jueves, 15 de octubre de 2009

Y ASÍ QUERÉS HACERLO OTRA VEZ

De pronto tuve deseos de entrar cuando la tarde tartamudeaba su réquiem.
Y así fue que entré en tu cuerpo para sangrar esta sed, por nadie conocida.
Sin querer me demoré en tus pechos atardecidos para encontrarme con el animal herido que embiste y derriba.
Me tardé, como si en el último adiós el reloj se hubiese volado, como si el viento se hubiese arrojado entre los pájaros que marcaban nuestros días.
Por los tejados el humo trepaba azul en la tarde. Esto ocurría en el preciso instante en que me dejaba caer en tu desnudez para adivinar las dolencias de tu cuerpo.
Ardiendo, ardiendo, cubrí de palabras, de salíva, cada una de tus heridas en una ceremonia silenciosa donde avanzaba en círculos, a través de la mesa, de los frutos, de las sábanas revueltas.
Al alcanzar la asfixia sobrevino el grito, luego los aplausos, como si en estas condiciones fuera una hazaña entrar sin permiso en tu cuerpo, con esta gracia renovada.
Rodrigo Heredia

2 comentarios:

  1. es muy dulce tu poema me gustaría un poco más de sangre sé que puedes .Flor

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