viernes, 30 de diciembre de 2011

EL ÚLTIMO DÍA DEL ÚLTIMO AÑO

Por J.P
En esa época River Plate era sensacional, ganaba los partidos sin transpirar, eso al menos era lo que decían. Menem todavía era presidente, y ya la gente se empezaba a cansar, como se cansa de todos. Pappo tenía razón, cómo vamos a putear al turco si trajo la Fórmula uno y a los Rolling. El fútbol y la política no me gustan, pero en este país no hay forma de escaparles. Más aún cuando salís con un tipo que es un futbolista fracasado. Mi novio Alexis, jugó en las inferiores de Belgrano de Córdoba, siempre que se pone ebrio jura que compartió vestuario con “el diablo” Monserrat y el “Luifa” Artime. Ese año pasaron muchas cosas, demasiadas, mi perrita se cayó al pozo ciego del baño, y tuvieron que hacer un túnel lateral para sacarla, mi suegra casi  muere atropellada por un camión, Carla, mi mejor amiga, como adivinando lo que se venía se fue a vivir a España, y casi a finales de diciembre, con Alexis nos peleamos mal, y estuvimos casi dos semanas sin hablarnos. Supongo que no le importó demasiado, porque River salió campeón, y como yapa, ganó la quiniela. Le pegó las tres cifras a la cabeza. Ese fue un buen motivo para que lo perdonara, y aceptara pasar las vacaciones con él. Decidimos como todo el mundo ir a la costa. Me dio un poco de pena dejar en casa a la perrita, pero mamá la cuidaría con mucho esmero.
Llegamos unos días antes de año nuevo, nos instalamos decididos a exprimir cada día de vacaciones. El espectáculo de la playa, la visión de todo aquel universo gozando sin pudor de cada uno de sus sentidos al borde del éxtasis me distrajo y me procuró un gozo desconocido. El mar arrojaba sobre la arena tibia unas olas desganadas que dejaban trozos de espuma viscosa. Unos perros vagabundos perseguían a los niños que habían amarrado en sus cinturas botellas de plástico que utilizaban como flotadores. A la izquierda entre los  roqueríos se arremansaba la basura conformada en su mayoría por latas de cerveza y bolsas de supermercado. Alexis acomodó la toalla sobre la arena húmeda y compacta, me dijo que hacía mucho que no me veía en bikini, me parece que ahora tenés más paradas las tetas, agregó y arrimó la conservadora repleta de botellitas de pronto-shake.
En los alto parlantes del parador no dejaban de sonar los Autenticos, y en mi disc-man tenía un lugar privilegiado Post de Björk. Mientras sonaba Hyperballad, dejé que mis ojos vagaran libremente por la playa. Esa actitud me hizo  comprender que esta estadía juntos en vez de acercarnos, irremediablemente, nos alejaría.
Alexis cree que tengo poderes para predecir el futuro. No hay mañana en que no me pregunte como va a estar su día ,y desde hace años recibe la misma respuesta. Es un hombre rutinario, como podrán advertirlo. Con un lustro de convivencia encima aún no se decide entre el amor pringoso de su madre y el sexo desenfrenado que yo le ofrezco.
Mientras bailaba en el parador, se me presentó Almada. ¿Quién era Almada? ¿De dónde lo conocía? Busqué en mi cabeza y encontré algo, por primera vez. Marcos citaba a Almada en los días grises cuando nos dejábamos llevar por la fantasía del suicidio. Matías también citaba al viejo. Lo hacía con grandilocuencia. Debajo de los epígrafes dibujaba unas vergas colosales, tetas que supuraban sangre. Hablaba de atravesar lo trágico con los ojos abiertos, de potros que sacaban chispas en los pastizales. Del poeta Jorge Cuesta que antes de suicidarse se acuchilló los huevos. Una horda de enfermos. La nada es la única forma de la perfección, sentenciaba Almada. Me alegra recordar esa cita, ahora que tengo la sensación de estar desnuda en una ciudad a punto de desaparecer, mientras un hombre me deja mensajes de voz en el teléfono. En Lengua y Literatura no había lugar para mí, lo pienso, y me toco las tetas como una forma de evitar cualquier mal augurio. Entonces estoy de nuevo en la playa. Centellean unos cristales entre la resaca que juntó la última tempestad.
Almada me observa con delicadeza. Sus ojos zigzaguean en torno a los míos y sin decirme nada, me toma de las manos. Me hace girar en la brisa. Mis piernas quedan suspendidas entre una semicorchea y un si bemol. Slurppssss. Un largo beso. La cámara lúcida hace click. Pienso en la primera guerra mundial, en la máscara de un soldado francés, dejo que mi ropa caiga.
Algo sucede.
Siempre algo sucede. Si lo permitimos.
-Es un flash verte a través de estos ojos verde-sprite, me dice y finge dar un salto al vacío.
Lo miro extrañada sin entender nada.
-Un poeta debe mantener actualizado su vocabulario, agrega y rueda sobre la arena.
Me da risa y corro a revolcarme con él. El tiempo escapa por una pendiente, y un segundo después termina el verano. A veces pienso que todo ocurre así. A veces creo que todo ocurrió antes del 2001.
Yo escuché y supe de Rubén Rogelio Almada en el establo del hipódromo el día que Aguacero Spring en contra de todos los pronósticos le gano a Caledonia Blue. Había un jinete pelirrojo que tenía una cuenta pendiente con Almada y estaba dispuesto a darle una buena paliza. Se hablaba de drogas, de dinero, de mujeres. También en ese lugar debo haber escuchado hablar por primera vez de C.E.Feiling, que para ese entonces ya había muerto de leucemia, y de Fernando Vallejo. Tal vez de Cioran escuché alguna frase. Me impactaba lo que se hablaba en esa oscura caballeriza, un lugar que mi madre no juzgaba como apto para una chica que se aprestaba a terminar el secundario. Los días fuera de ahí transcurrían lentos, como si tras ello estuviera a punto de nacer una tormenta infinita.
Y entonces lo que une el recuerdo de la playa con el del hipódromo es Almada. También la velocidad precisa con que los hombres eyaculan. Recuerdos quebrados que guardan más ponzoña que luz. Y algunas cosas más que por estar cerca un nuevo año, me las guardo, las silencio hasta que alguien se baje los pantalones, me muestre algo que valga la pena, y me incite a abrir la boca.


1 comentario:

  1. Honestamente el verano es una estación insoportable cunado no tenés plata y te ves obligada a quedarte en la ciudad, mirando el techo, archi-aburrida. Me resultó esperanzador leer estos apuntes ...
    J.C

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