Mírame, por un instante, deja que tus ojos me descubran. Soy muy feo, lo suficientemente feo, para que me empieces a querer. El amor solo sabe de belleza, y eso lo hace fatal. Las máquinas siguen redactando informes acerca de la última explosión. Dios aún no termina de aparecer. Me puedes ver, solo te hace falta hacer, click. El de la izquierda soy yo. Estoy fuera de foco. Esos ojos, si que dan un poco de miedo.
Tú hermana mayor envidia nuestro álbum de fotografías. Memorias de la infancia. La casa natal de derrumbó a fines del año pasado. Su perro era adorable, maltrataba a tu gato. Recuerdo del último cumpleaños. La rosa hirió de muerte a tu prima, que es virgen y lo seguirá siendo por muchos años más. Si es que tú tío no la encuentra sola. Le haría bien conocer el cariño de un hombre maduro a esa chiquilla. Papá cobró unas monedas y las arrojo a la fuente. Entonces vino a mi memoria el lunes. Tratá de tomar mi mano así lo recuerdo mejor.
El taxi me dejó a unas cuadras de esa casa que no reconocí. Habían cambiado el color del portón, antes era verde, ahora es azul. Abrí la puerta, subí las escaleras, las barandas estaban cubiertas con un paño rojo. En la sala de recepción tras una computadora ví a una chica. El rojo de su pelo resplandecía, me invitó a sentarme y esperar, mientras tú te cambiabas, te vestías de fulana, mejor dicho. Pensé que encontraría un conejo negro en tu cama. El Alplax no es buen compañero. La locura es una compañera fiel. Detente, dijiste. Seguí, seguí, dije yo. Aún queda tiempo no te apresures te escuche decir. Estabas cubierta de transpiración. Voy a flotar, un segundo, no más. Tú boca es adorable se parece a un cáliz. No creo que ninguno te haya estimulado como lo hice yo. Así estimulo a mi novia. Ella sí que sabe disfrutar. Su lengua voraz sabe danzar sobre las llamas.
Los dos vimos caer la nave frente a tu ventana. Luego vino el jadeo, el grito desgarrador que puso fin a todo este show. Eres tan feo, me susurraste al oído. Sos tan fea como yo, tenés cáncer. Soy un príncipe negro, sería mejor que estuviéramos muertos, dudo que alguien nos reconociera, ni siquiera culpa sentimos. Sos el diablo, yo soy el diablo, todos nos llamamos diablos, te puedo lastimar. No permitas que recuerde. Solo déjame ser libre, y que solo la lluvia sepa de este fuego.
Rodrigo Heredia
Fotografía: Akif Hakam
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