Por Marcos Freites
- Siempre un hombre acaba dentro de otro hombre.
Rubén Rogelio Almada
Un hombre acaba siempre dentro de otro hombre. Godoy está dentro de Reynoso, afuera llueve y los coches aparcados a la largo de la calle se van disolviendo con la niebla. Godoy respira dentro de Reynoso, convencido que no hay mejor morada posible al menos por ahora. Metódicamente se ha introducido en sus huesos. Ha sido una labor ardua, día tras día ha cavado en esa piel castigada por el sol, y ahora que duerme a sus anchas entre sus vísceras en lo último que piensa es en salir. A medida que el tiempo pasa, Godoy va ganando profundidad, se siente un cómodo anfitrión en el cuerpo de ese albañil. Por las noche se encarga de abrirse paso entre las entrañas, como si ese cuerpo se tratara de un pozo, donde hay napas de agua, capas de roca dura, raíces que obstruyen.
Desde hace un tiempo Godoy deseaba estar dentro de Reynoso, quería habitar ese cuerpo indomable que la mordedura de los soles jamás ha podido doblegar. Al principio lo observaba a una distancia prudente, se excitaba con esos brazos capaces de levantar sin ningún esfuerzo las bolsas de cementos, se conmovía cuando lo veía pelear en prostíbulos de mala muerte, se enternecía cuando lo oía cabalgar sobre el cuerpo exangüe de una chica dominicana. Cuando tomó la confianza suficiente lo detuvo en mitad de la calle, lo observó durante un rato, y cuando Reynoso se aprestaba a dar un bostezo, se introdujo por la boca. Con dificultad atravesó la garganta, un poco ofuscado por esa colección de muelas careadas, por ese inextinguible aliento a cebolla.
Ahora que se ha transformado en una especie de parasito intenta tratar con sus propios presentimientos. Cuando estás dentro del cuerpo de otro hombre lo primero que te acosan son los presentimientos. Apenas los oye acercarse les coloca obstáculos, vallas que ellos se encargan de saltar con mucha elegancia. Una vez que lo han invadido por completo, los trata con respeto, trata de ser cauteloso al tocarlos, pero tarde o temprano los presentimientos le muerden la cabeza, y ahí adentro de ese cuerpo empieza a convencerse que todo acabará demasiado rápido. Si no se da prisa algo ocurrirá y él será expelido sin darle la mínima chance de arañarle el corazón.
Parece extraño, pero Godoy nunca se ha detenido a pensar como vivirá esta invasión Reynoso, tal vez se haya resignado a llevar otro hombre adentro hasta que un infarto, un aneurisma o tal vez un accidente de tránsito ponga fin a esta relación. Un parásito jamás debe ver las cosas con los ojos de su anfitrión, sería errar el disparo, y una vez que estás adentro tenés que ser infalible.
De esta forma ocurrirán tensamente los próximos días. Se acerca el verano y las diarreas, los vómitos serán moneda corriente. Más teniendo en cuenta estas aguas infectadas, esta proliferación de pastillas que ingiere. Tal vez haya que buscar una vía de escape hacia la superficie, y hacerse la idea de que hay muchos hombres en la ciudad dispuestos a dejarse habitar, a transportar con cierta alegría a otro ser, porque un hombre siempre acaba dentro de otro hombre.
Es un horror lo que escriben, es una verguenza para los demás jovenes ustedes que de alguna manera quieren tomar la voz de una generación como dice cierto psicótico, drogadicto, enfermo, deberían actuar de otro modo, así no podemos ir a ningún lado, a menos que creamos que un tipo que solo sabe ir al choque represente cierta cara visible de un grupo.
ResponderEliminarAsuman alguna vez un compromiso moral !!!
Me encató, buena pluma, los que quieran leer condorito, corín tellado, cohelo, diríjanse a otro blog. Asúman que leen weadas penca, no entren a blog de personajes que se atreves a escribir otras cosas. NO sé porque se me hace que los que piden moral están cagados hasta el cuello.
ResponderEliminarAriadna