Llegado el momento, lo único que resta hacer es saltar al vacío. Eso pensaba Ariadna desnuda en un laberinto de espejos. Su vida era un cordel que se quemaba con lentitud. Ella sabía con certeza que ningún viento apagaría ese fuego diminuto que con paciencia se aprestaba para arrasar todo lo que aún se mantenía en pie.
Jimena Pascutti
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