domingo, 18 de abril de 2010

RETAZOS DE LA INTEMPERIE II

Primero se sintió confundida, luego de un modo extraño, como si de pronto todas las reglas hubiesen evadido, una sensación de culpa caló en la profundidad de su consciencia. En medio de este proceso, varias cosas se unieron, la explosión, el amotinamiento, las hogueras, la purga, la locura.

Tan sosegado, tan intimo este instante en que uno se sumerge en su propio caos, y no ve más que su hoguera alzándose entre los otros fuegos. Y así a cierta distancia de todo,pensaba Anabel, algo se desliza, cae pesadamente, y reluce bajo la oscuridad como sangre fresca.
Una noche Él escapó de la unidad de confinamiento, mató a dos compañeros, les arranco con una ganzúa las vísceras, y corrió, corrió hasta el cuarto de Anabel, para huir juntos bajo el manto de todas las oscuridades impulsados por una fuerza que no les era propia.
Ahí estaban entre los pastizales a bordo de un coche robado rumbo a ninguna parte, empujados por un romanticismo que dentro de la fortaleza hubiese ido castigado con el más atroz de los martirios.
-Las fugas son siempre hacia atrás, dijo él mientras avanzaban a tientas por un camino que parecía estar hecho de algas, y la tierra empezaba a enfriarse.
-Después de atravesar la puerta, no podemos esperar otra cosa que una colisión, y no cualquiera es digno de un accidente, agregó acariciando con el garfio las piernas de ella que permanecía acurrucada en la butaca con la mente sometida a un constante bombardeo de Warmholes.
-Esas inyecciones son virtuales, aseveró él con los ojos puestos en la huella sólo alumbrada por los ojos vigías de algún astro, cuando lleguemos a Aguaturbia te limpiaré de toda esa basura. Los Warmholes no son más que moléculas de dominación inducida.
Al llegar a una encrucijada detuvo el auto, y le ordenó a ella que fuera hasta una estación de servicio, cuyas luces resplandecían entre las nieblas a enviar desde alguna máquina postal un mensaje que confundiera a los centuriones que estaban tras su captura.
-Olvídate que eres una hembra asustada y en celo. Haz las cosas con cuidado, le dijo abriéndole la puerta del coche.


Todo esto recordaba, Anabel, mientras las luces del hotel iban desvaneciéndose y una música tersa cubría el espacio, no dejando lugar a la respiración. Había llegado el momento de entrar al cuarto y acabar con este cúmulo de ensoñaciones. La existencia no es más que unas cuantas ilusiones prestas a esfumarse, pensó y entró. Sólo una pequeña luz naranja alumbraba la habitación desordenada. Sobre el velador yacía la máquina cubierta por un paño color caramelo, pudo reconocerlo por el cable fosforescente en forma de espiral que colgaba. Miró con ira a el hombre desnudo, tendido de espaldas en la cama, el pelo enmarañado, la respiración agitada, el cuerpo regordete , la cicatriz que atravesaba su vientre , el miembro pequeño y fláccido, el vello púbico encanecido. Despacio recorrió la geografía de ese cuerpo, infiel, desobediente, porqué intuía que sería la última vez que lo vería con vida.
Luego vio el cuerpo delgado de la chica, anoréxico, los pechos diminutos, enjutos, el hilo de sangre reseca entre sus piernas y sintió pena. Miró el reloj, ya casi era medianoche, tomo con cuidado la maquina, apago la luz y salió.
El frío se arrojaba sobre las calles desoladas. Los carteles luminosos del hotel se reflejaban extrañamente sobre el agua remansada en las cunetas. Recordó la noche en que él la había abandonado. Estaban en la casa de los padres de ella, habían bebido hasta la madrugada, a los tropezones subieron al cuarto, por la ventana se reflejaban las luces titilantes del faro. Ella apretó la flor en sus puños, y la arrojó al retrete. Él la observo indiferente sentado en calzoncillos en la cama. Recordó la canción de Las Adormideras: Cuando tienes el dominio/ aprendes a fulminar/ ese gran simio/que empieza a minar/el alma por atormentar/ todo te parece normal/ pierdes la decencia/ te entregas al mal/no buscas una salida de emergencia/ no solucionas tu deficiencia. Era su canción favorita, siempre la hacía girar en las maquinas musicales. Lo imagino a él con los primeros rayo del sol, a medio vestir, tomando la máquina y saliendo a hurtadillas hacia la plataforma. Entonces hurgo en los bolsillos de su mameluco, marco el código y telefoneó a la fortaleza. Indicó el hotel donde se encontraba el hombre y la adolescente. Camino hacia la galería y desapareció en las bocas calles que conducían hacia el suburbio. Se asemejaba a un fantasma que viste harapos en la fría noche invernal.


2 comentarios:

  1. La existencia no es más que unas cuantas ilusiones prestas a esfumarse.....

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  2. La existencia es unos cuantos días atravesados con los ojos cerrados. Marcos gracias por hacerme escuchar los smiths en la secundaria.
    Vanina. hace mucho que no teveo, solo te leo

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