Por M.G. Freites
Nació a finales de la década de los cincuenta en Serrezuela un pueblito del noroeste de Córdoba, donde desde muy niño trabajó en las minas de cuarzo. En aquel lugar conoció a Arístides Tamayo un viejo poeta que lo incitó a publicar en diarios de la zona los poemas que escribía febrilmente. Luego de verse imputado en un homicidio luego de una pelea en un bar de San Marcos de las Sierras, decidió radicarse en San Luis. En nuestra ciudad trabajó en diversos oficios entre ellos, peón de campo, zahorí, cuidador de caballos, albañil. “Necesito trabajos que me mantengan activos, lo que en vejece no es el tiempo sino el encierro”, me confesó una noche de copa en que parado sobre la mesa con una damajuana de vino recitó El Barco Ebrio de Arthur Rimbaud.
Quizás entender los misterios de la existencia, fue y es lo que desvela a Almada porqué el tono inquisidor, dubitativo, atraviesa su escritura cargada de referencias a la cultura griega y latina. También un permanente deseo de autoboicot, tal vez como un elemento imprescindible para evitar la repetición, la degradación del encanto de escribir. Este rasgo se hace más profundo con los años. Almada prácticamente destruye todo indicio de prolijidad, como se advierte en el casi inédito Autocompasión Esotérica, y da paso a un vértigo desesperado, como si ya advirtiera su llamado al silencio definitivo. Hay una renuncia al futuro, a lo que está por venir, y un elogio al fracaso de los valientes que sabiendo con anticipación su inferioridad en la contienda se empeñan en luchar.
Sus poemas surcados por la inminente fatalidad se encuentran agrupados en tres libros de tirada limitada: Preludio Desafinado, Rebelaciones, y Paisaje final. En el primero de ellos hay una necesidad explicita por despertar lo que yace dormido, por darle vida a aquellas cosas que de tanto arrastrase por el mundo se encuentran desfallecientes. Por única vez encontramos gritos vitales, llamados a la urgente rebelión, así como un deseo por hacer propio el destino de aquellos nacidos bajo la mala estrella. En Rebelaciones predomina el tono bíblico, ya desde el título que hace referencias a las Revelaciones, la súplica a la amada que se ha evaporado junto a la rutina, como las odas a los aspectos más degradantes de la vida. Como muestra de esto último, chequear el poema “Felices Navidades” dónde un paralítico es abandonado por su mujer en Nochebuena, y desde el desamparo de su silla de ruedas establece un diálogo alucinado con un gato llamado Mefistófeles. Paisaje Final es el libro que cierra la trilogía, y no es otra cosa que el inicio de su despedida, un adiós a los círculos literarios que tanto desprecio, una flagelación solitaria y eufórica que al leerla te atraviesa como una hoja afilada. Quedan casi inédito, digo casi porqué en algunas bibliotecas aún circulan las fotocopias, Auto combustión Esotérica y Verano Caníbal, dos libros urgentes que funcionan como el lado B de un poeta inclasificable, desdeñado por los Agüerianos, que encarna en su escritura al rojo vivo y en el pensamiento escéptico, un existencialismo que ya ha perdido toda fe, pero que conserva la sonrisa socarrona como elemento redentor.
Quizás entender los misterios de la existencia, fue y es lo que desvela a Almada porqué el tono inquisidor, dubitativo, atraviesa su escritura cargada de referencias a la cultura griega y latina. También un permanente deseo de autoboicot, tal vez como un elemento imprescindible para evitar la repetición, la degradación del encanto de escribir. Este rasgo se hace más profundo con los años. Almada prácticamente destruye todo indicio de prolijidad, como se advierte en el casi inédito Autocompasión Esotérica, y da paso a un vértigo desesperado, como si ya advirtiera su llamado al silencio definitivo. Hay una renuncia al futuro, a lo que está por venir, y un elogio al fracaso de los valientes que sabiendo con anticipación su inferioridad en la contienda se empeñan en luchar.
Sus poemas surcados por la inminente fatalidad se encuentran agrupados en tres libros de tirada limitada: Preludio Desafinado, Rebelaciones, y Paisaje final. En el primero de ellos hay una necesidad explicita por despertar lo que yace dormido, por darle vida a aquellas cosas que de tanto arrastrase por el mundo se encuentran desfallecientes. Por única vez encontramos gritos vitales, llamados a la urgente rebelión, así como un deseo por hacer propio el destino de aquellos nacidos bajo la mala estrella. En Rebelaciones predomina el tono bíblico, ya desde el título que hace referencias a las Revelaciones, la súplica a la amada que se ha evaporado junto a la rutina, como las odas a los aspectos más degradantes de la vida. Como muestra de esto último, chequear el poema “Felices Navidades” dónde un paralítico es abandonado por su mujer en Nochebuena, y desde el desamparo de su silla de ruedas establece un diálogo alucinado con un gato llamado Mefistófeles. Paisaje Final es el libro que cierra la trilogía, y no es otra cosa que el inicio de su despedida, un adiós a los círculos literarios que tanto desprecio, una flagelación solitaria y eufórica que al leerla te atraviesa como una hoja afilada. Quedan casi inédito, digo casi porqué en algunas bibliotecas aún circulan las fotocopias, Auto combustión Esotérica y Verano Caníbal, dos libros urgentes que funcionan como el lado B de un poeta inclasificable, desdeñado por los Agüerianos, que encarna en su escritura al rojo vivo y en el pensamiento escéptico, un existencialismo que ya ha perdido toda fe, pero que conserva la sonrisa socarrona como elemento redentor.
¿dónde se puede conseguir la obra ? Estamos ante el secreto mejor guardado.Estoy deseoso de salir a buscar la literatura de Almada. MUY BUEN BLOG
ResponderEliminarCris
Marcos, yo conoci a Almada a fines de los 90, el tipo estaba muy pirado, loco, me parecio un fiel reflejo de lo que seras vos, si sigues asi , y no tomas el camino de la fe, de la verdad, de nuestro señor. Mala tu actitud de reirte de lo sacro. Denis Deberias pensar en cambiar
ResponderEliminaryo creo que marcos es un especímen extraño con momentos gloriosos que realmente me han emocionado alguien con una capacidad de improvisación increíble además siempre fue consecuente en lo que hizo en eso se parece a Almada...
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