Por Ayelen Pilmayken (Poeta perteneciente a la etnia olongasta)
en la débil mano del verano
como algo perecedero
hecho para diluirse
en el cansancio del día
amortajado
sin un lecho
donde acostar las hazañas
Sólo ese diálogo deficiente
con lo animado
que apenas distingue
incendia la intemperie
la dicha que promete
el cuerpo abierto
a la sumisión
avanzando entre la salina
sin herirse los pies.
Hemos dicho verano
y hemos deseado despertar los muertos
los que duermen en el fango
y hemos soñado tener un cuerpo
lo suficientemente fuerte
para soportar la sequía.
Y este dejo a fiesta
que nos despierta
acariciadas por un ángel
que reparte nombres vacíos.
Verano brujo,
acaso logres alcanzarnos todavía
y nos encuentres
frágiles junto a la majada
en el incendio de la oración
o apretadísimas, silenciosas,
fruncidas como la noche.
Autobiografía
¿Cómo
decir de quién, de qué manera se planta un pene
se
pone semen macerado, se da a cuatro manos vida?
¿Cómo decir de cuando, de que cama surgió, de dónde vino?
Alguien llegó ebrio una noche, golpeó la puerta de una casa
humilde, azul de humilde, y una niña atendió. El hombre
entró, señaló un lunar en la piel de la niña y le ordenó
que se desvistiera, y hubo llantos, alaridos, y mucha sangre,
sobre todo mucha sangre, y entonces fui, fui ira, fui vergüenza
fui tristeza, fui un trapo húmedo, fui desconsoladamente Ayelen.
Me
están esperando. Esos hombre esperan que crezca.
Cada
día que pasa observan con minuciosidad sí mis pechos
han crecido lo suficiente. Están deseosos de comprobar
la humedad de mi sexo. Me están esperando.
La historia no deja de repetirse. Niñas que duermen solas.
Hombres que en mitad de la noche abren puertas.
La historia no deja de repetirse. Me están esperando.
Me están quemando por dentro. Los hombres
están arrimando piras a mi cuerpo adolescente.
Soy un periódico arrugado con el que van a encender el fuego.
Madre, estás demasiado lejos para oírme.
Saben que no ofreceré resistencia
cuando esos hombres me tomen como un fruto maduro.
Me están quemando por dentro. Debería morir.
Debería morir. Me estoy quemando por dentro.
Sin saber que decir
estaba lista para entregarme
tras la puerta un hombre
se quitaba las botas
y había viento en torno a la casa
y había llanto de niños
y crujían con tristeza las chapas.
Mamá cocinaba una cabeza
en unas ollas tiznadas,
mis hermanas esparcían ceniza
sobre las heces de los perros
y un coche oscuro
se detuvo en la entrada.
Van a partirme el corazón sin piedad.
A lo largo de los años por venir
no haré otra cosa que parir,
y lavar ropa, y preparar comida
y volver a parir, y juntar monedas
y ahogar mi sufrimiento.
Una buena mujer debe callar su dolor.
Van a partirme el corazón sin piedad.
No le ha de importar que mi cuerpo
aún es extrañamente hermoso.
Siempreviva
Sí
esos hombres siguen ahí, sí ese huésped sigue dentro de mi cabeza,
me levantaré y me pondré en marcha, despacio, y a Siempreviva iré,
y un pozo haré allí para enterrar las sombras que están junto a mí
y viviré sola sin contar mis días esperando que nieven pájaros blancos
y tendré algo de luz allí, para ver lo que queda en mí
porque la luz viene goteando en un incendio de rostros
que solo pueden mirar hacia lo oscuro.
Si sobre mi cama sólo duermen extraños y entre los velos del alba
sólo veo mi desnudez, la saliva fría que aprisiona mi sexo
caminaré descalza hasta donde el árbol se deshoja.
Allí entre la tierra húmeda la medianoche es una luz leve
y el mediodía un batir de alas crujientes empujadas por el viento.
Me levantaré de la cama, dejaré esta ciudad que no comprendo,
enterraré todas sus promesas en algún lugar, y con los ojos cerrados
encontraré el camino de regreso a Siempreviva,
y cuando esté en viaje oiré crepitar el río sobre la arena caliente,
y sabré que esta vez estoy cerca de Siempreviva,
y un pozo haré allí para enterrar las sombras que están junto a mí.
