viernes, 30 de octubre de 2009

VENENO PARA ELEFANTES O LO OPUESTO DEL AZUL

Por J.J.Reynoso
Un camión naranja. Apenas se percibe la sinfonía moribunda de la tarde en la caja del camión naranja que se confunde en las calles del pueblo dormido. Regresamos después de las lluvias con las pocas pertenencias que el temporal no logró arrancarnos. Pensamos en la magnitud de las catástrofes, en el asombro que nos provoca haber visto una mujer desnuda tomar sol sin pudor a orillas del río crecido y nos consolamos creyendo que esta vez empezar será menos complicamos.
Todo es naranja al llegar. El camión, el gato, mi remera, el mantel que ella acaba de colocar en la mesa, el borde de la cartuchera, todo es naranja. Naranja es la silla de Van Gogh, cree recordar ella, y mi mano alguna vez ansiosa de rozar sus pechos, se repliega, se empequeñece al mirar todo lo que hemos abandonado.
Deberíamos volver a visitar las blancas sábana que amparaban nuestra impaciencia, excavar un poco más hondo y desenterrar lo perdido, para ofrecerle este naranja que nos ciega, como un milagro no resuelto.
Ella sirve los fideos, y pregunta por una palabra oída en sueños, por una voz que se desangra torrencialmente al borde de la vigilia, y se queda esperando una respuesta, que solo el color naranja podría darle. La miro como si estuviese a punto de abandonarlo, y cierro los ojos, para hablarle desde adentro, desde lo que queda de mí, cuando son las ocho en punto y la tarde va agonizando por los caminos que aún no hemos recorrido.
Nunca he podido saciarme en nada, tal vez por qué mi hambre no es de este mundo, pero en este naranja que nos acosa he encontrado algo muy parecido a la calma de tener lo que no se tiene.


1 comentario:

  1. que lindo encontrarse entre tanto vanguardismo con este ensayo sublime de belleza poética , no desanden el camino. olga

    ResponderEliminar