viernes, 4 de septiembre de 2009

SONATA PARA ALBERTINA EN TRES MOVIMIENTOS

DESDE TILISARAO, ALBERTO FERRER, LE ESCRIBE A UNA MUJER IMAGINARIA, DE ESAS QUE NUNCA TOCAREMOS, PERO QUE DARÍAMOS LA VIDA POR HACERLO.  
I
      Dejar que la luna se recueste en la cama, percibir que el corazón, potro indómito, galope junto al viento, confiar a un niño el hundimiento de todas las naves, y entonces sí, ir más allá del deleite, palpar la piel con los labios como si se estuviera besando a un fruto venenoso, para al fin descubrir esa extraña que dormita con los ojos abiertos, que en un oscuro agujero de su memoria se retuerce. Iniciar el ritual justo cuando la noche se cierra en torno a la casa, y los cirios funerarios arrojan grandes sombras sobre ese cuerpo ajeno, que de espaldas con la vista clavada en el techo reposa, imaginarla atrozmente desnuda en la maleza, acechante como un felino hambriento que se apresta para acosar de un salto a los hombres con fusiles. Abalanzarse y cubrirla de magníficos besos, de besos muy tibios y veloces, besarla detrás de las orejas, morder su cuello, mientras ella ciega, muda e impávida se deja poseer.
II
Albertina, extraña, Albertina, acaso en la lejana hora de nuestra fatal coincidencia, hemos visto morir sobre el río las mismas estrellas , acaso en la más siniestra de las circunstancias nos hemos poseído, asegurándonos de habernos lamido cada uno de los rincones heridos, trazando círculos de lujuria sobre la carne con los dedos húmedos . Tal vez fue un soplo el que impulsó partículas de tu saliva e impregno de ardor mi carne, quizás en ese sitio dónde los crucificados lloran su aislamiento me encontraste, cuando aún era un forastero, y sin respirar besaste mis llagas, para arrastrarme como a una presa muerta hasta tu morada, dónde imploraste ser satisfecha, acercando la cara a mi cintura, fosforescente de deseo. Ahora, sentado al borde de tu cama, fumando una larga pipa, mientras por el aire palpita el hechizo luzbelico de una sinfonía oscura, bajo la fortaleza que dan estas alas, miro a través del ventanal lo que está fuera del cuadro, como cuando mis manos sucias te creaban. Veo en un hueco asomar los rostros de aquellos que al llegar el mediodía nos atraparán. Están ahí, expectantes, tras el circulo trazado de antemano. Veo mi cuerpo desintegrarse en cientos de moléculas, veo brotar tu carne rosada entre las medias y el calzón hilo- dental, quiero desnudarte, escupirte en la cara todo mi deseo, pero el nerviosismo me derrota, tirito, vulnerable, temeroso de ser rechazado. Es en este punto, dónde deseo detener todo, poder destilar esta vorágine de palabras confusas que confluyen en mí, esta pulsación que aumenta, suspender todo esto que amenaza con desbordar.  
III 
             Ya no sé qué decir. Mis palabras ya no hacen ruido. Después de todo es normal vivir este estremecimiento, si nuevamente es tu voz la que está cautivándome , mientras en torno de tu sombra como un ave aleteo aterido, extasiado, maravillado, perdido ante tus encantos , Albertina, ninfa montaraz, que ni un beso me has dado, pero que con sólo imaginar tu cariño, me sonrojo, mujer de aire, y enfebrecido anhelo el paraíso escabroso dónde te descubrí, pequeña, diminuta, imposible, justo cuando cien nublos se desplomaban en mi cabeza en fugaces lloviznas.  

Ferrer, Alberto ( Nacio en Tilisarao en 1988)

2 comentarios:

  1. Leí tu relato y me quedó una duda sobre Albertina, es la masturbación o un fantasma. Me gustá mucho la forma en que escribís. Vorágine de palabras confusas es divINO
    JAVIER

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  2. yo creo que Albertina es un fantasma, alguien que lo visita entre sueño, esas cosas que te persiguen hasta atraparte ... me parece
    Mariano

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