Revelación
Mamá, el útero es un pequeño cuarto
un cuarto cuyas puertas dan al día
un sitio oscuro
donde sueño con peces
y veo monstruos.
Me asusto, me arranco el cordón
y escribo con sangre tu nombre
oculto en la pared las vísceras
Es verdad, mamá, que los niños
al igual que los muertos
muy poco, muy poco duran.
Ni siquiera las sombras
permanecen lo suficiente
Entrecortadas por cuchillas
caen tus lágrimas al parir
y lo único que ves
es lo que ya no está.
El reposo del fuego
tras el sacrificio.
Los cuerpos sobre la orilla
incapaces de advertir
lo que les espera.
El reposo del fuego
tras el sacrificio.
La flecha que al cobijo
de la oscuridad
sin ruido da en el blanco.
Madre,
mis días ya han sido disueltos
son restos óseos.
No habrá útero
que no contenga el polvo
y lejos de mí, en lo gris
abrirás tu cuerpo al viento.
Ayelen Pilmayken ( El divisadero, 1992) Actualmente vive con sus padres a quienes ayuda en el pastoreo de las cabras, así como tambien en la manufactura de lácteos. Su sueño es poder leer toda la obra de Italo Calvino. No le interesa demasiado el futuro.
Enero
La subversión de las formas
deja que se extienda el temporal en la débil mano del verano
como algo perecedero
hecho para diluirse
en el cansancio del día
amortajado
sin un lecho
donde acostar las hazañas
Sólo ese diálogo deficiente
con lo animado
que apenas distingue
incendia la intemperie
la dicha que promete
el cuerpo abierto
a la sumisión
avanzando entre la salina
sin herirse los pies.
Hemos
dicho verano
y
hemos puesto a cocer la verduray hemos deseado despertar los muertos
los que duermen en el fango
y hemos soñado tener un cuerpo
lo suficientemente fuerte
para soportar la sequía.
Verano brujo,
acaso logres alcanzarnos todavía
y nos encuentres
frágiles junto a la majada
en el incendio de la oración
o apretadísimas, silenciosas,
fruncidas como la noche.
¿Cómo decir de cuando, de que cama surgió, de dónde vino?
Alguien llegó ebrio una noche, golpeó la puerta de una casa
humilde, azul de humilde, y una niña atendió. El hombre
entró, señaló un lunar en la piel de la niña y le ordenó
que se desvistiera, y hubo llantos, alaridos, y mucha sangre,
sobre todo mucha sangre, y entonces fui, fui ira, fui vergüenza
fui tristeza, fui un trapo húmedo, fui desconsoladamente Ayelen.
Me están esperando
han crecido lo suficiente. Están deseosos de comprobar
la humedad de mi sexo. Me están esperando.
La historia no deja de repetirse. Niñas que duermen solas.
Hombres que en mitad de la noche abren puertas.
La historia no deja de repetirse. Me están esperando.
Me están quemando por dentro. Los hombres
están arrimando piras a mi cuerpo adolescente.
Soy un periódico arrugado con el que van a encender el fuego.
Madre, estás demasiado lejos para oírme.
Saben que no ofreceré resistencia
cuando esos hombres me tomen como un fruto maduro.
Me están quemando por dentro. Debería morir.
Debería morir. Me estoy quemando por dentro.
Sin saber que decir
Me
senté desnuda frente al espejo
peine
mi cabello y vi mi sexo estaba lista para entregarme
tras la puerta un hombre
se quitaba las botas
y había viento en torno a la casa
y había llanto de niños
y crujían con tristeza las chapas.
Mamá cocinaba una cabeza
en unas ollas tiznadas,
mis hermanas esparcían ceniza
sobre las heces de los perros
y un coche oscuro
se detuvo en la entrada.
Van a partirme el corazón sin piedad.
A lo largo de los años por venir
no haré otra cosa que parir,
y lavar ropa, y preparar comida
y volver a parir, y juntar monedas
y ahogar mi sufrimiento.
Una buena mujer debe callar su dolor.
Van a partirme el corazón sin piedad.
