Por: Marcos Freites
Ayer la había enfermado la forma en que Aldana lo miraba
a Fernández. ¿Por qué esa aparecida lo miraba así? Como si compartiera con él secretos, como si
los dos hubiesen sido testigos de algo que ella ignoraba. Y Aldana se había
dado cuenta de su enojo, eso lo supo cuando se dirigían al comedor y vio su
rostro, era una de esas chicas que no podían disimular su ira, tal vez si la hubieran azuzado un poco, en un
ataque de furia no hubiese dudado en romperle la cabeza contra la pared.
Tal como la ceniza cae tras un incendio, así se derrumban
las ilusiones de una chica cuando es mediodía, no ha almorzado todavía, y el
hombre de su vida camina del brazo de otra mujer por la vereda de enfrente. Un
rato antes, Carla habría luchado, pero ahora con una pila de fotocopias bajo el
brazo, le resultaría inútil enfrentarse a una mujer que del brazo de ese hombre
luce tan joven y hasta se podría pensar que ella es tan segura, acorazada tras
esos anteojos de sol, hablando del último libro de Haruki Murakami o
simplemente haciendo planes para las vacaciones de verano.
Aquí nos detenemos. Aquí nos quedamos quietas,
sorprendidas ante la vidriera del local, iluminado por el resplandor de sol
primaveral, y esa que está adentro de la mano de Fernández, acaso no es
Marisol, ah, dijo Dolores, esa pendeja siempre le tuvo ganas, yo desde un
principio supe que le hacía caritas, y Carla que durante todo el trayecto había
deseado que Fernández se hiciera un tiempo, se dejara caer y soltara sin piedad
aquello de que nadar sabe mi llama la
agua fría y junto a él se iría el blanco del día, para dar lugar al reinado
de las luces, y ahí entre sombras pensaría en eso que le dijo acerca del querer
que ya no es lo que quiere; pero toda ensoñación es en vano, deberá conformarse
con volver a casa , y encontrarse con su hija que cada vez se aísla más, con su
marido que se sienta en silencio como un autómata frente al televisor, sin
oírla, cuando los relojes dan las diez y veinte, y las chicas en la pantalla se
ven inalcanzables, y una siente ganas de saltar por la ventana al vacio, o
quedarse tirada en la cama sin tener que pensar en nada.
Este relato está tomado de un mito muy popular de la ciudad, me parece, de todas maneras no entiendo la manera enrevesada de escribir. ¿Qué pasó con Godoy ? Mató a la mina ?
ResponderEliminarRaúl.