-Esta es la última vez que me mata los pollos, dijo Almada mientras servía un poco de vino de la botella verde de plástico.
Afuera los coyuyos con su chillido incendiaban la tarde. Tomé un sorbo de vino, y sentí asco. Almada al ver mi cara de repugnancia, amago una leve sonrisa y sin mirarme dijo:
-Aún estás fresco, para la sangre de burro.Por la radio sonaba una ranchera llorona, y un locutor de voz pastosa interrumpía la música para anunciar una fiesta.
Durante un rato nos quedamos en silencio mirando por la ventana como el sol iba apagándose tras el follaje oscuro de los cipreses. Luego Almada me contó como se había hecho del perro.
-Me lo trajo el doctor Ansaldi. Es cruza con labrador. Vino cachorro. Travieso, lo hubieras visto. Parecía un resorte. Se lo lleve un tiempo al Pitanga, cuando me fui a trabajar al aserradero de Las Lajas. Lo habrá tenido casi un mes. Le mató una gallina que tenía echada. Se enfureció el Pitanga. Le dio una paliza, y lo trajo para acá, de vuelta. Cuando volví lo encontré atado ahí en el algarrobo. Apenas lo largué me mató la Candelaria. ¿Te acordás de la gatita negra con patas blancas que me dio tu tía? Esa. Estaba preñada. La despanzurró. Hace un mes me mató los pavitos, y ahora los pollos. Los hubieses vistos. Con lo que me costó criarlos. Me da tanta rabia.
Se quitó las alpargatas, y se calzó unos botines viejos de construcción.
-Lo vamos a llevar a que se junte con el doctor Ansaldi, dijo y salimos al patio. Estaba anocheciendo. Almada desató el perro, y tirándolo de la cadena tomo camino por un sendero angosto que se metía al monte.
- Agarrá ese alambre fardo, y acompáñame.
- ¿Lo vas a ahorcar?
- No, lo voy a acollarar con el doctor Ansaldi.
Caminamos Almada, el perro y yo, hasta que dimos con un claro en el campo, dónde se alzaba inmenso al cielo un tala
-¿Podés ir a la casa a buscar una soga? En el cajón que hay debajo de la mesa, hay una verde de plástico.
Le hice caso, y me dirigí a casa. No alcancé a volver, porqué cuando iba saliendo de la casa con la soga me encontré con Almada solo.
-Ya no hace falta pibe, dejala ahí nomás.
- ¿Y el perro?, pregunté
-¿Querés ir atrás a ver como están destrozados los pollos?
-No.
- Siempre uno cree que va a utilizar más cosas de las que lleva, pibe. Ese es el problema de ser viejo, no darse cuenta que uno puede arreglarse con lo mínimo.
Entramos a la casucha nuevamente. En un lavatorio de plástico se lavó las manos. Buscó entre los estantes una botella de vino. Arrimó la silla a dónde yo estaba y encendió la televisión. La noche se había cerrado, hermética, en torno a la casa, y el calor continuaba, sofocante. El conductor del programa de noticias anunció una pausa comercial. Almada se sirvió un vaso de vino. Vi en sus botines una mancha espesa de sangre. Un coágulo. Por la T.V pasaron un anuncio comercial de una 4x4.
-En una así se mató Ansaldi, dijo, tomó un trago de vino y se limpió la boca con el puño mugriento de su camisa.
es maravilloso como escribis,tú imaginación es ilimitada,y sabes como volcar a un papel!
ResponderEliminarfelicitaciones!!
Dal.
Uhh, lo mató al perro.¿No fue kulpa de almada que el animal matara los pollos? me puse triste.Kami
ResponderEliminarsólo basta con unas palabras y nos haces volar nuestra imaginación.Amigo sos un gran tipaso.tus escritos son luz en la oscuridad de nuestra imaginación.
ResponderEliminarMuy realista su cuento, yo diría que eso ocurre mucho en el campo, es común. Me parece muy loable que a partir de una tema cotidiano costumbrista ficcione un cuento, ahí está el mérito. Perfecto el lenguaje, los artículos que nos sitúa en el campo: la radio, soga, algarrobo, pollos, "gatita negra con patas blancas". De eso se trata la literatura, crear mundos y el tuyo es bastante verosímil.
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