lunes, 6 de febrero de 2012

LA MIRADA DEL COCODRILO

                                                                    Por Marcos Freites
¿Quién me ocultó los zapatos?  Hay otro cliente esperando.
Aquí la gente entra, recibe lo que busca y se va. Se va.
Se va a tener que apurar. ¿Cuándo se sacó los zapatos dónde los dejó? No se pueden extraviar. Sólo usted y yo entramos a esta pieza. Una vez, déjeme que le cuente, uno de los muchachos se olvidó los calzoncillos, salió apurado porque tenía que ir a rendir una materia. Siempre que rendía finales venía antes a echarse un cortito. Se ve que un poco de piel lo relajaba. Cada vez los muchachos son más difíciles de entender. ¿Se fijó debajo de la cama?
***
Entonces comienzan los movimientos, imprevistos, exagerados. Como si se tratara de la representación de una absurda comedia, y los rostros se confunden, se desfiguran entre unas manos abiertas y el chico que se dejó caer con un violín se parece al muchacho que cuando le estaba haciendo un oral, me preguntó muy serio, qué se sentía al chupársela a dios, y todo se mezcla con el flaco que me pone contra la pared y mientras embiste con fuerza me susurra que le encantaría estrangularme, y el viejo al que hay que soplársela para que se le endurezca se parece al cura que viene a implorarme que lo masturbe, y todos los hombres se llaman Jesús y van a morir condenados, y yo soy la puta virgen María abierta de piernas, incapaz de decir no, pensando en unos zapatos extraviados, en ese momento en que la punta te roza el paladar y todo se esclarece y ah, una comprende.
***
Es verano. Anochece y el sopor de la tarde se niega a aplacarse. Con una regadera de plástico naranja humedezco el patio de tierra, mientras la otra que vive en mi cabeza desprende estrellas de un cielo cada vez más sombrío.
***
Mientras tanto trato de no asombrarme. No estoy loca. A veces creo que la gente lo piensa y me esquiva o se comportan de una manera extraña cuando habla conmigo. Algunos amigos vienen a visitarme los lunes, traen algo para tomar, ponen algún disco y me cuentan sus hazañas sexuales. La mayoría son  aventureros, recorren grandes distancias a pie, cargando mochilas pesadas, lo hacen escuchando música bailable, y una vez que se acuestan inhalan el humo de los sueños convencidos que no hay mejor final para una excursión, que encontrarse en la cama desnuda con una desconocida que oculta armas en su armario, o descubrirse arrodillada ante un maleante que acaba de asaltar una anciana.
***
Si pudiera entender el orden de las cosas, como ocurren, que fuerza incontrolable las empuja hacia acá, si pudiera saber quién provoca accidentes inesperados en plena temporada baja y qué decir de ese paisano superdotado que cae a fin de mes, y me muestra un cuchillo tajeador con el que peló varias mulitas y degolló un jabalí.
***
Cuando me sorprendí fumando de una pipa de agua con un hombre que había conocido en la sala de urgencias, después del incendio, me sentí frágil y supe que debía regresar a casa antes que se largara la lluvia, pero teniendo en cuenta los movimientos telúricos, la inseguridad creciente, tal vez mi casa ya no estaba y ese extraño me tendría que dar cobijo, alimento y, dios, si es posible un poco de amor.
***
No sé. No sé si son los roces imprevistos o ver mi nombre escrito en las páginas de un cuaderno mugriento, o la simple observación de las cosas que acontecen silenciosamente a mi alrededor, que me hacen pensar que todo esto no es más que una ilusión, una vana ensoñación a la que se asiste con los ojos abiertos, un punto en medio de la inmensidad donde la idea que tengo de vos, se encuentra con la idea que vos tenés de mí, intercambiamos fluidos, dinero, enfermedades venéreas y alguna fulguración capaz de mantener fuera de nuestro espacio a la oscuridad.


2 comentarios:

  1. No sé para que escriben esas cosas espantosas. Me repugnan todas las cosas que escribe Freites, siento náuseas. Esa revista nueva Pernisiosa es horrible, pornografia barata.

    ResponderEliminar