jueves, 17 de noviembre de 2011

UNA ANATOMÍA DEL CAOS

Por Marcos Freites
1. EL PADRE ALAN
Las manos de papá ocultan pétalos de nieve.
Las piernas de mamá desaparecen en un pasillo estrecho que no conduce a ningún sitio.
Estallan en medio de la noche las campanas del templo, y un Cristo en miniatura sangra. Aún no puedo besar sus pies desnudos porque el padre Alan piensa que no he recorrido el camino de la purificación. Creo que se equivoca: ya he sentido la vergüenza en el cuerpo desnudo, me he autoflagelado frente al espejo y no he sangrado a diferencia de las demás niñas.
El padre Alan me dijo que cuando manara sangre de mi cuerpo él debería ser el primero en saberlo y aunque parezca asqueroso, está dispuesto a beberla para expiar la infinidad de pecados que he cometido cuando aún no tenía memoria. No será tan terrible, después de todo, porque una vez que esté limpia haremos una fiestita en la parroquia. Me prometió que vendrán todas las chicas. Estaremos a solas con él, lejos de las miradas impuras de nuestros padres. Habrá galletitas, globos, gelatina, garrapiñadas y un gigantesco gato de goma gris, casi idéntico al que veo en sueños.
La nieve cae adentro y afuera.
Papá aprieta con fuerza sus puños, como si quisiera que los copos de nieve se le metieran en la piel.
Mamá ha decidido desaparecer por completo, disolverse en la intemperie.
El Cristo en sus ojos refleja la blancura de la nieve cayendo, cubriendo cada porción del territorio conocido, como si quisiera apoderarse de todo lo que tiene movimiento para sumergirlo en un sueño blanco.
***
Cuando hay nieve tengo trece años, otra vez, y me olvido que soy una anciana encadenada a una cama de hospital. En los días de nieve creo ver toda mi infancia a la luz de una cerilla que se enciende de improviso en mitad de la noche para dejar entrever mi cuerpo desnudo que se niega a ser poseído.
El padre Alan despierta en mi cama, cubierto de sudor, maniatado por un rosario que titila en la oscuridad. Me pide que deje de mirar a ese Cristo, me susurra que si no le quito los ojos de encima le resultará imposible dormir al hijo de Dios.
Papá a estas horas ha abandonado su cuerpo y es parte de la nieve. Lo veo saltando entre los árboles desnudos, con una interminable bufanda color rojo.
A veces pienso que el primer recuerdo que tengo es la nieve. Distingo una calle, apenas iluminada, en la que unos niños se lanzan bolas de nieve, luego alcanzo a ver a mi padre corriendo herido entre los coches, pidiendo auxilio.
Entonces el padre Alan me pide que me duerma, que deje de llenar mi cabeza de pensamientos, que mientras permanezca acurrucada a su lado la nieve seguirá cayendo, y al despertar como despidos por una fuerza irracional nos echaremos a correr calle abajo hasta dar con el puesto de golosinas crocantes.
Pero un recuerdo me posee en el momento justo en que espantaba mis recuerdos y me figuro caminando a la iglesia, preocupada por extraviar el catecismo, y es pleno día, parpadea el sol sobre la nieve acumulada en la banquina.
Cuando abro la puerta de la sacristía está papá sentado junto al padre Alan, al verme entrar empiezan a reír, sus carcajadas grotescas les desfiguran los rostros y me dicen que no tendré salvación por haber extraviado el catecismo.
Papá se levanta acaricia mi pelo y se marcha sin decime nada. El padre Alan se quita los zapatos, luego la camisa y se coloca una máscara de Tasha de los Teluttubies. Niña mala, me dice y comienza a desabrocharse el pantalón. Dejo que mis ojos escapen por alguna rendija y se adhieran a los de una anciana con cabellos grises que amarrada a la camilla recuerda la niña que fue un día en que la nieve cubrió toda su infancia como si se tratara de una sangre por primera vez vertida.

Fotografía: Mario Giacomelli.

3 comentarios:

  1. Me encanto como entras desde el principio en el tema de la purificación y esos castigos infringidos por no se que mente retorcida.. Me encanto la secuencia de como mezclaste la inocencia hasta llegar al terreno de las violaciones cotidianas... Simplemente me encanto y me dejo impresionado

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  2. Lo impresionante,Serapiens, es esa dósis de ingenuidad que el autor introduce, la perspectiva de la chica. Coincido totalmente con vs, este y el relato del Hombrecito amarillo son unos de los mejores de este blog. Espero que Una anatomía del caos continue.
    Francisco Garibaldi-La Rioja-

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  3. !!! Esto es una aberración estoy indignada!!! Como madre me parece una falta de respeto contra los sacerdotes que han ayudado a tantas personas. Me daría verguenza que mis hijos de juntaran con personas como uds. Piensen en que es más útil para la sociedad si un sacerdote que ayuda espiritualmente, que un grupo de herejes que cree que hace literatura y lo único que hace es degradar a aquellos que luchan por una sociedad mejor.
    Una madre indignada.

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