los números se mueren de vergüenza en los ordenadores de las oficinistas, si en este instante el fantasma de la mecanógrafa acosada se despierta para detener el ajetreo cotidiano derritiendo los relojes, esta casa desde dónde brotan blancas y negras mi palabras seguirá meciéndose al vaivén del incesante tic-tac nocturno.


Luciano Abalo


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