lunes, 5 de octubre de 2009

AQUELLOS DÍAS FELICES


                         Por Ivana Fucks

                 Primero, la ciudad como un lecho por el abandono desolado, luego las guirnaldas grotescas que penden de los árboles, la historia del avión que va a despegar y tambalea por la pista, los niños que dibujan en la corteza de los árboles que yacen muertos en el camino, la manía de las citas y de las frases, la publicidad, y al fin nosotros, mis amigos y yo.
          En el interior de la casa, las sombras que musitan cosas por lo bajo, las velas parpadeantes que hieren de melancolía la penumbra, el comienzo del verano insinuándose en cada grieta, en cada soplo. Imágenes brumosas, melancólicas de las callecitas de tierra, paredes descascaradas, habitaciones vacías con virgencitas tristes. La navidad anunciándose con estruendos de cohetes, con villancicos mudos, con guirnaldas que ahorcan las ramas de los castaños.
                 La historia del avión, en una época signada por la guerra, caminitos de provincia adornados con minas antitanques, muros empapelados con rostros de líderes de la muerte que han desaparecido entre las hojas de un periódico.  El avión que se alza antes de la tormenta, para deshacer las gotas, para robarle el brillo a los relámpagos, para domar el vendaval. La publicidad, el diario motivado por la publicidad, tres amigas, un auto una ruta y la vida que ya no despeina.
                     Albertino, casi igual que un año atrás, su cuerpo frente al espejo, inmóvil, fosilizado en un ligero rapto de vanidad. El cabello oscuro zigzagueando en el lento ademán de sus manos, que se alzan, para explicar lo inexplicable. La pollera de jeans, las zapatillas con plataforma, la musculosa con Jeff Buckley en el pecho. Y esta morosa voluntad de nombrarlo, que se apodera de mí, cuando la hoja en blanco me muerde la mirada. Ahora sí un puñado de historias. Princesas de oropel que en una caricia consumen su vano esplendor. Caricias que se ocultan en la tibieza de un sostén. Las diferentes reencarnaciones del amor.
      Nosotros, mis amigos y yo. El recuerdo de los balnearios, cuando los chicos éran oscuros, secos, flacos como palos. La resignación de ser invisibles para los ojos de nosotras que encendíamos de lava ardiente cada rincón de sus cuerpos. El tiempo que por esos días era enorme, la fe en Dioses de fantasía, en ídolos que se colgaban una fender y desafiaban el mundo. No este tiempo cobarde, de amantes de alquiler, de promesas rengas, de besos hipotecados , de cartas suicidas que se escriben y se arrojan al viento. Y la noche ahí, desgranando su corolario de tentaciones. Ese dejo hiriente a callejón sin salida resoplando ahí...

1 comentario:

  1. ivanita otra vez soplando en la llaga , ya te voy a conocer.Mario.Sabes quien soy, anais nin merlina

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