RODRIGO HEREDIA TRAZA UN ESBOZO DE UNA PEÑA DONDE UN
PUÑADO DE DESCONOCIDOS LOGRAN IMPREVISTAMENTE UN ESTADO DE COMUNIÓN AL COREAR EL ESTRIBILLO DE UNA TONADA.
Sábado. Callejón sin salida. Atrapado en el pueblo. ¿Cómo
llegué hasta aquí? Una visita repentina a mis padres. La posibilidad de
encontrar a mi hermano. Parientes que se dejan caer cuando se empieza a asar el
cordero. Luego lo de siempre: mujeres. La esposa de mi primo que se encuentra
con la novia de mi hermano y arremeten contra la hija mayor de mi padrino.
Andanadas de insultos. Cosas que se estrellan. Hombres intentando separar o
esparciendo chispas en la nafta derramada. Mamá en un rincón llorando. La
fiesta termina antes de doce. Todos se van a dormir. No hay muchas opciones.
Salgo a caminar por las calles desoladas, saco a pasear mi ansiedad hasta que
escucho una guitarra. Gran peña en el Club Social. Cena-baile. Hombres
eufóricos que se encaprichan en pedir una y otra vez la misma canción. Mujeres
lateadas que echan una mirada buscando encontrar una cara conocida. Niños que
juegan en el patio y se arrojan hojas secas. Ahora en el escenario improvisado
están tocando unos hermanos. Uno delgado, otro regordete. Como debe ser.
Tonadas. La guitarra tiembla en un lamento donde se le canta al amor ausente.
El dolor brota del pecho, se estrella contra las paredes descascaradas. Un
dolor que ha sido cuidadosamente maquillado. Se lo ha preparado para que se cante
con la garganta embebida de alcohol. Alguien desde el fondo suelta un alarido
que se esparce por todo el salón. Los dos hermanos se despiden haciendo
reverencias. Nadie pide que vuelvan a subir. Todos están esperando el número
principal. Un cantor obeso de larga barba que con voz de trueno entona Triste paloma enamorada. Deja de llorar
paloma/que el llanto no es para vos. Mata tormentos de aquel que se va/si así
lo prefieres andate nomás/está en evidencia que no sabes amar. El público
enloquece y los vasos se llenan para volverse a vaciar. Por un instante flota
en el aire la sensación de una perfecta comunión entre desconocidos, la extraña
percepción de que todas esas gargantas que corean el estribillo de la canción
se reconocen en un reclamo hacia el maldito amor, tan frágil, tan huidizo, como
el vuelo de esa paloma que en busca de la libertad ha escapado.
Ustedes que son unos terribles desquiciados me sorprendieron al principio con esta historia.
ResponderEliminarMe gustó el comienzo después esos hombres que se le aparecen en el sueño a la chica sumado a ese fotografo pervertido me desilusionaron. Son incorregibles. Debo aceptarlo.
Rara mezcla de sus relatos. Lo cotidiano, lo ordinario cobra otra sentido en un juego de relaciones donde todo el tiempo hay algo de siniestro.
Monserrat Galloni.