No le ha de importar que mi cuerpo
aún es extrañamente hermoso.
me levantaré y me pondré en marcha, despacio, y a Siempreviva iré,
y un pozo haré allí para enterrar las sombras que están junto a mí
y viviré sola sin contar mis días esperando que nieven pájaros blancos
y tendré algo de luz allí, para ver lo que queda en mí
porque la luz viene goteando en un incendio de rostros
que solo pueden mirar hacia lo oscuro.
Si sobre mi cama sólo duermen extraños y entre los velos del alba
sólo veo mi desnudez, la saliva fría que aprisiona mi sexo
caminaré descalza hasta donde el árbol se deshoja.
Allí entre la tierra húmeda la medianoche es una luz leve
y el mediodía un batir de alas crujientes empujadas por el viento.
Me levantaré de la cama, dejaré esta ciudad que no comprendo,
enterraré todas sus promesas en algún lugar, y con los ojos cerrados
encontraré el camino de regreso a Siempreviva,
y cuando esté en viaje oiré crepitar el río sobre la arena caliente,
y sabré que esta vez estoy cerca de Siempreviva,
y un pozo haré allí para enterrar las sombras que están junto a mí.
Revelación
Mamá, el útero es un pequeño cuarto
un cuarto cuyas puertas dan al día
un sitio oscuro
donde sueño con peces
y veo monstruos.
Me asusto, me arranco el cordón
y escribo con sangre tu nombre
oculto en la pared las vísceras
Es verdad, mamá, que los niños
al igual que los muertos
muy poco, muy poco duran.
Ni siquiera las sombras
permanecen lo suficiente
Entrecortadas por cuchillas
caen tus lágrimas al parir
y lo único que ves
es lo que ya no está.
El reposo del fuego
tras el sacrificio.
Los cuerpos sobre la orilla
incapaces de advertir
lo que les espera.
El reposo del fuego
tras el sacrificio.
La flecha que al cobijo
de la oscuridad
sin ruido da en el blanco.
Madre,
mis días ya han sido disueltos
son restos óseos.
No habrá útero
que no contenga el polvo
y lejos de mí, en lo gris
abrirás tu cuerpo al viento.
Ayelen Pilmayken ( El divisadero, 1992) Actualmente vive con sus padres a quienes ayuda en el pastoreo de las cabras, así como tambien en la manufactura de lácteos. Su sueño es poder leer toda la obra de Italo Calvino. No le interesa demasiado el futuro.
me sorprendió la manera en que escribes ayelen y con la única lectura de estos poemas pude adentrarme en tu universo al que juzgo muy especial no tenía mucho conocimiento sobre tu etnia y me gustaría conocer más, es un agrado leer poetas que escriben acerca de su mundo... en esta época donde todo se parece a todo.
ResponderEliminarliliana olivares
villa maría cba
A mi no me provoca nada , creo que olvida su origen. Lo leí ávida de conocer sus raíces pero no encontré lo deseado. Me parece que tiene que mirar hacia adentro y escribir desde ahí. Me pareció bastante aburrida su posición de victima y esaa postura feminista.
ResponderEliminarSr. Ricardo Morán
"hemos dicho verano" me pareció uno de los poemas más conmovedores de los últimos meses... y no sé si soy un gran lector (y la poesía es imposible de juzgar) pero me animo a decirlo.
ResponderEliminaren ese poema (en los otros también, pero yo lo sentí más que nada en ese poema) creo que está ese adentro y esa escritura desde ahí que el lector ricardo no encuentra. ¿por qué yo sí? no tengo la menor idea... y me parece que no importa. pero entiendo que los poemas no siempre se "entienden" y suelen ofrecernos la mañana fría de una fiesta a la que no pudimos ir. a mí me pasa con poetas supuestamente geniales. qué va a ser... pero todo esto es demasiado personal para considerarse digno de la polémica... lo que no veo es una "posición de vícticma ni una postura feminista", digo: no veo estos poemas como posición ni postura de nada... me parecen de verdad auténticos.
incluso me gustaría leer algunos en un programa de radio que hago: La escuela de Nadie.
en fin, gracias por lo tuyo ayelén.
ha sido un gusto.
Martín